Luis Ugalde, S. J.: Muerte y resurrección
En estos días celebramos la muerte y resurrección de Jesús y sufrimos en silencio el deceso de la democracia en Venezuela. Cuando Jesús fue vendido, apresado, condenado con falsas acusaciones y ejecutado como un bandido, sus discípulos entraron en pánico, se dispersaron y se escondieron convencidos de que también a ellos los iban a matar. La muerte de Jesús fue fracaso y dispersión para los discípulos.
Días después sus partidarios viven la evidencia de que el amor es más fuerte que la muerte y que Jesús, por haber dado su vida por los hermanos hasta el extremo de la cruz, vive y que el Padre lo ha puesto como Salvador de todos. Esta tremenda vivencia de encontrarse con Cristo resucitado cambió la vida de sus seguidores que con ella pasaron de la muerte a la vida. Jesús vive y todo el que como él da la vida por sus hermanos no la pierde, sino que la gana definitivamente.
Ahora nada podrá frenar a estos discípulos. La alegría de su encuentro con el Resucitado los llevó a proclamarlo como Salvador. Prohibiciones, persecuciones y cárceles no podrán parar esta fe contagiosa de que en Jesús el amor es más fuerte que la muerte y en nosotros también. El sabio judío Gamaliel aconsejó en el Sanedrín dejar libres a los apóstoles presos, pues si su mensaje es solamente de hombres fracasará por sí solo, como ha sucedido con tantos movimientos mesiánicos de inicio prometedor; pero “si es cosa de Dios, no podrán destruirlos y estarán luchando con Dios” (Hechos de los Apóstoles 5,39). Y así fue: cuanta más persecución, con más fuerza se expandió la Iglesia del Resucitado. En dos mil años la muerte ha sido vencida por la vida y el amor.
Muerte y resurrección de la democracia en Venezuela
La democracia está muerta, la mataron al usarla para imponerse y reprimir. Solo puede renacer desde la afirmación y reconocimiento del otro, como persona libre y responsable y no como sometido. Sin eso no hay democracia.
Pero debajo de las cenizas de ese deceso política alienta el fuego inextinguible de la dignidad humana; basta un soplo sostenido para que la vida democrática renazca en Venezuela y reverdezca la política con ciudadanos que hacen suyo el pacto del bien común con el otro.
La democracia está muerta en “el socialismo del siglo XXI”, aunque el gobierno trate de maquillar para fingir que el cadáver está vivo. Pero también ha muerto en la oposición, por eso el pueblo está de luto y con hambre, y echa de menos los frutos de la democracia que saboreó durante décadas.
La votación primaria para elegir libremente un candidato democrático tendrá éxito si sabe soplar con acierto en el rescoldo popular debajo de las cenizas y vuelve a avivar el fuego aparentemente muerto. Estamos convencidos de que ese fuego está vivo, aunque tapado y oprimido. Tiene que renacer del fondo mismo de las aspiraciones y de las virtudes de libertad y solidaridad que constituyen la identidad de la República civil. De aquí a octubre tenemos meses y luego unos años más para que la muerte que hoy domina la política venezolana sea vencida por la llama interior capaz de prender un nuevo fuego democrático.
Frente a la muerte, dispersión y resignación, frente a las cenizas que cubren la democracia (en el gobierno y en la oposición), hay que volver a despertar el fuego latente en millones de venezolanos. Para el renacer democrático es necesaria una firme y clara propuesta, acompañada de una flexible y amplia invitación como fue la de los apóstoles hacia los arrepentidos que negaron y mataron a Jesús. Redescubrir que la conciencia solidaria y responsable de cada uno es la que moviliza, se contagia y nos lleva a un nuevo amanecer democrático. Para eso es necesario que en los próximos meses se proponga y debata con claridad y que a cada venezolano le llegue la invitación a aportar sus fuerzas para el bien común. Un nuevo aliento democrático para transformarnos en ciudadanos activos, decididos a superar la actual derrota, consecuencia del mesianismo caudillesco casado con la “robolución”. Sobre una nueva base de honestidad y productividad política de bien común, Venezuela renacerá desde la fuerza interior creativa, hoy latente y reprimida.