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Lula y Bolsonaro van a una electrizante segunda vuelta

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva ha salido al frente con un 48% de los votos válidos, una ventaja pequeña sobre el actual mandatario, Jair Bolsonaro

Los electores brasileños han decidido llevar a una segunda vuelta la tensa disputa entre el Lulismo y el Bolsonarismo en 28 días que deben ser electrizantes. El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva ha salido al frente con un 48% de los votos válidos, una ventaja pequeña sobre el actual mandatario, Jair Bolsonaro, que con un 44%, vuelve a soñar con chances de reelección.

La segunda vuelta era esperada, pero ninguna de las encuestas difundidas en la víspera de la elección mostraban un fuerte crecimiento de Bolsonaro. Las encuestas del sábado mostraban a Lula con un 50% y Bolsonaro con un 36%, muy diferentes del resultado final, difundido cuatro horas después del cierre de las urnas.

Los dos candidatos partirán casi del mismo nivel para la disputa del 30 de octubre. El resultado frustra a los petistas que esperaban una ventaja mayor e inclusive la posibilidad de una victoria en primera vuelta. Del otro lado, en el campo bolsonarista, se recupera la esperanza de la reelección y se celebran triunfos importantes en el parlamento, especialmente en el Senado.

Una jornada electoral sin grandes incidentes

Una de las mayores democracias del mundo, Brasil celebró sus elecciones este domingo sin grandes incidentes ni relatos de violencia. Más de 156 millones de personas estuvieron aptas a votar en esta importante velada democrática sudamericana, y eligieron parlamentarios, gobernadores en 5.570 ciudades del país.

Además del voto a la presidencia, los brasileños votaron para elegir 27 gobernadores y 27 senadores, además de un nuevo Congreso, y parlamentarios locales. Entre los gobernadores, los sondeos apuntaron que 17 de ellos son favoritos a la reelección.

Al cierre de la jornada, a las 5 de la tarde local, los brasileños fueron acompañando voto a voto la abertura de las urnas electrónicas, ansiosos por el resultado final. Las regiones del centro al sur del país, más favorables a Bolsonaro, y del centro al norte, más simpáticas a Lula.

Lula y Bolsonaro votaron por la mañana. Lula votó en São Bernardo do Campo (SP), un municipio de la Gran São Paulo, el mismo en el que se lanzó a la política como líder sindical, y donde vivió casi toda la vida. El petista besó el recibo de su voto y se mostró emocionado con las que está considerando «las elecciones más importantes» de su vida.

El viejo metalúrgico y expresidente se emocionó al recordar que no votó en la elección del 2018, vencida por Bolsonaro, porque estaba en la prisión, condenado por corrupción. «Cuatro años después, estoy aquí, votando con el reconocimiento de mi total libertad y con la posibilidad de volver a ser presidente de este país», declaró.

Bolsonaro votó alrededor de las 9 de la mañana en Río de Janeiro, seguro de que las encuestas no estaban correctas y de que la prensa no lo quería. «Lo que importa es el »datapueblo«, afirmó sobre el apoyo popular que sintió en las calles.

Elecciones tensas

Estas elecciones brasileñas son las más tensas y polarizadas desde el retorno del país a la democracia en 1985, en que el 85% de las intenciones de voto ya estaban divididos entre «antilulistas», y entre «antibolsonaristas», entre los que quieren el fin del actual Gobierno del líder ultraderechista, acusado de ser autoritario, mal gestor y deshumano, y los que asocian los años del PT a la corrupción.Preparado para elecciones que prometían escenas de violencia y tensión, el presidente del Tribunal Superior Electoral, Alexandre de Moraes, celebró las elecciones realizadas «dentro de la normalidad». «Estamos completamente satisfechos», declaró poco antes del cierre de las urnas sobre el balance de la jornada de votación.

El TSE preparó una campaña para aumentar la confianza de las urnas electrónicas, muy cuestionadas por Bolsonaro y su militancia. Para reducir la tensión, el TSE, que organiza el sufragio, prohibió la entrada de teléfonos móviles en las casillas de votación, y el porte de armas entre el sábado y el lunes, una medida inédita en la historia brasileña.

250 detenciones

La policía de todo el país registró 250 detenciones y más de 400 crímenes electorales este domingo, considerados dentro de la normalidad, considerando el tamaño del país y el gran número de electores. Fueron registradas la incautación de once armas, 25 casos de compra de votos y corrupción electoral, y otros casos de violación del secreto del voto y de transporte ilegal de votantes.

Uno de los incidentes más graves fue protagonizado por un hombre que tenía aparentemente problemas psicológicos. El elector, detenido en la ciudad de Goiania, en la región central del país, rompió a palazos una urna electrónica que fue substituida para continuar con la votación.

 

Soldados del Ejército brasileño refuerzan la seguridad en los alrededores de un centro de votación en un colegio, hoy, en las afueras de Fortaleza. EFE

 

 

Un vídeo que circuló en redes sociales mostró una pelea verbal entre militantes bolsonaristas y petistas en una escuela de Belo Horizonte, en el estado de Minas Gerais, donde votó la expresidenta Dilma Rousseff. Mientras petistas gritaban vivas a favor de Rousseff, una electora Bolsonarista reclamaba en el video. «Soy anciana, tengo 70 años, no quiero comunistas en Brasil». El incidente no fue registrado por la policía.

Largas colas

La principal queja de los votantes en varias partes del país fue las largas colas en los colegios electorales, por dificultades en los registros de biometría, usada en la mayor parte de los municipios. La urna electrónica brasileña usada en las votaciones hace 26 años permite la realización de uno de los sufragios más avanzados del mundo, totalmente digitalizadas, y permite el conteo de millones de votos, en muy pocas horas.

«Las elecciones brasileñas se desarrollan dentro de la absoluta normalidad», declaró a la prensa Rubén Ramírez, jefe de la Misión de Observación Electoral (MOE) de la Organización de Estados Americanos (OEA) a la salida de una escuela pública en Brasilia acompañado por otros observadores, que conversaron con funcionarios electorales y votantes para recoger testimonios sobre el proceso.

El desgaste de Bolsonaro

El presidente ultraderechista Jair Bolsonaro, ha llegado a estas elecciones en una posición muy mala en comparación con sus antecesores. Pese a mantener un electorado importante y sus características de fenómeno político nacional, el excapitán del Ejército ha sido el que más se desgastó a lo largo de sus primeros cuatro años de Gobierno, el primero mal evaluado en una nueva gestión desde las elecciones brasileñas desde 1994.

Los motivos son muchos. Bolsonaro culpa a la pandemia y a la guerra de Ucrania por su mal desempeño. Una encuesta del instituto IPEC, publicada a mediados de septiembre, mostraba que la mayoría, el 59% de los brasileños desaprobaba su Gobierno, mientras solo un 35%, casi lo mismo que sus votantes, lo aprueba.

 

El presidente brasileño Jair Bolsonaro firma su registro ante de votar. EFE

 

Los problemas del Gobierno Bolsonaro han sido la mala gestión de esas crisis, especialmente la pandemia, en la que murieron casi 700.000 brasileños. Bolsonaro no confiaba en las vacunas y demoró en presentar soluciones. El abandono de su Gobierno de políticas sociales, de la Amazonia y de los pueblos indígenas también han influenciado su pérdida de electores.

El fortalecimiento de Lula

Lula ha regresado al ruedo después de cinco años en que él y el PT pasaron por sus peores años desde su historia, desde su fundación en 1980. Tras dos Gobiernos exitosos, entre el 2003 y el 2010, y dejando el cargo con un 80% de aprobación, Lula le entregó la cinta presidencial a su sucesora Dilma Rousseff.

Pero una serie de investigaciones anticorrupción lideradas por el exjuez Sergio Moro el la llamada Operación Lava Jato, llevaron a la destitución de Rousseff en 2016 y a la prisión de Lula, en 2018. Con la absolución de su condena y la retirada de los cargos en su contra en un proceso que terminó por decisión de la Corte Suprema, Lula ha vuelto a conquistar buena parte de los antiguos electores, pero ha tenido más dificultad de romper las barreras de rechazo.

A los pocos ha ido conquistando apoyos importantes para intentar un viraje, con una fuerte campaña en las últimas dos semanas. Artistas que buscaban una tercera vía, como el cantante Caetano Veloso, fueron «saliendo del armario» y declarando su voto por el expresidente. Uno de los más perjudicados por ese cambio de votos fue el candidato de centro Ciro Gomes, que fue achicándose en las encuestas a medida que Lula crecía.

Artistas famosos, protagonistas de las famosas telenovelas de la cadena Globo, cantantes con carreras internacionales, como Anitta e Ivete Sangalo, fueron declarando su voto por la democracia y por Lula. El sábado, la famosa periodista presentadora Fátima Bernardes, que nunca había declarado su voto, difundió un video declarando su apoyo a Lula y tratando de convencer a los indecisos de última hora.

«Hoy después de lo que ocurrió en los últimos cuatro años, de la falta de humanidad frente a las centenas de millares de víctimas de la pandemia, de los continuos ataques a las mujeres, a la prensa, a la ciencia, a las artes, a la democracia, de la vuelta del hambre de una forma inaceptable, de la campaña por el aumento de armas en manos de civiles, de la mezcla de religión, algo sagrado, con la política, creo que es importante que revele mi voto», señaló la periodista muy popular por presentar programas femeninos.

La amplia alianza

Lula se presentó por sexta vez al cargo máximo del país, cerca a cumplir sus 77 años, este mes de octubre, como candidato de una alianza de partidos creada en 2021, en un nuevo modelo de federación, que permite que dos o más partidos se unan para actuar como si fueran uno solo los cuatro años de Gobierno.

El ‘petista’ es apoyado por esta alianza de nueve partidos, lo que le garantizaron además de un apoyo más amplio, más tiempo de propaganda en la televisión y en la radio. La coalición encabezada por el Partido de los Trabajadores (PT) está compuesta por la federación de agrupaciones de izquierda, el Partido Verde (PV), y antiguos grupos disidentes del PT, como el Psol, y Rede, de la excandidata presidencial y ambientalista, Marina Silva.

El nombre más sorprendente de esta alianza ha sido el de su antiguo opositor, el exgobernador de São Paulo, Geraldo Alckmin, que disputó con Lula las elecciones de 2006 en nombre de la socialdemocracia. El médico comenzó las conversaciones con Lula en 2021 y en diciembre anunciaron una unión impensable entre dos nombres que estuvieron en lados opuestos en las últimas tres décadas. Lula salió de la socialdemocracia, para afiliarse al Partido Socialista Brasileño (PSB).

Considerada una jugada de maestro de ambos líderes políticos, Alckmin le abrió nuevamente a Lula los salones de los empresarios, banqueros e industriales, y el petista, por su parte ha resucitado al tradicional político paulista que terminó la elección de 2018 en cuarto lugar, con un 5%, el peor resultado de su trayectoria política. Alckmin está siendo un aliado importantísimo del PT para ayudar en la campaña al Gobierno del estado de São Paulo, donde el excalde de São Paulo, el filósofo petista, Fernando Haddad, va a disputar la segunda vuelta.

En un movimiento impensable hace poco más de un año, Alckmin comenzó a negociar en el segundo semestre de 2021 la posibilidad de ser candidato a vicepresidente en la candidatura de Lula. Durante la mayor parte de los últimos treinta años, el PT y el PSDB han estado en lados opuestos del tablero político nacional, al igual que el ex gobernador y el ex presidente.

A esa alianza se han sumado otros nombres que andaban muy alejados del PT, incomodados con las denuncias de corrupción. La ambientalista Marina Silva, que construyó su propio partido (REDE), para desconectarse del PT, ha vuelto a apoyar a Lula tras mucha resistencia, en nombre del apoyo a la democracia.

 

 

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