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Macron gira a la derecha para cerrarle las puertas del Elíseo a Le Pen

El presidente teme hundirse por culpa de los fallos de sus políticas liberal-reformistas

El presidente Emmanuel Macron intenta evitar su hundimiento político girando a la derecha, como han hecho la sociedad y los electores, en Francia y la gran mayoría de los países europeos, donde derechas y extremas derechas son las fuerzas que han crecido de manera espectacular.

Macron tiene una mayoría simple y dividida en la Asamblea Nacional (AN, primera camera del Parlamento francés), que hace muy difícil proponer reformas y gobernar a medio y largo plazo. En una AN de 577 escaños, se necesitan 289 diputados para tener la mayoría absoluta y poder gobernar con libertad. Macron solo tiene 250 escaños, divididos en tres partidos: Renacimiento, el del presidente, con 170 escaños; Horizontes, el de Édouard Philippe, con 29 diputados; y Movimiento Democrático, el partido centrista, con 51 diputados.

Cuando Macron deseó votar su proyecto de Ley destinado a dar un frenazo a la inmigración, el mes de diciembre pasado, esa mayoría simple se resquebrajó: miembros del Gobierno y diputados de centro izquierda se abstuvieron o votaron en contra. La gran reforma que iniciaba el giro conservador de Macron fue aprobada con los votos de Le Pen y la derecha tradicional, que tienen 88 y 62 diputados, respectivamente.

Futuro complicado

Comenzaba el macronismo conservador, de muy complicado futuro. Varios ministros amenazaron con dimitir, numerosos diputados se distanciaron de Macron, que decidió precipitar la crisis y formar un nuevo gobierno con personalidades de la derecha tradicional, como Bruno Le Maire, católico con familia numerosa, o Gérald Darmanin, conservador histórico, que ya fueron ministros y colaboradores de Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, los dos último presidentes de la derecha histórica.

Como primer jefe de Gobierno de su giro conservador, Macron eligió a Gabriel Attal, que dio el tono en sus primeras intervenciones: «Ley y orden». «Preferencia nacional». «Respeto de nuestra soberanía». Terminología conservadora tradicional.

Hay otras razones de fondo del giro a la derecha de Macron. Entre el 35 y el 40% de los franceses se dicen conservadores, de derecha moderada o tradicional. Desde hace treinta años, una mayoría del 32 al 35% de los obreros franceses votan a la extrema derecha de la familia Le Pen. En las legislativas del mes de junio de 2022, todas las izquierdas juntas, extrema, socialista, comunista y ecologista, consiguieron menos votos y menos escaños que la extrema derecha, instalada en el podio ganador del primero o segundo partido de Francia.

Si hoy se celebrasen presidenciales, Marine Le Pen se cotiza como posible ganadora, contra cualquier rival de izquierda y derecha. Las próximas presidenciales (2027) todavía quedan muy lejos. Pero los sondeos sitúan a la extrema derecha de AN como el partido más votado en las elecciones europeas del próximo mes de junio, con un 25/27% de intenciones de voto, a la alza, y casi diez puntos de ventaja sobre el partido de Macron.

El crecimiento de la extrema derecha francesa viene de lejos y coincide con la victoria, el crecimiento e incluso el gobierno, en solitario o en coalición, de las derechas y extremas derechas europeas, de Italia a Finlandia, de Holanda a Eslovaquia, pasando por Hungría, sin olvidar a la Polonia «recentrada».

Autoridad, seguridad, hostilidad a la inmigración, intereses nacionales y una brizna de eurofobia son los temas emergentes en toda Europa.

En Alemania, la socialdemocracia histórica del SPD está en crisis, cuando ha surgido un nuevo partido de extrema izquierda populista que busca votos en el caladero de la pujante extrema derecha. En Italia, las izquierdas también viven su fragilidad y división histórica, cuando la personalidad conservadora de Giorgia Meloni domina la escena nacional.

Los triunfos electorales del conservadurismo más firme en Eslovaquia y los Países Bajos confirman la ascensión ‘imperial’ de las nuevas derechas europeas. En Ámsterdam, Geert Wilders es presentado como el Donald Trump holandés. En París, Macron teme que una derrota de su partido, Renacimiento, clasificado como ‘segundón’ en las elecciones europeas, detrás del partido de Le Pen, confirme su aislamiento en el futuro Parlamento Europeo (PE), con previsible mayoría conservadora, recordando su fragilidad política nacional.

Como primer jefe de Gobierno de su giro conservador, Macron eligió a Gabriel Attal, que dio el tono en sus primeras intervenciones: «Ley y orden»

Tabla de salvamento

Hundidas las izquierdas socialistas y comunistas, en Francia y también en Europa, Macron teme pasar a la historia como el presidente que abrió a Marine Le Pen y la extrema derecha las puertas del Elíseo y el gobierno de Francia, esperando que un giro político a la derecha le permita reconstruir su imagen personal y salvar su mandato presidencial.

Primero, el Macron ‘liberal reformista’ agravó los déficits y la deuda pública. Bruno Le Maire, antiguo director de gabinete y ministro con Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, ha recibido la consigna conservadora de bajar los impuestos.

El Macron ‘tolerante’ con la inmigración agravó todavía más el problema. El ministro del Interior, Gérald Darmanin, antiguo portavoz de Sarkozy, ha recibido la consigna de dar un ‘cerrojazo’ migratorio.

El Macron ‘cosmopolita’ se fotografiaba con cantantes multiculturales. Rachida Dati, ministra de Justicia de Sarkozy, ha recibido la consigna de defender la llamada «preferencia nacional» francesa.

Gabriel Attal, nuevo primer ministro, antiguo militante adolescente de Ségolène Royal y desafortunada aspirante socialista a la Presidencia de Francia, ha recibido la consigna de poner en solfa la ‘nueva política’: «Nuestra primera gran tarea será guardar el control de nuestro destino: la seguridad y la soberanía nacional son los objetivos absolutamente prioritarios, que comienzan con el mejor control de la inmigración», afirmó de manera significativa.

 

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