Macri y el fin del relato
Mauricio Macri llegó al poder con un slogan: “Cambiemos”. Los argentinos votaron por ese cambio, y el cambio no se hizo esperar. En menos de tres semanas, a través de una serie de medidas, el nuevo gobierno comenzó a desarmar el “relato kirchnerista”.
Los doce años anteriores pueden caracterizarse de la siguiente forma: en materia económica, los Kirchner llevaron adelante un modelo restrictivo e inflacionario, maquillando las deficiencias a través de la manipulación –o no publicación- de las estadísticas oficiales. En materia de política exterior, se produjo un alineamiento con regímenes no-democráticos, tanto en América Latina como en el resto del mundo. En lo que a las libertades, la institucionalidad y la democracia respecta, se implantó un modelo autoritario que sistemáticamente intentó coartar la libertad de expresión, controlar la justicia, y utilizar los bienes públicos como propios, llevando al país a niveles de corrupción nunca antes vistos.
Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia en el 2003, lo hizo con un tipo de cambio ubicado cerca de los 4 pesos por dólar. Doce años después, su esposa Cristina Kirchner, abandonó el gobierno dejando una economía distorsionada, con diversos tipos de cambios que fluctuaban desde los 6 pesos por dólar, al cual estaban obligados a liquidar los exportadores de ciertos productos, reduciendo drásticamente la competitividad del sector; pasando por un cambio oficial de 9 pesos por dólar, al cual en la práctica muy poca gente tenía acceso, y el paralelo, llamado “blue”, de acceso irrestricto, que llegó hasta los 16 pesos por dólar. En poco más de una década, los Kirchner devaluaron la moneda en un 300%.
Durante su primer semana en el poder, y cumpliendo sus promesas de campaña, Macri dio un giro total al modelo “K”. Primero, a través de la eliminación de las retenciones a las exportaciones las cuales significaban un freno total al sector exportador y a las economías regionales. Segundo, liberando el tipo de cambio, lo que llevó –a diferencia de lo que sus críticos anunciaban- a un fortalecimiento del peso. Y tercero, a través de la normalización del Instituto Nacional de Estadísticas, que en palabras de su nuevo Jefe, había sido “arrasado” por la administración anterior.
A fines del 2009 el gobierno de Cristina Kirchner logró aprobar una ley de medios de comunicación cuyos objetivos eran claros: desmantelar a Grupo Clarín y disciplinar a otros grupos de medios. Dicha ley estableció también la creación de una oficina llamada AFSCA –organismo encargado de llevar a cabo la implementación de la ley-, el cual hasta hace pocos días atrás estuvo encabezado por un militante kirchnerista, Martín Sabbatella, y cooptado por la agrupación política que él encabeza. Durante el mandato de Sabbatella, el AFSCA se convirtió en uno de los principales verdugos de la libertad de expresión en el país, imponiendo sanciones arbitrarias a medios no adictos al gobierno y aplicando la ley de manera selectiva.
Mientras algunos empresarios cercanos al poder se vieron beneficiados por Sabbatella, otros como Grupo Perfil -a quién se le negó la posibilidad de obtener licencias de televisión digital-, o Grupo Clarín, a quién se le aplicó a mayor cantidad de sanciones y se le negó arbitrariamente su plan de adecuación a la ley, fueron asfixiados hasta el último día.
Días atrás, Mauricio Macri decidió intervenir el AFSCA, sosteniendo, entre otras cosas, que la misma se había convertido en una caja para financiar la militancia política. Al mismo tiempo, ordenó una auditoría para investigar compras, contrataciones, juicios, y la polémica política de recursos humanos del organismo. La medida fue apoyada por la gran mayoría de los sectores políticos del país.
Si bien Argentina nunca formó parte del bloque de países pertenecientes al ALBA, Cristina Kirchner nunca ocultó sus preferencias por el tipo de régimen que existe en Venezuela. Ya sea por razones ideológicas, o por negocios poco transparentes, las relaciones entre ambos países se vieron marcadas por hechos de corrupción y por el silencio cómplice ante las evidentes violaciones a los derechos humanos.
Durante su campaña Macri ya se había pronunciado sobre la grave situación que atraviesa Venezuela, y había anunciado que tras asumir, llevaría el tema al Mercosur. Así lo hizo la semana pasada, convirtiéndose en el primer presidente en funciones de América Latina en pedir abiertamente y frente a sus pares de la región, la liberación de todos los presos políticos.
Mauricio Macri representa una nueva forma de hacer política y de gobernar. Dejando de lado las ideologías de izquierda o derecha, Macri parece decidido a mirar hacia adelante, centrando su accionar en políticas públicas modernas, al servicio de la gente y no de algunos sectores; respetando la institucionalidad y construyendo sobre ella; escuchando las voces críticas y aprendiendo de los errores.
Algunos pocos, que hicieron del kirchnerismo un culto y de la militancia una religión, que irrespetaron leyes y abusaron de su poder, querrán ahora convertirse en los paladines de la democracia y denunciarán cada acción del nuevo gobierno que tienda a cambiar el modelo autoritario que ellos implantaron. El éxito de Macri no solo dependerá de su capacidad para llevar adelante políticas transformadoras, sino también de su habilidad para comunicar a todos los argentinos – y también al mundo- que estos cambios no solo son necesarios para sacar adelante a un país estancado, sino indispensables para recuperar ciertas instituciones democráticas que el kirchnerismo avasalló.
Ezequiel Vázquez-Ger es director del Centro de Investigación Periodística en las Américas. Twitter @Ezequielvazquez