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Macron reconfina toda Francia para frenar la segunda ola, «más mortífera que la primera»

El presidente francés anuncia un nuevo confinamiento que durará como mínimo hasta el 1 de diciembre. Las escuelas e institutos seguirán abiertos, igual que la industria y la construcción

El presidente francés, Emmanuel Macron, dijo que haría “todo lo posible” para evitar un nuevo confinamiento. Pero su promesa ha sucumbido ante el avance descontrolado de la segunda ola del covid-19 en Francia. “He decidido que debemos recuperar a partir de este viernes el confinamiento en el conjunto del territorio nacional que nos permitió frenar el virus”, ha asegurado este miércoles por la noche el joven dirigente. Durante un discurso televisivo desde el Elíseo, ha anunciado que los franceses tendrán que encerrarse en sus casas al menos hasta el 1 de diciembre. Francia sigue así el ejemplo de otros países europeos, como Irlanda, República Checa o Gales, en Reino Unido.

A partir del viernes, cerrarán todos los bares y restaurantes. También lo harán los establecimientos culturales y deportivos, así como los comercios no esenciales. Los desplazamientos quedarán limitados a un máximo de un kilómetro, excepto para ir a trabajar, a un centro médico o a atender a un familiar que lo necesite. Pero se permitirá salir a pasear o a correr durante una hora al día, como ya sucedió en marzo y abril.

A diferencia del primer confinamiento, esta vez se mantendrán abiertas las escuelas e institutos, aunque cerrarán las universidades. Los cementerios también estarán abiertos. También se permitirán las visitas en las residencias de ancianos, bajo el respeto de unos estrictos protocolos sanitarios. Si con estas restricciones se logra frenar el avance de la epidemia, podrían suavizarse desde mediados de noviembre con la reapertura de las tiendas no esenciales. “Nuestras fronteras entre países europeos seguirán abiertas y, excepto casos excepcionales, estarán cerradas” con los países extracomunitarios, declaró el dirigente centrista.

“Nuestro objetivo es pasar de 40.000 a 5.000 casos diarios”, defendió Macron, que con este estricto dispositivo espera aplanar la curva en un país donde el miércoles se registraron 36.437 nuevos casos y 244 muertos por el coronavirus, por un total de más de 35.000 decesos. “Si ahora no damos un frenazo brutal en los contagios, nuestros hospitales quedarán saturados muy rápidamente”, afirmó el presidente, quien recordó que “unos 9.000 pacientes se encontrarán en los servicios de cuidados intensivos a mediados de noviembre”.

El fracaso del toque de queda

Este reconfinamiento refleja el fracaso de la estrategia del Gobierno francés de “probar, trazar y aislar”. Macron defendió en verano que esta vez estarían preparados para afrontar una segunda ola sin aplicar otra cuarentena. “Hay que aprender a vivir con el virus”, insistía. Sin embargo, el número de positivos se multiplicó desde finales de agosto. Primero, en la región de Marsella, una de las más turísticas. Luego en París, con la ‘rentrée’ en septiembre. Según el experto en enfermedades infecciosas Gilles Pialoux, “la dificultad” ahora es que la epidemia es “nacional” y “no está concentrada” en algunas regiones, como sucedió en primavera en Francia. La circulación del virus “está fuera de control”, reconoció en declaraciones a la AFP.

De hecho, un grupo destacado de médicos franceses ya advirtió el 13 de septiembre en una tribuna en el ‘Journal du Dimanche’ de que había llegado el momento de “silbar el final de la recreación”. Esa misma semana, el doctor Jean-François Delfraissy —el Fernando Simón francés, aunque menos mediático— aseguró que “se deberían adoptar algunas decisiones difíciles”. Pero el Ejecutivo centrista prefirió esperar ante el miedo de lastrar la incipiente recuperación económica. El goteo semanal de restricciones terminó llegando desde finales de septiembre. Primero, con el cierre de bares en Marsella y París. Después, el 14 de octubre, la cosa ya se puso seria: Macron anunció un toque de queda a partir de las nueve de la noche, que actualmente afecta a 46 millones de franceses.

“El toque de queda no ha dado los resultados que podíamos esperar”, reconoció este miércoles el presidente de la Federación de los Hospitales de Francia, Frédéric Valletoux, durante una entrevista matinal en la emisora France Inter. Aunque es pronto para hacer un balance exacto de la eficacia del confinamiento nocturno, los datos reflejan una situación epidémica crítica. Más de 500 personas fallecieron el martes por el covid-19, 288 de ellas en los hospitales y 235 en las residencias de ancianos, donde la situación se complica. De un total de 5.800 camas de reanimación, 2.900 ya están ocupadas por enfermos del coronavirus. Los porcentajes de positivos en los test pasaron de un 5% en septiembre a más del 15% ahora.

“En Europa, todos estamos sorprendidos por la evolución del virus”, ha declarado Macron sobre el impacto de la segunda ola en el Viejo Continente. “Podemos decirlo, Europa vuelve a ser el nuevo epicentro de la epidemia”, reconocía este miércoles el director general de Salud francés, Jérome Salomon, quien advirtió: “Nos enfrentamos a una segunda ola que podría ser superior a la primera”. Además de Francia, Alemania también ha anunciado esta tarde el cierre durante un mes de los restaurantes y de todos los establecimientos culturales y deportivos. Unas restricciones que impactarán en la incipiente recuperación de la economía alemana, principal motor de Europa.

Intentar frenar la sangría económica

“No creo en la oposición entre salud y economía que algunos quieren instalar”, ha asegurado Macron. Aunque ha aconsejado el teletrabajo, ha pedido que se mantenga a pleno rendimiento la actividad agrícola, industrial, en la construcción y en los servicios públicos. De esta forma, el Ejecutivo confía en contener el impacto económico del nuevo confinamiento. Según las autoridades francesas, este hará disminuir el PIB en un 2,5%, lo que agravará una recesión económica que debía ser del 10%.

“Toda la economía francesa puede hundirse”, aseguró Maxime Berkaoui, de 31 años, que trabaja en los servicios de correos. Sentado junto a dos amigos en una terraza al lado del famoso Canal de Saint-Martin, dijo que consideraba el nuevo confinamiento “como una medida demasiado extremista”. Una incomprensión compartida por muchos de los parisinos, que aprovechaban una de las últimas tardes en que los cafés seguían abiertos.

“Metro, boulot, dodo [metro, trabajar, dormir]”. Esta famosa expresión francesa resume en lo que consistirá la vida de millones de franceses a partir de ahora. Muchos de ellos deberán seguir yendo a trabajar, corriendo el riesgo de contagiarse en los transportes públicos, pero se verán privados del resto de sus libertades. Una realidad que corre el riesgo de acentuar el malestar en la hirviente sociedad francesa. A diferencia de Italia o Alemania, en Francia las manifestaciones contra las medidas sanitarias han destacado por su ausencia. Al menos por ahora.

 

 

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