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Maduro ¿Ilegítimo por qué?

 

“¿ILEGÍTIMO POR QUÉ? DESMONTANDO LAS MENTIRAS CON DIEZ VERDADES”, es el título de un artículo publicado el día 23 de enero en la página web Aporrea, por Pasqualina Curcio. Para quienes no sepan quién es la señora Curcio, veo en Google que ella es economista y Dra. en Ciencias Políticas de la Universidad Simón Bolívar, en donde también ejerce la docencia. Asimismo, Fue Viceministra de Redes de Salud Colectiva; es decir, ejerció cargos en la administración pública con el actual régimen, en un área tan delicada como la salud.

La señora Curcio, en su nota, intenta demostrar diez “verdades” que deberían servir para esclarecer diez mentiras que en su opinión divulgan en el mundo los opositores al chavo-madurismo (con el apoyo del Grupo de Lima).

Olvida ella, de entrada, que cada vez que se quiere imponer una verdad, la verdad de un partido, de una ideología, de un líder, de un caudillo, de una tiranía, sin aceptar contrastarla con otras verdades por las sendas democráticas (en la forma como nos ha tenido acostumbrados, por más de 20 años, el chavismo), se está cometiendo un hecho “inhumano”, y políticamente totalitario (en palabras de Hannah Arendt). No hay verdad realmente humana que no salga del terreno del debate plural.

La señora Curcio busca no solo cambiar la verdad factual, sino que transforma el sentido de las palabras y la forma de definir los hechos: en esa misma tónica, muchas veces destacados personeros chavistas han afirmado que Chávez nunca intentó dar un golpe militar en 1992, sino liderar una insurrección popular. Los hechos, tal y como ocurren,  dan lugar a las opiniones, inspiradas por emociones e intereses diversos, y siempre con posibilidad de ser legítimas mientras respeten al menos la verdad factual. Lo cierto es que mucho antes de que apareciera en la escena pública Donald Trump, ya Hugo Chávez era un productor masivo de fake news.

Pero ¿qué afirma ella? que la elección presidencial del 20 de mayo de 2018 es legítima (olvida entonces, que fueron convocadas por un órgano ilegal, como la Asamblea Nacional Constituyente); que las elecciones fueron solicitadas por la oposición en el marco de las negociaciones entre gobierno y oposición en República Dominicana. ¿Cómo puede hacerse tal afirmación de unas negociaciones que no llegaron a nada, que concluyeron sin ningún resultado concreto, como ha sucedido siempre con el chavismo, que solo habla de diálogo cuando busca ganar tiempo?

Habla de los resultados de esa elección como si las hubiera realizado el consejo electoral suizo, o como si no hubieran en ese entonces, al igual que el día de hoy, partidos inhabilitados, líderes opositores exiliados, presos o asesinados; un registro electoral que solo conocen las miembros del Consejo Electoral o el alto gobierno, y un sistema electrónico de votación que, según los propios representantes de la compañía que suministró por muchos años las máquinas y el software (Smartmatic), en las elecciones para elegir la Constituyente, “el Consejo Nacional Electoral había anunciado resultados diferentes a los reflejados por el sistema de votación”. Dicha empresa abandonó el país en marzo de 2018, por lo tanto no participó en las elecciones de mayo.

Ella destaca la participación de 16 organizaciones políticas en la elección mencionada, sin reconocer que en realidad fueron el Partido Socialista Unido de Venezuela y 15 grupos cercanos y serviles al gobierno. Menciona como si gran cosa, la presencia de 18 (sí, 18) periodistas extranjeros, 14 comisiones electorales de 8 países y misiones técnicas electorales (no dice de cuáles países, pero se sabe que son de países o de organizaciones que apoyan o son afines al régimen), 1 europarlamentario (¿tan solo uno?), y representantes del consejo electoral de otro país pluralista y practicante del respeto inter-institucional: la Rusia de Putin.

Un hecho cierto que no menciona es el cada día más abultado listado de personalidades primordiales en su momento del régimen, cercanas incluso a Chávez, que hoy más que nunca desaprueban y censuran a Maduro; menciono algunos nombres: Jorge Giordani, Rafael Ramírez, Héctor Navarro, Luisa Ortega Díaz, Luis Alfonso Dávila, Eva Golinger, Cliver Alcalá, Nicmer Evans, Gabriela Ramírez. Estamos hablando, entre otros, de personas que fueron presidente de la Asamblea Nacional, Ministro de Planificación, Ministro de Educación, Fiscal General, Defensor del Pueblo o presidente de PDVSA, una de las más importantes empresas petroleras del mundo, hasta que Hugo Chávez y Nicolás Maduro la redujeran a cenizas.

Y además de discutirse la legitimidad de origen –que es la única que la señora Curcio menciona- no hay que olvidar la legitimidad del ejercicio de gobierno. No hay espacio en estas líneas para abundar mucho, pero mencionemos varios hechos a la vista de todos: la destrucción institucional (como los permanentes ataques de todo tipo a la Asamblea Nacional, o el derrumbe del sistema educativo, y del sistema de salud), la mayor inflación planetaria; su permanente negativa a la entrada de ayuda humanitaria; la mayor corrupción en la historia latinoamericana -no se sabe todavía con total certeza cuántos centenares de millones de dólares han sido apropiados por los jerarcas del régimen,  sus testaferros y amigos-; y finalmente el hecho de que con el chavismo, Venezuela por primera vez se convierte en un país no receptor de emigrantes –como sucediera en la década de los setenta, cuando las dictaduras militares en el Cono Sur- sino un país exportador de ciudadanos que huyen de una realidad infernal. Ya se habla de 3 millones (casi el 10% de la población nacional), cifra que aumenta día a día. El chavismo ha implicado no solo un cataclismo económico, sino asimismo ético, moral, cultural.

Pero también es obligatorio mencionar que desde el reciente 21 de enero en adelante, ha aumentado la represión, creciendo el número de ciudadanos –jóvenes en su mayoría- asesinados por agentes del régimen así como el número de detenidos –en Yaracuy, los organismos de derechos humanos denuncian hasta la detención de niños, de menores de edad-. Esa es una vez más, la respuesta del régimen –al igual que sus amigos nicaragüenses- a la protesta popular. Y la revolución sandinista, como la chavista, terminó traicionando la causa popular que afirmaba defender. Para el día de hoy jueves 31 de enero, diversas instituciones de derechos humanos han reconocido más de cuarenta asesinatos y 850 detenidos (incluyendo a 77 menores de edad), siempre desde el día 21, o sea en solo diez días. Al parecer, Maduro asimismo ha decretado la «caza del periodista extranjero». Chilenos, colombianos, franceses, españoles, etc. han sido detenidos y/o expulsados, generando innumerables protestas de sus gobiernos.

Maduro, en su desvarío, en medio de este panorama, quiere ahora hablar de nuevo de diálogo, llamando en su auxilio a los sospechosos habituales: López Obrador, Tabaré Vásquez, Evo Morales. Ya Guaidó le respondió con firmeza, en un artículo suyo publicado por The New York Times que de lo único que hay que hablar es del término de la usurpación.

Habla asimismo la autora de “injerencia extranjera”: ¿qué mayor injerencia que la presencia de la dictadura cubana, incluso militar, en nuestro país? Hecho que no por cierto no solo no niegan, sino que por el cual se enorgullecen. Y no hablen por favor de los médicos cubanos: cada día que pasa la opinión internacional se da cuenta de que es un programa donde sus participantes, bajo relaciones de esclavitud, son meros productores de divisas para la Isla.

En las últimas semanas la situación ha cambiado en Venezuela: cosas de la historia: aparece un joven diputado – firme creyente en las instituciones, nada de mesianismos –  Juan Guaidó, de vida familiar y política admirables -sobreviviente, siendo niño, del desastre, por un gran deslave causado por lluvias torrenciales, en su estado, Vargas (al Norte de Caracas, en el mar Caribe, donde está el aeropuerto internacional), en diciembre de 1999, hace casi 20 años- y conduce y renueva, hasta ahora con mucho tino estratégico, las esperanzas ciudadanas. A diferencia de Chávez y Maduro, respetando la constitución. Y no se considera la reencarnación de Simón Bolívar.

Como afirma, en una solidaria carta, atinadamente, un querido amigo colombiano: “hay que cortar las lecturas que considero erradas de la situación: Hay quien habla de intervención, de no intervención, compara la situación de Venezuela con la de Colombia, y varias razones más. A veces es fácil caer en el humor, en la mala lectura de los hechos, la superficialidad y el uso político de la situación. Al final todo eso invita a no hacer nada. (…) Entre los venezolanos que conozco, mi familia, observo la esperanza de un pueblo de un cambio para mejor. Esa es la razón de fondo de este texto: No dejar morir la esperanza”. Y, para ello, Juan Guaidó está haciendo una labor admirable.

Lo cierto es que, como afirma Héctor E. Schamis –Dr. en Ciencias Políticas (Univ. De Columbia) y profesor, entre otros centros académicos, de Cornell y Cambridge- en su columna en el diario El País (Madrid), El gobierno chavista es ilegítimo de acuerdo a la constitución de Hugo Chávez. No deja de tener una cierta belleza poética”.

La señora Curcio tiene derecho a su opinión, sin duda; pero insisto en que la misma solo es legítima si respeta la verdad factual, porque no hay que olvidar nunca que lo opuesto a la verdad de hecho, a la verdad factual, no es la opinión. Es la opinión hecha mentira.

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