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Macri y Fernández se abrazan “por la paz” a pedido de la Iglesia argentina

A dos días del traspaso del mando, ambos líderes escenifican una armonía sin precedentes

El presidente Mauricio Macri y su sucesor, Alberto Fernández, se abrazaron durante varios segundos. Los observaban buena parte de sus ministros, los que se van y los que vendrán, y una multitud reunida frente a la Basílica de Luján, el mayor santuario en honor de la Virgen María que hay en Argentina. El gesto fue nimio, pero su trascendencia política entusiasmó a la Iglesia, organizadora del encuentro. Desde el regreso a la democracia en 1983, los pases de manos en la Casa Rosada fueron conflictivos. El más recordado data de hace muy poco. En 2015, Cristina Fernández de Kirchner se negó a entregar el bastón de mando a Macri. Cuatro años después, su delfín político, Alberto Fernández, protagonizará una sucesión sin rencores.

La puesta en escena no pudo ser mejor. Un día soleado, con la imponente basílica de Luján (ubicada a 60 kilómetros al oeste de Buenos Aires) a la espalda y los presidentes entrante y saliente acompañados por todos sus hombres de confianza. Tras la misa de rigor, el arzobispo Jorge Scheinig invocó por el abrazo de la paz. “Estoy muy contento de haber compartido la homilía de hoy en la Basílica de Luján con Mauricio Macri y dirigentes políticos de diversos espacios. La Argentina que viene necesita del trabajo conjunto de todos. Para eso debemos ponerle fin a esa grieta que tanto daño nos ha hecho”, escribió más tarde Alberto Fernández en las redes sociales.

Una lectura atenta encuentra mensajes de Fernández hacia Macri. El “trabajo conjunto” ha sido un pedido de apoyo opositor en un Congreso en el que el peronismo tendrá que compartir el poder con el macrismo. La apelación a la “grieta” entre peronistas y macristas recuerda que fue el propio Macri el que la abonó durante su mandato, convencido de que el pavor a Cristina Fernández de Kichner le sumaba votos. La expresidenta no estuvo en Luján. Tampoco la actual gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal y el alcalde de Buenos Aires, el único dirigente macrista que repetirá mandato. Ambos, la gobernadora y el alcalde, disputarán a partir del martes el liderazgo de la oposición al presidente saliente.

“Todos somos conscientes que lo que viene, lo que ya estamos viviendo en el mundo, en nuestra América Latina. Necesitamos promover una cultura del encuentro (…) Debemos hacer todo lo posible por no caer en la tentación de querer destruir al otro”, dijo el arzobispo Scheinig. Macri y Fernández escuchaban, antes del abrazo final. La foto quedará como postal del inicio del nuevo Gobierno, aunque no es seguro que su relevancia se sostenga en el tiempo. Fernández ha achacado a Macri que deja una economía “arrasada”, y le pidió sinceridad en el balance que ha hecho de su Gobierno. Para el presidente saliente, sus cuatro años en el poder han sentado las bases para, al fin, un crecimiento sostenido, pese a que Argentina suma tres años consecutivos de caída del PIB, el peso ha perdido el 60% de su valor, la deuda externa se ha vuelto impagable y que, por primera vez desde la crisis de 2001, la pobreza ha roto la barrera de los cuarenta puntos.

El optimismo de Macri alcanzó su cénit el sábado, durante un mitin de despedida en la Plaza de Mayo. Ante decenas de miles de personas, Macri prometió a sus seguidores que se convertirá en un defensor “de la democracia, la calidad institucional y nuestras libertades”, valores que asume para sí y enrostra al peronismo kirchnerista, al que considera autoritario y corrupto. Sobre un pequeño escenario que el Gobierno montó frente a la Casa Rosada, Macri dijo que hará desde el llano “una oposición constructiva y no destructiva”. Luego se despidió con lágrimas en los ojos ante una multitud que gritaba “la queremos presa”, en referencia a Cristina Fernández de Kirchner, la ahora vicepresidenta que está sospechada en múltiples casos de corrupción. El martes será el día uno del próximo Gobierno, y se verá por fin la sinceridad de los gestos.

 

 

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