Machurucuto: mucho más que playas
Rafael Huizi Clavier y Héctor Pérez Marcano en Machurucuto el pasado 8 de mayo.
Machurucuto, un poblado ubicado en el municipio Pedro Gual del Estado Miranda, a pocos minutos de Río Chico, es conocido por sus playas. Pero para todos los venezolanos debiera de ser más, mucho más, que playas caribeñas.
Machurucuto es símbolo de libertad. De su defensa. También lo es de unidad de los venezolanos cuando las razones y las emociones justas la convocan.
Hace pocos días, el viernes 8 de mayo, se conmemoraron 48 años de la intentona cubana de invadir Venezuela y de destruir su soberanía. En un sencillo, significativo y emotivo acto, valiosos venezolanos que estuvieron presentes en esos hechos, se reunieron en armonioso abrazo democrático en Machurucuto, para conversar y dialogar sobre los hechos ocurridos, sobre las lecciones que de ellos podemos aprender, y sobre las desgracias que generan quienes abusan del poder para destruir y sembrar odios. Un diálogo entre iguales que se reconocen como ciudadanos de una misma patria; un diálogo que se enfrenta a un régimen sirviente del engaño y que manipula constantemente la historia. Un diálogo entre demócratas auténticos que creen, como señalaba ese amigo de la Venezuela republicana que fue Vaclav Havel, que “la democracia no son solo sistemas, instituciones y sus relaciones, es decir la técnica de la democracia, sino que fundamentalmente se trata de la relación con el mundo y la sociedad, una forma de pensamiento, el espíritu de la vida pública.”
En mayo de 1967 un contingente de cubanos y venezolanos intentó llegar a la costa venezolana para incorporarse a la guerrilla ubicada en El Bachiller, bajo la dirección en ese momento del hoy chavista Fernando Soto Rojas –hace pocos años presidente de la Asamblea Nacional-. No son ciertas, por cierto, las versiones que lo ubican dentro del grupo expedicionario. Hubo muertos, algunos lograron escapar, pero dos cubanos fueron capturados: Manuel Gil Castellanos y Pedro Cabrera Torres. Debido al incidente, Venezuela rompe relaciones con Cuba y la denuncia en la OEA; se había demostrado al mundo que la dictadura comunista tenía intenciones expansionistas y agresivas contra las democracias latinoamericanas.
La ruta de entrada que se tenía pensada eran los caminos verdes de la frontera con Colombia. Fue Castro quien insistió en que entraran por mar -algo así como su llegada a Cuba en el Granma, para incorporarse a la Sierra Maestra-. El deseo de épica se impuso sobre la sensatez.
Héctor Pérez Marcano habló de su experiencia como dirigente fundacional del MIR y guerrillero entrenado en Cuba, luego incorporado al proceso democrático gracias a la política de diálogo y de pacificación adelantadas durante el primer gobierno de Rafael Caldera. Luego, el vicealmirante Rafael Huizi Clavier narró su experiencia como joven teniente de fragata, miembro de la tripulación de una nave patrullera encargada de interceptar el buque atunero donde llegarían los guerrilleros venezolanos y cubanos. Finalmente, Alberto López Oliver, Director de Civil y Política del Ministerio de Relaciones Interiores del ya mencionado gobierno democristiano, narró sus experiencias acerca de las negociaciones que bajo la conducción del ministro Lorenzo Fernández produjeron la llamada pacificación de la guerrilla venezolana.
Los revolucionarios, tanto en Venezuela como en Cuba, estaban equivocados: Ya en el 68 era evidente y definitivo el fracaso de la guerrilla. De allí a entrar en negociaciones con un gobierno dispuesto a lograr la consolidación democrática mediante la inclusión de todos los venezolanos, solo había el paso de la buena voluntad necesaria en ambas partes. Y la hubo. Eso es el verdadero diálogo: triunfo de la persuasión sobre la confrontación, colaboración sincera para llegar a acuerdos y convertir un punto de vista crecientemente común en acciones y logros concretos. La pacificación pudo llevarse a cabo porque hubo un gobierno democrático que tuvo visión de futuro, una dirigencia guerrillera y política dispuesta a rectificar e integrarse a la democracia venezolana, y porque, a pesar de todos sus errores, la guerrilla criolla no fue narcoguerrilla, ni mostró la capacidad sanguinaria característica de los guerrilleros colombianos, sobre todo en sus feroces ataques a la población civil.
Un dato adicional que merece destacarse es que la mayoría de los protagonistas de la guerrilla venezolana no solo se integraron a la institucionalidad, gracias a la política de pacificación, sino que incluso algunos de ellos fueron electos, por vía democrática, miembros del parlamento.
48 años después, Machurucuto es lugar de victoria democrática: En las presidenciales del 2013 en Machurucuto ganó la oposición con el 55% de los votos. Allí, como en muchos otros lugares de la patria, se le da prioridad a una política que sale del corazón y del sentimiento ciudadanos, y no del capricho de una tiranía. Con una ciudadanía dispuesta a enfrentarse a un régimen que mientras más crece en edad, más se hunde en la confusión, la ineficiencia, la corrupción y el vacío ético.
Como sabiamente recuerda Héctor Pérez Marcano, Fidel Castro fracasó en su intentona de tomar Venezuela en la década de los sesenta. Pero pocos podrían haberse imaginado que luego llegaría Hugo Chávez y le entregaría al dictador cubano, en gesto de rendición total, la soberanía de la patria. Por ello, la lucha actual de los demócratas es por más, mucho más, que lo electoral. Este es el camino democrático por excelencia, y en las futuras victorias electorales debemos comprometernos todos. Pero, gracias a Machurucuto, no debe olvidarse nunca que el objetivo fundamental es la recuperación y reconstrucción de una Venezuela hoy en vías de desaparición, ensangrentada, dividida y hundida en la peor crisis ética, económica y social de su historia gracias a las locuras de un autócrata mesiánico e irresponsable, de bilis volcánica y odio en el corazón.
Machurucuto, más que una playa, es símbolo perenne de libertad. De esa libertad que nunca teme enfrentarse a una tiranía, y que al final siempre termina victoriosa.