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Maduro, ¿Cómo te suena? !Pence presidente!

 

El presidente Donald Trump enfrenta una amenaza de impeachment, de juicio político, por parte de la mayoría Demócrata en la Cámara de Representantes y su jefe, Nancy Pelosi. Que se consigan los 2/3 necesarios en el Senado, hoy con mayoría republicana, es otra historia. El Senado nunca ha aprobado condenar y remover un presidente. Para la oposición es obvio que su objetivo central es poner al presidente y su partido a la defensiva, de forma tal que cambie la narrativa electoral y aumenten las chances de victoria del candidato Demócrata en noviembre 2020. Pero eso no será fácil, mucho menos algo automático. Como recordara Nicole Hemmer en un artículo escrito en Vox en 2017:

“Hasta el momento final, Watergate le dio a Richard Nixon una estatura a los ojos de la derecha que nunca había tenido; e incluso luego de su renuncia, la derecha nunca aceptó la narrativa liberal de que se había vivido un momento histórico del periodismo de investigación, así como un momento depurador en la política norteamericana”.

Para algunos lo de Trump es una cacería de brujas; por ello habrá amargura en su respuesta. él será una víctima y los Demócratas unos abusadores

Sin embargo, de triunfar el impeachment, Trump sería sustituido en el cargo por el vicepresidente Mike Pence, que completaría el periodo, con buena oportunidad de ser el candidato Republicano el año que viene. ¿Cómo afectaría ello a la actual lucha latinoamericana contra las fuerzas tiránicas del socialismo del siglo XXI? Veamos primero cómo se están moviendo las cosas.

Trump ha usado los más altos cargos de la administración como una especie de puerta giratoria, por donde pasan personas de su más alta confianza…hasta que la pierden, en buena medida porque no cumplen los deseos de Trump, lo cual suele suceder con mucha frecuencia. Los que más han durado son “yes-men (or women)” que de ninguna manera están dispuestos a criticar o llevarle la contraria a los impulsos extremos del empresario.

Mucho se está escribiendo, asimismo, sobre un posible “efecto bumerán”, que afectaría al partido Demócrata y al precandidato que todavía lidera las encuestas, Joe Biden. De los otros dos precandidatos con más opciones, Elizabeth Warren es aún vista como demasiado radical (ese es su principal reto) y el otro, Bernie Sanders, de mucha popularidad juvenil, ha visto amenazada su posibilidad por culpa de una enfermedad cardiaca que lo ha mandado a reposo por varios días al menos.

El “affair Ucrania” es prueba de que Trump ve a Biden como su más serio rival, el único capaz de hacerle sombra. El mencionado “Efecto Bumerán” consiste en algo de psicología 101: cada vez que se ataque a Trump, inevitablemente se recordará que el hijo de Biden al parecer estuvo metido en negocios oscuros o dudosos en Ucrania. Y que ello sea verdad o no, poco importa, como tampoco si Biden tuvo que ver algo con el asunto. Uno no recuerda una historia completa, con todos sus matices y detalles; lo que viene a la mente es una asociación: “Ucrania-negocios oscuros-hijo de Biden-Joe Biden”. Si se quiere, una variante posmoderna de la muy citada oración sobre “la mujer del César”.

Por vía de dicho Efecto Bumerán, el abuso de Trump va pegado al abuso de Biden. Y si ambos actuaron mal, el más afectado será el Demócrata; que el presidente genere controversia forma parte de su ADN de siempre. Como señala Charles Blow en el Washington Post, Trump sufre del “síndrome de Supermán”: mientras más crisis supere, más invencible se cree.

Es evidente que el trumpismo, como todo populismo, no se basa en una batalla de ideas, de argumentos, sino en quién genera más ruido. Un ruido que es muy efectivo en una sociedad muy polarizada, más pendiente de Twitter que de los análisis racionales.

Aquí entra entonces en escena un hombre callado, de mirada enigmática, Mike Pence. Prototipo del político conservador tradicional, y de un estado (Indiana), del Midwest, una de las regiones que decide las elecciones estadounidenses (de hecho, fue fundamental en la victoria de Trump). Luego de una apreciada carrera parlamentaria, fue electo gobernador en 2011, de donde pasó al actual cargo de vicepresidente.

Y es con Mike Pence que los Republicanos podrían redimirse, luego de su rendición intelectual y ética ante Trump y sus antivalores, su desprecio a la Constitución, y a los principios del partido de Abraham Lincoln. No es casual que todo un listado de grandes analistas, intelectuales y periodistas conservadores hayan roto con el Partido Republicano a causa de Trump; hoy George F. Will, Irving Kristol, Michael Gerson, Kathleen Parker y David Brooks, entre otros, piden la regeneración del GOP, una organización política que se está hundiendo, y junto con ella, las instituciones democráticas.

El surgimiento de Mike Pence como una alternativa presidencial no sería precisamente una buena noticia para los saopauloforistas, sus amigos y clientes. Le generaría a Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Miguel Díaz-Canel o Evo Morales más insomnio del que ya deben sufrir. El mexicano López Obrador tendría enfrente a un presidente de pocas palabras pero firmeza en sus acciones. Y sin la distracción generada por excentricidades o narcisismos.

Sobre la tragedia venezolana Pence ha sido concreto y coherente: Cuba ha robado ha Venezuela más que su libertad; Venezuela es “víctima de dos dictaduras”, Cuba y Maduro. Y ha hecho suyo este mensaje:El Gobierno estadounidense va a seguir con Juan Guaidó y con el pueblo venezolano hasta el restablecimiento de la libertad, la democracia y el imperio de la ley» en ese país”.

Una posible presidencia de Mike Pence sería una buena noticia para un partido Republicano libre del populismo trumpiano y una muy mala noticia para las tiranías del mundo, empezando por la venezolana.

 

 

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