¿Maduro ‘forever’?
Esta vez, y contrario a lo que expresan los delegados de la coalición Guaidó, el chavista acude al “pesaje” con bastante poco que perder
Se anuncia una ronda de negociaciones en México.
Una vez más se verán las caras los voceros de la errática oposición venezolana y los emisarios del insumergible Nicolás Maduro, alguien por quien los apostadores no deban un níquel hace ocho años.
Si todo sigue ocurriendo tal como imagino que Maduro calcula, el bigotazos no solo presidirá los festejos con motivo de los 200 años de la batalla de Ayacucho sino que será candidato para un nuevo periodo presidencial en 2025. Eso lo mantendría, hipotéticamente, en el poder hasta 2031. Mejor no pensar en ello.
Aunque quizá resulte peor no pensar en ello porque Maduro, amigos, no deja de pensar en ello y de actuar en consecuencia.
Esta vez, y contrario a lo que expresan los delegados de la coalición Guaidó, Maduro acude al pesaje con bastante poco que perder. Al contrario, vista de lejos, la ronda ofrecerá a Maduro el escenario y la ocasión perfectos para victimizarse como el líder “progresista” de una nación sudamericana sometida a un bloqueo.
La coartada del bloqueo yanqui ha sido ya probada con éxito por La Habana durante seis décadas. El argumento del bloqueo es falaz pero muy poderoso en el ámbito diplomático. Y en el caso de Maduro, junto con la caída de los precios del crudo, contribuye a ocultar la ineptitud y el saqueo a que el chavismo ha sometido a Venezuela desde hace veinte años.
Los delegados de la dictadura no dejarán de exigir el levantamiento de las sanciones internacionales y revertir así sobre Washington la culpa de la crisis humanitaria venezolana. Sobrará quien les haga coro.
No es sorprendente, pues, que Maduro haya sido quien anuncie campanudamente la inminencia de los diálogos de México y se muestre dispuesto a negociar “con todas las oposiciones” sin ofrecer nada a cambio de antemano. Es previsible, desde luego, que en la antesala del partido, haya medidas de gracia para algún preso político
Ese plural, “las oposiciones”, proferido con sorna por el dictador, singulariza la tragedia opositora: fracturada, sin líderes inspiradores, la descabellada estrategia de uno de sus principales factores al apostarlo todo a un pronunciamiento militar acompañado de una intervención militar yanqui ha resultado equivalente a pintar el piso de espaldas al rincón. El obstáculo más serio a la unidad opositora es el invencible recelo que logró sembrar.
Solo ahora, casi dos años y medio después de los infaustos amagos golpistas maquinados por Leopoldo López, se aprecia cuán dañina pudo ser para la oposición democrática venezolana tanta ciega prepotencia.
Vistas de cerca, la rondas de México tampoco serán, como se piensa, solo un trámite que la esquina de Guaidó debe cumplir como quien traga una bocanada de aceite de ricino para dejar atrás la retórica del “cese a la usurpación y Gobierno de transición” y acudir galanamente a la elección de alcaldes y gobernadores convocada por Maduro para mediados de noviembre.
Para colmo de males, la oposición va a México sin poder siquiera dragonear con la potestad de levantar las sanciones a cambio de elecciones limpias porque, sencillamente, esa potestad no es suya: es de Washington.
El pasado de las sanciones internacionales autoriza a pensar que Biden no las levantará en el futuro previsible, por más que su Gobierno aún brinde apoyo “diplofinanciero” al interinato de Guaidó.
Tengo para mí que la ronda de México ahondará aún más la división entre los partidos opositores. Es claro que para los partidos que la coalición Guaidó dejó al margen de las ventajas de su relación privilegiada con Trump, el previsible fracaso de las conversaciones será el principio del final para Guaidó. Algo muy deseado en el fondo por los demás competidores.
No va a ser nada fácil, en mitad de la pandemia, devolver a los depauperados venezolanos la fe en el voto como arma.