Macky Arenas – América Latina: el empañado 2022
La política es el cristal más turbio y la Iglesia el "limpiavidrios" más eficaz contra la polarización y la crisis de certezas
Está circulando la segunda edición del Índice de Riesgo Político del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile (CEIUC). Se trata de un estudio que detecta los principales 10 riesgos políticos para este 2022.
Comenzando por la erosión democrática, sigue el cambio climático y la escasez hídrica, las protestas sociales y la violencia, la crisis migratoria, las economías ilícitas, la polarización política, la inversión extranjera en caída, la irrelevancia regional, los ciberdelitos y el auge de China.
Son todos factores que harán el panorama muy complejo y dificultarán la gobernabilidad en muchos de nuestros países. “Los niveles de incertidumbre, volatilidad, riesgo político y polarización se mantendrán altos” según Daniel Zovatto, investigador senior del CEIUC y uno de los editores del informe. A criterio de Jorge Sahd, director del CEIUC, en América Latina se percibe una triple crisis: de gobernabilidad, de expectativas y de certezas, pues la incertidumbre es el ingrediente infaltable de todas las preparaciones en el continente.
De paso, aún es una incógnita lo que traen las nuevas variantes del Covid19 para este año, que ya comenzó con un fuerte avance del Omicron, lo que hace temer por las economías que se encaminaban hacia la recuperación.
El péndulo se mueve
Otros informes calificados consideran a Cuba, Venezuela y Nicaragua como dictaduras consolidadas y destacan que las democracias que se sostienen están bajo tensión. En ese orden de ideas, el continente enfrenta varios procesos electorales en países donde aún la democracia respira pero la amenaza de una vuelta al autoritarismo gravita sobre ellos.
“Lo cierto es que estamos ante un escenario donde el cansancio por la política y el desencanto por algunos de sus dirigentes en algunos países son un llamado de atención que debe tomarse muy en serio”, nos dice en su análisis el internacionalista Edmundo González Urrutia.
Mientras países como Venezuela de buena gana girarían 180 grados hacia la libertad y la democracia si las elecciones fueran transparentes, el agotamiento y el desgaste en la vecina Colombia han conseguido que las perspectivas de triunfo de Gustavo Petro –quien acaba de lanzar su candidatura en España “escoltado” por Sánchez y compañía- sean reales.
El México de López Obrador no parece estar muy satisfecho con su gestión, lo que abre otras opciones; pero en el caso de Chile es claro el giro a la izquierda con el triunfo de Boric. Igualmente Brasil, donde el derechista Bolsonaro ha perdido mucho respaldo popular lo cual prefigura que los sectores alrededor de Lula vuelvan a dominar el escenario político. Igualmente Honduras, país del cual recordamos la heroica gesta de Micheletti al frente de las fuerzas democráticas cuando depusieron a Zelaya, un activo del Foro de Sao Paulo. Hoy, quien ha llegado al poder en esa nación centroamericana es su esposa, lo que presagia un golpe de timón hacia la izquierda. Caso diferente al Perú, donde contra todos los pronósticos Castillo no se ha lanzado en brazos del radicalismo rojizo.
Es el inexorable péndulo que domina el continente. Y esta vez apunta a que los cambios potenciales hagan retornar el escenario de violencia, protestas y crispación que vuelva a encender la siempre inflamable pradera Latinoamericana.
Entre certezas e incertidumbres
Hay coincidencias en señalar que el desgaste democrático, expresado en la desconfianza en las instituciones y la incredulidad hacia el liderazgo político, así como la alta probabilidad de un incremento en la irritación de la población, es el tema que más preocupa a los analistas. Es como si un poblado estuviera a merced de un alud inminente, sin diques ni contenes de protección.
En los años 80 se produjeron cambios en el continente y ellos fueron bienvenidos pues condujeron a un reverdecer democrático en la región. Hoy, las volteretas políticas parecen ir en detrimento de la calidad democrática. Se esperan elecciones en Costa Rica, Colombia y Brasil. Son los grandes interrogantes que sumergen en la incertidumbre y la preocupación a otros gobiernos de esta zona.
En la década 2000 se materializó un giro de América Latina a la izquierda lo que favoreció la reapertura hacia Rusia y la intensificación de las relaciones de China con la región. En particular, para los gobiernos de Cuba y del llamado «socialismo del siglo XXI», como Venezuela, Bolivia o Nicaragua, una cooperación más profunda resultaba especialmente atractiva por razones ideológicas.
“En todo caso –puntualiza González Urrutia- estamos ante el escenario de un creciente auge del autoritarismo, que utilizando una retórica confrontacional y polarizante, se traduce en un debilitamiento de la institucionalidad democrática”.
Amistades peligrosas
Existen agravantes relacionados con la geopolítica mundial que deben ser considerados en el análisis. En el caso de países con regímenes altamente desestabilizadores como Cuba, Venezuela y Nicaragua, sus cartas se juegan en tableros externos y son impredecibles. No solamente por lo que pueda ocurrir en sus conflictivas sociedades sino que forman parte de un barajo en que se metieron por propia voluntad pero ya no les corresponde decidir cuándo y cómo salir. “Los dictadores de Cuba, Venezuela Y Nicaragua son altamente dependientes de las decisiones que se toman en otras latitudes”, escribía en su columna de prensa esta semana un destacado profesor de la Universidad Central de Venezuela.
Es una nueva zona de silencio, donde nadie se entera de nada y ninguno informa absolutamente sobre nada. Constantemente se firman acuerdos que no se detallan, con la rimbombante cobertura de “acuerdos de cooperación”. Prevalidos de un poder absoluto y sin capote han lanzado a sus pueblos a los toros bravos, involucrándolos directamente en conflictos en los cuales -de ser consultados- jamás habrían aceptado mezclarse.
En Latinoamérica pervive el recuerdo del imperialismo e intervencionismo de los Estados Unidos, lo que facilita a Moscú y Beijing presentarse como socios «no imperialistas» y en igualdad de condiciones. Moscú condona deudas, envía alimentos y promueve el armamentismo. Los vínculos de Rusia con el gobierno venezolano son para Moscú ideales como provocación a Washington.
Diplomacia «dentífrica»
La situación es complicada. Y no sólo políticamente, sino también económicamente. Rusia y China han penetrado América Latina no sólo para comerciar “cooperar”, lo cual está milimétricamente registrado. Todos hemos sido testigos de la amenaza rusa a EE UU por el tema de Ucrania: se proponen instalar infraestructura militar en Cuba y Venezuela -lo cual es un viejo y acariciado anhelo-, chantaje que mereció una contundente respuesta del gobierno de Biden.
Constantemente, los colosos se muestran los dientes en una escalada ácida que sólo Dios sabe cuando pasará a mayores. Lo cierto es que en América Latina, somos el «patio de atrás» de un Estados Unidos que no termina de entender lo que ocurre aquí, ni sabe cómo manejarlo en la medida en que se torna más complejo.
De cara al mundo, ya no es el terreno bipolar en que se autorregulan. Ahora son demasiados los factores en juego y, lo más peligroso, diversos los conflictos que se incuban y estallan sin que un liderazgo mundial sólido y avezado escuche crecer la hierba. Proliferan por distintas causas y desde múltiples realidades y culturas.
Por los momentos, sólo distinguimos acciones reactivas, no avances que vayan al fondo de las causas. A una amenaza sigue una contra amenaza; a una acusación, sigue otra, así sea menester fabricarla; a una palmada en el hombro enemigo, sigue un gesto de ayuda al enemigo del enemigo. Es lo que algunos han llamado «diplomacia de micrófonos» pero, ciertamente, una manera rocambolesca de hacer política internacional. Se extraña, amargamente, a los estadistas de otros tiempos.
El delirio ruso
La tensión con Rusia es básicamente política, de poder, de injerencia. Hasta hace poco no habían pasado del plano retórico, pero, sin dejarlo, ya pusieron sobre la mesa la carta del “despliegue militar”. El objetivo es poner presión en función de sus intereses geopolíticos en su zona de influencia, obsesionado como está Putin por resucitar al otrora imperio soviético. Moscú utiliza sus vínculos con países del hemisferio occidental, sobre todo con América Latina, para mostrar que la influencia global de Rusia vuelve a ser tan fuerte como lo fue durante la Unión Soviética.
Las empresas rusas están presentes en algunos países de la región en las áreas de energía y defensa, cooperan en el campo nuclear y en el ámbito militar; en Nicaragua construyeron una estación de rastreo de satélites y colaboran con la capacitación antidrogas abriendo centros donde se capacitan los cuerpos policiales.
Países con democracias débiles, manejados por autócratas que los dejen trazar la agenda y dependientes de sus recursos, es el escenario perfecto para poner su cabeza de playa y retar al Norte desde las aguas bajas de este continente.
Comercio…y algo más
Lo de China es negocio. Y algo más, siempre que sea rentable. El año 2000 fue extremadamente próspero para China, país que comerció con Latinoamérica por valor de 12.000 millones de dólares. Para el año 2019, esa cifra había crecido hasta unos asombrosos 330.000 millones. Pero China quiere más. Es la opinión, muy documentada, de la abogada y analista política Judith Bergman, miembro del Gatestone Institute, quien publicó un reciente trabajo en ese portal donde detalla lo próspero que resultó a China el año 2020: “En el año 2000, China comerció con Latinoamérica por valor de 12.000 millones de dólares. Para el año 2019, esa cifra había crecido hasta unos asombrosos 330.000 millones. Ese extraordinario crecimiento da una idea de la manera en que la influencia china en la región se ha expandido en las últimas dos décadas”.
Ella sostiene que la intervención de China en Latinoamérica parece traducirse claramente en control, no solo de los recursos naturales. «En los últimos cuatro años, República Dominicana, El Salvador y Panamá han transferido su reconocimiento [diplomático] de Taiwán a China», escribió la revista Time en febrero.
«Se espera que el comercio entre China y ALC [América Latina y el Caribe] se duplique para el año 2035, hasta superar los 700.000 millones de dólares», han escrito Pepe Zhang, director asociado del Latin America Center del Atlantic Council, y Tatiana Lacerda Prazeres, ex secretaria del Tesoro de Brasil. Este país ha suscrito acuerdos con China para levantar el mayor puente colgante marítimo del país y han hecho alianza con Huawei, empresa que se convirtió en su mayor suministrador de equipos de redes con miras al gran mercado para la Ruta de la Seda Digital china.
Argentina anda por el mismo camino y hoy China es su mayor socio comercial. Las tropas amarillas se disponen a construir una nueva planta nuclear cerca de Buenos Aires. También instalarán compañías ferroviarias chinas y mejorarán todo el sistema ferroviario argentino. Otro de los datos aportados por Bergman es que el Ejército chino gestiona una estación de investigación espacial en la provincia de Neuquén.
Pero, ¡ojo!, aunque evitando las muestras de agresividad, las pretensiones de China de liderazgo político internacional son cada vez más sólidas, lo que significa que las tensiones con Washington serán cada vez más probables. Los esfuerzos de China en América Latina tienen como objetivo ampliar las relaciones a largo plazo.
Lo que quieren y no dicen
La columnista nos invita a recordar a Evan Ellis, profesor de investigación sobre Latinoamérica en el US Army War College Strategic Studies Institute, quien ha expresado: «Si bien el telescopio no tiene un objetivo abiertamente militar, la dirección del Mando Sur de Estados Unidos lo ha mencionado como objeto de preocupación, dado que es concebiblemente capaz de interceptar señales procedentes de América, o de satélites, o de dar soporte a otras misiones estratégicas chinas».
Si vamos más al sur, Chile se sumó a la Ruta de la Seda hace unos tres años y Colombia les ha confiado sus líneas de metro y tranvías. Si la situación política cambia en Colombia, pronto podrían unirse también a la Ruta de la Seda. En Ecuador, China controla las dos principales minas de cobre y una gran parte de la industria petrolífera. En Perú construirán un importante puerto.
Para su trabajo, Bergman rescata algunas opiniones vertidas en diferentes ocasiones que pintan el cuadro con trazos claros: «Estados Unidos está perdiendo Latinoamérica ante China sin dar batalla», declaró el embajador de Ecuador en Washington a Axios en septiembre. «China está esperando, diciendo: ‘Aquí estamos. Os estamos dando dinero’. Lo que quiere es el control, por supuesto, pero eso no lo dice».
Cierra con el profesor Ellis: «No es necesario mostrar las malévolas intenciones de la RPC – República Popular China- en sus actividades en América Latina y el Caribe para concluir que las consecuencias presentes y futuras de esa implicación son graves para la prosperidad, la democracia y las libertades en la región, así como para la seguridad y la posición estratégica de EEUU».
«Los objetivos de China en América Latina y el Caribe son señaladamente consistentes con lo que pretende Pekín a escala global: asegurarse materias primas y alimentos, accesos fiables a [distintos] mercados para sus bienes y servicios (particularmente en los sectores estratégicos y de alto valor añadido), tecnologías estratégicas y capacidades relacionadas».
En Venezuela, las empresas chinas ingresaron hace unos años con impresionante empuje comprando todo lo que encontraban a su paso. Hoy, simplemente, no se sabe qué ocurre porque la opacidad manda.
Con el pie en el freno
El Banco Mundial acaba de rebajar su previsión de crecimiento para 2022 por ómicron. Estados Unidos, China y los países desarrollados crecerán menos de lo previsto, pero también Latinoamérica, cuya economía crecerá solo un 2,6%, frente al 6,7% de 2021.
Según su informe para América Latina, la región perderá terreno: “El continente crecerá un 2,6% en 2022 y un 2,7% en 2023, después de una fortísima recuperación del 6,7% el año pasado, y se enfrenta a importantes riesgos como un aumento abrupto en la cantidad de casos de COVID-19, tensiones en la financiación y estrés relacionado con la deuda, prevé el organismo. Las proyecciones implican que la región perderá terreno en el ingreso per cápita no sólo en relación con las economías avanzadas, sino también con las de Asia oriental y el Pacífico y las de Europa y Asia central.
Por países, la economía de Brasil se desacelerará hasta el 1,4% en 2022 y repuntará al 2,7% en 2023. El crecimiento de México, por su parte, disminuirá según las proyecciones hasta el 3% en 2022 y el 2,2% en 2023. En Argentina, el crecimiento se desacelerará al 2,6% en 2022 y al 2,1% el año siguiente, mientras que los fuertes rebotes observados en Chile, Colombia y Perú en 2021 también se debilitarán en 2022 y todavía más en 2023.
En Centroamérica, el crecimiento se mantendrá sólido en 2022 en un 4,7%, debido a la mejora en las perspectivas respecto de la vacunación y la entrada firme y continua de remesas”.
No todo es negativo
Las pretensiones geopolíticas de China y Rusia son reales. También su presencia creciente en América Latina. Por los momentos, China quiere materias primas y Rusia importancia geopolítica.
Estados Unidos, que parece estar dejando hacer, detrás del paravan no tan ingenuo del wait and see, no obstante mira el asunto como una potencial amenaza a sus intereses. “Si las izquierdas fortalecen estos vínculos como un contrapeso al «Imperio», las nuevas derechas buscan lazos económicos sin definir estrategias y posibles tensiones geopolíticas”, razonaba Claudia Detsch, Socióloga y editora de la revista Nueva Sociedad en un excelente trabajo publicado en 2018, cuyas premisas demuestran hoy su contundente vigencia.
Esta analista avizora que las presiones sobre la región aumentarán, lo que no ha dejado de ocurrir. Es favorable el que Latinoamérica se deslastre del tutelaje norteamericano y se oriente hacia un mundo bipolar pero recomienda que, como bloque, no debe reaccionar pasivamente ante un mundo que cambia vertiginosamente. “Los gobernantes de la derecha latinoamericana –escribió- que se consideran muy pragmáticos, aún no han contemplado la posibilidad de que Moscú influya en las elecciones. Pero no se debería desatender esta idea: la izquierda y los gobiernos críticos de Occidente son más útiles a los intereses de Rusia”. Recordemos, como dato del pasado reciente, la advertencia del gobierno de Trump sobre la intromisión de Rusia en la campaña electoral mexicana a favor de López Obrador. ¿Por qué no ocurriría los mismo en otros países?
Imaginamos lo que será un contexto de desaceleración económica con la posibilidad del advenimiento de gobiernos de signo o tendencia izquierdista, los que usualmente son geniales haciendo oposición pero fracasan en el ejercicio del gobierno. Sus gerencias en la economía y la gestión social no han podido ser más desastrosas y el ejemplo de Venezuela es el más contundente. Sin mencionar que las jugosas ofertas de las ex potencias son atractivas e inducen al negocio fácil, recursos que no permean, precisamente, para beneficiar a una población desistida que lucha por sobrevivir. Antes bien, desaparecen bajo las turbulentas aguas de la corrupción.
Pero no todo es negativo. Para los investigadores chilenos no siempre las protestas son perjudiciales, más bien lo contrario. Si los gobiernos no logran manejar bien las expectativas y satisfacer las demandas de la ciudadanía, habrá reclamos pero no siempre tienen que ser violentos y destructivos. Si son pacíficos, constituyen un mecanismo valioso para defender los derechos ciudadanos e impulsar reformas y cambios sociales y políticos.
“Hablar menos y hacer más”
La Iglesia continental, país por país, se ha adelantado a estos análisis, prefigurado escenarios como advertencia y recomendado acciones y actitudes que eviten a nuestras naciones más calamidades. Orientan a reconocer el meollo de los problemas y no depender, como patéticos arlequines, ni de tiranos locales ni de intereses geopolíticos ajenos a nuestra realidad.
La Conferencia Episcopal Panameña (CEP) exhortó a la ciudadanía, Iglesias e instituciones del país a “hablar menos y actuar más”, refiriéndose a la necesidad de formar un proyecto de país que sobrepase los gobiernos y dé paso a un proceso de renovación nacional. Los venezolanos, apenas terminó su Asamblea Anual llamaron la atención acerca de la prioridad, cual es, “Refundar al país desde la ciudadanía” y sentenciaron que “el lujo que ostentan unos pocos ofende a Dios y a los hermanos”. Ante la crisis sin precedentes fueron tajantes: “Es un pecado que clama al cielo querer mantener a toda costa el poder y pretender prolongar el fracaso e ineficiencia de estas últimas décadas: ¡es moralmente inaceptable!”.
Los obispos colombianos se han manifestado contra la violencia y la muerte en los enfrentamientos entre grupos irregulares en la frontera colombo-venezolana. Los chilenos siguen el proceso constituyente con atención, resaltando la posibilidad de evolucionar en la dinámica política sin la sombra de un pasado traumático que ha dividido a la sociedad por décadas.
Tan sólo citando esos cuatro casos, vemos los esfuerzos de la Iglesia latinoamericana por restaurar el tejido social en nuestros países para fortalecer a la clase media, a quienes trabajan y hacen país, a fin de que nuestro continente siga siendo la esperanza. Es preciso recuperar la convivencia -al márgen de los opacos intereses que dominan la escena política- como premisa para reconstruir nuestras instituciones y hacer sólida nuestra economía.
El trabajo mancomunado, socialmente organizado y pensado en el bien común, puede despachar a gobiernos de fuerza con agendas ajenas a las reales necesidades de nuestros pueblos, y evitar encadenarnos a marcadores foráneos que pongan en riesgo la estabilidad de nuestros gobiernos.
La Iglesia actúa como una especie de limpiavidrios que se activa cada vez que el cristal se empaña. Aporta claridad y serenidad de espíritu. No es la polarización, artificial y artificiosa la que nos sacará adelante. No tenemos por qué depender de imperios de uno y otro signo, sino crecer como naciones en la prosperidad y la solidaridad.
Sólo así hallaremos justicia y paz. En eso, la Iglesia Católica está clara y por ello su discurso siempre apunta en la misma dirección: dar testimonio, hablar menos y hacer más.-