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¿Madura la operación contra Maduro?

Es improbable una invasión armada a Venezuela, tan improbable como que Maduro salga por las buenas del poder.

Nicolás Maduro dice que en Venezuela “nadie” quiere la intervención que pide el expresidente Álvaro Uribe | MUNDO | EL COMERCIO PERÚ

 

Por lo que se ve hasta hoy, no es seguro que Donald Trump repita la aventura que llevó a su predecesor, George Bush padre, a deshacerse de Manuel Antonio Noriega en 1989. Ronald Reagan, el presidente anterior, venía hostigando de varias maneras al dictador panameño, si bien la invasión propiamente dicha la condujo el presidente 41º recién posesionado.

Se acusa a Nicolás Maduro, junto con el grupo dominante de generales venezolanos, de ser ni más ni menos que los jefes del Cartel de los Soles, el cual ya figura como una “organización terrorista mundial”, máximo calificativo utilizado en esos casos. Y no es solo una acusación de Trump; se presume que lo mismo confesó Ovidio Guzmán, el hijo del Chapo, mafioso mexicano, un poco a la manera en que Carlos Lehder acusó en su momento a Noriega de estar conectado con el Cártel de Medellín. Etiquetar a los cárteles como grupos terroristas de alcance mundial no es apenas una medida publicitaria, sino que permite a Estados Unidos combatirlos con otros elementos del poder, diga usted las agencias de inteligencia, el Departamento de Defensa, el FBI, las embajadas y demás. Por lo pronto, a Maduro le incautaron 700 millones de dólares, algo que se presume apenas una pequeña fracción de lo que el antiguo conductor de autobús se ha robado en los doce años que lleva a cargo del botín.

Karoline Leavitt, portavoz de la Casa Blanca, dijo que Estados Unidos está decidido a usar “todo su poder” para frenar el tráfico de drogas desde Venezuela. Por supuesto que no se sabe en qué consiste usar “todo el poder”. Por algo, los medios de Estados Unidos no dicen mucho sobre las intenciones de la presión naval y aérea que ha montado Trump en las últimas semanas. ¿Es que no saben? Sí y no o todo lo contrario. El presidente del peluquín es impredecible por costumbre. De tarde en tarde actúa de forma intempestiva y rabiosa, por ejemplo en el caso reciente de Irán, pero con mayor frecuencia flexiona los músculos para mostrar fuerza, hace aspavientos y después no pasa nada.
Miremos con más cuidado la realidad potencial de la amenaza de Trump. Si la invasión a Panamá es un antecedente ineludible, en aquella ocasión desembarcaron 27.000 marines. El ejército venezolano ha sido calculado en 120.000 efectivos, a los que Maduro dice que se sumarían la improbable cifra de 4.000.000 de reservistas, una milicia no profesional cuya capacidad no ha sido probada. De más está decir que la comparación de números es engañosa, ya que los marines son mucho más eficaces que los venezolanos e irían con un propósito claro y planificado. En cualquier caso, para desembarcar en Venezuela y arrestar a Maduro, a Diosdado Cabello y demás cómplices, sí se requiere de un número de soldados mucho mayor que los 4.000 marines que hasta ahora están desplegados. Estos no alcanzan ni de cuota inicial. ¿Es posible que al final se utilice la suficiente fuerza y se realice la operación? Claro que es posible. ¿Fácil? No es fácil.

Otra opción sería detectar un movimiento en falso del mandamás venezolano y lanzarle al morro un misil de precisión que lo borre del mapa, si bien el gobierno de Trump sería acusado de cobardía y demás. Incluso, aunque la legalidad de algo semejante es dudosa, la categoría de “organización terrorista mundial” dada al Cartel de los Soles allana bastante el camino, un poco en la tradición de la muerte de Osama Bin Laden.

Una tercera opción sería que dentro del régimen alguien organice un grupo de asalto que capture a Maduro, lo monte en un avión y se lo lleve a la Florida. No sabe uno cómo se haría algo así, aparentemente difícil, pero vaya que con los 50 millones de dólares de recompensa la operación resultaría en extremo rentable.

Fiel a su tentación retórica, el presidente colombiano Gustavo Petro hace meses viene hablando de revivir la Gran Colombia de Simón Bolívar, “bajo las condiciones del siglo XXI”. Surgida la amenaza de los estadounidenses, la frase cobra un nuevo sentido, pues para algunos de cabeza caliente la contingencia significa que Colombia tendría que enviar efectivos para enfrentar la potencial entrada de los invasores. Dada la inmensa disparidad de potencia militar entre las partes, una decisión por el estilo sería simplemente una locura. En fin, la cháchara de Petro de revivir la Gran Colombia no es más que eso, cháchara. Ningún colombiano sensato le cree ni por un momento.

Según la costumbre, la invasión esbozada sería objeto de protestas en muchas partes, varias de ellas airadas: se oirían gritos de “abajo el imperialismo”, no al país policía del mundo y demás. Dicho esto, a casi nadie que no esté en la nómina directa del régimen mafioso de Venezuela le dolería de veras ver caer a Maduro, un dictador y un mentiroso de siete suelas. Para María Corina Machado y sus copartidarios de la oposición venezolana hay riesgos, pese a que Machado es experta en tomarlos. Cualquier elección libre que se celebrara sin el usurpador a cargo sería ganada por ella con mucha amplitud, sin olvidar que el exdiplomático Edmundo González Urrutia ganó las elecciones el año pasado y sigue siendo el presidente electo. Citemos lo que escribió algún tuitero en estos días: “Si Donald Trump se atreve a tocar a Maduro, que tenga por seguro que toda Venezuela, Bolivia, Chile y Argentina nos vamos a levantar y salir a las calles, ¡para festejar toda una semana!”. Sobra decir que andando el tiempo se revelarían las maturrangas cometidas desde el poder en Venezuela, lo que pondría fin al luto incluso de los más crédulos.

Uno, la verdad, no entiende bien para qué tanta amenaza vacua. Si Estados Unidos va a desalojar a Maduro, que lo haga rápido y de forma contundente. O que no lo haga y deje la lora, como le decimos en Colombia al ruido sin consecuencias. Lo que sí es cierto es que Maduro solo no se va a caer, pues al igual que otros dictadores en el mundo, él tiene el apoyo de los militares del país, a quienes ha venido sobornando desde que asumió el poder en 2013. Nada muy diferente a lo que hacía el propio Hugo Chávez.

En fin, nos tocará seguir atentos a la fétida telenovela venezolana del poder, una en la que los malos hasta ahora van ganando.

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