El presidente Maduro ha sufrido burlas y críticas por su adelanto verbal de la Navidad con la intención de prender cuanto antes el jolgorio y la animación comercial navideña y levantar un poco el ánimo en este país indigente y deprimido. No entro en esa polémica, sino que invito a Maduro a dar ejemplo el adelanto de la auténtica Navidad de Belén; la de María, Jesús y José, con pastores y cueva y sin el baile de luces de los centros comerciales y las plazas y parques públicos.
La Navidad de Jesús es luz de esperanza y reconciliación, en contraste con la navidad de Herodes que mandó matar a los niños inocentes temerosos de que el Niño le quitara el poder. María y José con el Niño tuvieron que huir a Egipto. Ahora quien ha sido obligado a huir es Edmundo González Urrutia, elegido como esperanza con el mandato de suplantar a quien derrotado se aferra al poder. El adelanto presidencial de la Navidad cristiana exige el cese de la actual persecución de los jóvenes que en su deseo de cambio son portadores de la voluntad popular de millones de venezolanos. Adelante su Navidad abriendo las puertas de las cárceles a los presos políticos militares y civiles.
La Navidad es Buena Noticia para los pobres, libertad para los presos y vista para los ciegos (Evangelio de Lucas 4,18). ¡Qué gran alegría recibirían miles de presos y millones de pobres si Maduro y su equipo adelantaran el verdadero espíritu navideño, tuvieran la audacia y libertad de reconocer su fracaso y abandonaran el poder abriendo las puertas a la inmensa y urgente tarea de unificar al país juntando sus fuerzas para la reconstrucción urgente.
Adelantar la Navidad es adelantar la emoción del Abrazo de Año Nuevo, no solo a los que están en casa sino también a los millones de familiares y amigos que tuvieron que exiliarse porque no había vida para ellos en Venezuela. ¡Qué bueno sería que de verdad el poder político se anticipara desde la Presidencia a celebrar desde octubre el abrazo de Año Nuevo sin esperar hasta enero!
Esta Venezuela que padecemos no tiene futuro. Son urgentes el perdón, la reconciliación, el abrazo y la libertad para juntos ponernos desde ahora a reconstruir el país, haciendo realidad el esfuerzo y la inversión sostenida de miles de millones de dólares, y superando el actual salario mínimo, el más miserable de América Latina.
Adelantar la Navidad con la celebración entusiasta y alegre del comienzo de curso escolar que solo es posible si a cientos de miles de maestras y profesores se les da el trato y los ingresos que se les debe. Adelantar la Navidad es hacer que las desalentadas escuelas se conviertan en verdadera vida para las maestras, profesores y alumnos con apoyo de sus familias.
La Navidad se adelanta si pasamos de la mentira reinante a la verdad. La verdad nos hará libres si el poder la libera de la actual represión. No se puede reconstruir el país sobre la mentira impuesta como verdad oficial. Hay verdades asombrosas en este momento de Venezuela. La primera verdad es la que vimos e hicimos el 28 de julio, cuando el pueblo venezolano de manera serena, pacífica y ordenada dijo un sí inocultable al cambio. Venezuela en toda su geografía y sectores sociales ordenó entregar el poder a Edmundo González Urrutia, quien obtuvo el doble de votos que Maduro; no hay decreto, ni tribunal que tenga autoridad para mentir y borrar esta evidencia. Otra verdad más asombrosa todavía es el liderazgo imparable de María Corina Machado convertida en esperanza de más de 80% de venezolanos. Ella representa la convicción de que sí se puede hacer realidad lo que es imprescindible para que haya vida y esperanza: la reconciliación del país y movilización unidos y en marcha para producir una Venezuela de vida para todos. Cuando la educación y la inversión se abrazan salta la productividad y quedan atrás la pobreza y el exilio obligado.
En la Navidad adelantada de Maduro tiene que haber también magos que buscaban el camino arriba con las estrellas, pero la estrella los condujo abajo, a la cueva de Belén. Sorprendidos y emocionados adoraron al Niño y le ofrecieron oro, incienso y mirra: el régimen nos debe el oro de la auténtica voluntad popular, el incienso del coraje para reconocer la derrota electoral y la mirra de la entrega del poder para que el deseo de toda Venezuela se convierta en esfuerzo unido y creativo que transforma el actual fracaso nacional en convivencia y trabajo productivo de la vida que hoy nos falta.