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Luis Ugalde: Nuevo Gobierno

Luis Ugalde - Poderopedia Venezuela

 

 

Sí, dentro de un mes Venezuela estará empezando el año con nuevo gobierno. El
voto soberano de los venezolanos el 28 de julio decidió que el nuevo presidente
debe ser Edmundo González Urrutia. Los 7.3 millones a su favor, más del doble que
los de Maduro, ordenaron a éste entregar el poder y consagraron el liderazgo de
María Corina Machado. Esa realidad y voluntad de cambio la conocemos los
venezolanos y el mundo. Maduro con las pruebas de su derrota en la mano necesita
inteligencia y valentía para asumir la verdad.

Venezuela está enferma, gravemente enferma. El salario mínimo mensual no llega
a 5 dólares y tres de cuatro familias no pueden cubrir sus necesidades básicas. Por
eso casi ocho millones se han tenido que ir a otras tierras buscando vida. El
gobierno tiene evidencia de su poca y decreciente popularidad y por eso ha
desatado la persecución en todos los sectores sociales. Nos impresiona palpar el
miedo creciente que lleva a no hablar de política o a hacerlo con sigilo. El derrumbe
de los servicios públicos de salud, educación, luz, agua y otros, tiene secuestrada la
esperanza de los venezolanos. En la mayoría de las familias venezolanas cada niño
nace hoy atado al fracaso.

Para salir de esta cárcel no basta un cambio electoral, se necesita un terremoto,
una sacudida profunda capaz de transformar la resignación en esperanza y el miedo
en voluntad de cambio. Necesitamos un “23 de Enero” que movilice fuerzas
nacionales e internacionales, de modo que juntas y combinadas puedan encender
la reconstrucción y rescatar la esperanza. Toda una política para renacer luego de
una guerra devastadora.

Hace falta un nuevo gobierno que movilice las potencialidades nacionales con
clima y garantías para las indispensables inversiones de decenas de miles de
millones de dólares. Éstas no vendrán de fuera, ni se activarán internamente sin
confianza, ni garantías jurídicas que han sido sistemáticamente eliminadas por la
“revolución”. Solo un nuevo gobierno puede crear las condiciones de posibilidad y
confianza para crear una amplia solidaridad de los gobiernos democráticos del
mundo, y generar una activación excepcional de inversión nacional y extranjera con
apoyo excepcional de los organismos multilaterales, que sólo ocurre en respuesta
a grandes catástrofes. Eso no puede impulsarlo el gobierno usurpador aunque
quisiera. El actual gobierno agonizante sabe que está atrapado en un callejón sin
salida. Por eso ha retirado -o al menos silenciado- la propuesta de políticas
“socialistas”, y está dispuesto a abrir las puertas a cualquier capitalismo sin frenos,
con tal de que contribuya a mover el país, a dar trabajo, generar producción y dar
un respiro a su gobierno carente de propuestas. Ya no es posible revivir aquella
confianza indispensable, que hace un cuarto de siglo sopló fuerte dando alas a las
promesas de la revolución. Lo vemos en todos los sectores, especialmente en los
más pobres.

Necesitamos cambio integral y sin dar entrada al comprensible deseo de
venganza… Peor aún es la tentación de aferrarse al poder, intentando sobrevivir a
cualquier precio imponiendo la represión política y el miedo paralizante, que no
despierta ninguna esperanza movilizadora y creativa.

El diálogo y el nuevo espíritu inclusivo han de nutrirse de la creación de lo nuevo y
no como sostén de lo muerto. Es tarea de militares y civiles, de universidades, de
iglesias, de trabajadores y empresarios, con vecinos puestos de pie y unidos, para
recrear una Venezuela que ahora parece desahuciada y sin esperanza. Ocurrió en
el pasado cuando Venezuela entera salió del paludismo que asaltaba la vida o
superamos el analfabetismo o juntos nos defendimos del COVID. Todos a una,
convencidos de que sólo uniendo fuerzas podemos sacar a Venezuela del fracaso.
No hay Navidad ni Año Nuevo sin nacer de nuevo, como hijos de Dios en la tierra,
en esta tierra venezolana. Hijos y hermanos en un país plural uniendo esfuerzos, es
el único modo de salir de esta catástrofe nacional que está apagando el país y
empuja a la gente al exilio.

 

 

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