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Macron hará concesiones para dividir a los sindicatos y lograr reformar las pensiones

Varios centenares de miles de funcionarios y sindicalistas del sector público se manifestaron el martes en toda Francia, para protestar contra el proyecto de reforma del sistema nacional de pensiones, perturbando considerablemente el tráfico ferroviario, el metro y los autobuses, en París y otras grandes. Según el Ministerio del Interior, 615.000 personas se manifestaron en París y un centenar de ciudades de Francia (67 millones de habitantes). Movilización quizá significativa, pero nada espectacular, incluso aunque los sindicatos anunciasen cifras de alrededor de 1.800.000 manifestantes para toda Francia.

Según la CGT (Confédération Générale du Travail, sindicato ligado históricamente al PCF) en París desfilaron otros 350.000 manifestantes. El Ministerio del Interior calcula, por el contrario, que solo hubo 76.000 manifestantes en la capital. Cifra evidentemente insignificante. Incluso si la realidad estuviese más o menos próxima de las cifras sindicales, se trataría, de cifras importantes, sin duda; pero nada espectaculares en un área urbana (París/región parisina) de 12,6 millones de habitantes.

Si la tercera gran jornada de huelgas y manifestaciones tampoco consiguió paralizar ni bloquear Francia, como amenazaban los sindicatos del transporte público, es evidente que ayer fue un día negro: atascos kilométricos para entrar y salir de París y largas colas de espera para poder tomar un metro, un autobús o un tren.

¿Hasta cuándo durará la crisis y prueba de fuerza entre los sindicatos del sector público y el Gobierno de Emmanuel Macron..? Édouard Philippe, primer ministro, ha invitado a los sindicatos y la patronal a discutir juntos el futuro de la crisis, este mismo miércoles, subrayando su «determinación», pero insistiendo en que «la crisis debe terminar sin victoria ni derrota para nadie». Durante la jornada de huelga y manifestaciones del martes, los sindicatos se presentaron unidos, sin ocultar completamente posiciones sensiblemente diferentes. La CGT pide la retirada pura y simple del proyecto de reforma que debe suprimir 42 regímenes especiales, sustituidos por un nuevo sistema, único y universal. La CFDT (Confédération Française Démocratique du Travail, históricamente ligada a distintas familias socialistas) acepta el principio de la creación de un nuevo sistema único y universal de pensiones, suprimiendo los 42 regímenes especiales.

Algunos sindicatos esperan prolongar la crisis hasta Navidad. La dirección de la SNCF (Société Nationale des Chemins de Fer Français, equivalente a la Renfe española) ha tomado medidas excepcionales, diciendo que se «compromete a cumplir con sus compromisos» con todos los viajeros con billete, hasta hoy.

Objetivos estratégicos

El Gobierno de Emmanuel Macron, por su parte, espera poder negociar puntos parciales de la reforma, con dos objetivos estratégicos: romper la unidad sindical y sacar adelante su proyecto de reforma, quizá más aplazado en el tiempo, con algunas concesiones a los sectores dispuestos a negociar algunos puntos concretos.

La CGT es el sindicato mayoritario en la SNCF y los transportes públicos. Pero el sindicato UNSA (Union Nationale des Syndicats Autonomes) es el segundo y el primero en los transportes públicos. Laurent Escure, secretario general de UNSA, ha declarado que es posible acabar con las huelgas «si el gobierno hace algunas concesiones».

La CGT es el sindicato históricamente más poderoso de Francia. Pero la CFDT le está robando el primer puesto. La CGT sigue pidiendo la retirada «completa, total» del proyecto de reforma del sistema nacional de pensiones y jubilaciones. La CFDT, por el contrario, acepta el principio de la sustitución del actual sistema por un nuevo modelo, «único y universal», pero espera conseguir algunas concesiones de fondo.

UNSA espera de Macron la supresión de la «cláusula del abuelo»: el nuevo sistema de pensiones solo se aplicaría a los jóvenes que comenzasen a trabajar ahora, o mañana, en los transportes públicos, salvando así los privilegios actuales para los funcionarios, hasta su futura jubilación. CFDT espera de Macron la supresión de la nueva «edad bisagra», los 64 años… cuando podría continuar trabajándose, ganando puntos para mejorar la futura negociación.

Hay muchos otros puntos de posible discusión con ferroviarios, conductores de metro y autobús, enfermeras, médicos, empleados del sector público. Son también, muy numerosos los partidarios de seguir exigiendo la retirada total y completa de la reforma.

Emanuel Macron, por su parte, se dice siempre «sereno y determinado, dispuesto a dialogar, pero firme en el principio de la reforma». La prueba de fuerza sigue su curso, imprevisible, inflamable. Tras la batalla en curso, Francia está viviendo una suerte de «recomposición» del poder sindical. La CGT ha perdido el monopolio de la contestación global, apoyada por la izquierda radical. La CFDT y nuevos sindicatos emergentes, como la UNSA, aspiran a crecer presentándose como reformistas.

 

 

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