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Maduro no tiene quien le escriba

El historiador Manuel Lucena Giraldo responde a la carta que Nicolás Maduro Moros envió a Felipe VI: «Nuestro monarca resulta ser el jefe de Estado de una nación, España, amiga de Venezuela, residencia actual y futura de centenares de miles de compatriotas suyos, entre los cinco millones que han huido de su gobierno para no morir de hambre o directamente liquidados en la cárcel»

 

Con fecha 14 de octubre Su Excelencia Don Nicolás Maduro Moros, ‘Presidente de la República Bolivariana de Venezuela’ (según indica el membrete) ha dirigido una ¿carta, misiva, manifiesto, confesión, requisitoria? (a saber de qué género literario se trata, si es que pertenece a alguno), a Su Majestad el Rey de España. A quien denomina ‘Señor Felipe de Borbón’, «por ser el representante de la diplomacia del Estado español». Sin más protocolo, para que sepamos con quién tratamos, esa vaina de ser educados la dejamos para otros, quiere «protestarle la indignación» por celebrar el 12 de octubre. Parece hasta lógico que la ausencia de un Estado de derecho en Venezuela desde el ascenso a la presidencia en 1999 de quien lo designó en 2012 como heredero a dedo, Hugo Chávez Frías (Q.E.P.D.), le haga confundir a Don Nicolás la jefatura con la representación.

Nuestro monarca Felipe VI resulta ser, vamos a ayudarlo un poco, el jefe de Estado de una nación, España, amiga de Venezuela, residencia actual y futura de centenares de miles de compatriotas suyos, entre los cinco millones que han huido de su gobierno para no morir de hambre o directamente liquidados en la cárcel. El último, por cierto, el general Baduel, compadre y compañero de Chávez, ‘fallecido’ el pasado octubre en los calabozos caraqueños de ‘La tumba’ (no hace falta explicar por qué) en sospechosas circunstancias, según afirmación del uruguayo Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Como la retórica es difusa, merece la pena detenerse en la frase “protestar la indignación”. ¿Se trata de una reiteración, una redundancia, o un disparate gramatical? Por favor, Real (con perdón) Academia de la Lengua, ya que ‘limpia, fija y da esplendor’, podría colaborarnos (según dicen en Colombia) y resolver este enigma lingüístico maduriano, fundamental para descifrar semejante sutileza. La indignación, pobres de nosotros, entendíamos hasta ahora que solo se podía expresar o canalizar. Gracias a Don Nicolás hemos aprendido un nuevo uso del idioma español, por el que deberíamos, siempre lo he dicho, empezar a cobrar derechos de autor.

En el párrafo siguiente del ‘escrito’, Su Excelencia Don Nicolás Maduro Moros, ‘Presidente de la República Bolivariana de Venezuela’, transmite su enfado por lo que denomina «tres siglos de ocupación del imperio español en el territorio de Abya Yala». Vamos por partes. Ningún imperio dura más de cinco minutos si no negocia, contrata, se apoya en (nativos) colaboracionistas. ¿Sabía usted que Maracaibo, segunda ciudad venezolana, fue hasta el final en 1825 de las guerras civiles que ustedes llaman de independencia partidaria de continuar vinculada con la monarquía española, pues temían mucho más y con razón al brutal centralismo caraqueño, que tanto practica, que a la legalidad monárquica española? Lo de Abya Yala, no paramos de aprender, es la denominación indigenista radical (por supuesto que el reconocimiento del valor de las culturas americanas no es patrimonio de ellos ni suyo) de América, un nombre que les parece mal. Francamente, como a partir de ahora quiero ser trendy y un esnob, puritica izquierda caviar, que dirían los ingeniosos bogotanos, voy a usar este palabro maduriano, y el que no me entienda que se apañe.

Don Nicolás, en lo que ya disentimos es en la acusación de racismo a España. Cuando Alejandro de Humboldt, prusiano, viajero y un poco caradura visitó la América española entre 1799 y 1804, menudo despiste de nuestras acomplejadas ‘autoridades’ (ya entonces), le llamó tanto la atención la multiplicidad étnica resultado del mestizaje, que habló de «un continente de color». Otras palabras feas que utiliza a continuación, «supremacismo», «fascismo», o «neofalangismo» (primera vez que lo leo), remiten a una franca desorientación intelectual. Ya lo entiendo. Don Nicolás tiene un problema de documentación. Todo se explica cuando menciona la conquista española como un «genocidio y etnocidio», palabras que en el siglo XVI no existían, de «entre 70 y 90 millones de almas».

Excelencia, se ha quedado corto. Sus intelectuales orgánicos ni siquiera leen. Los miembros de la llamada ‘Escuela de Berkeley’ (California) conjeturaron en los años sesenta, entre un porrito y otro, que América tenía 140 millones de habitantes en 1492, así que el año que viene puede aumentar en su próxima misiva la cifra negrolegendaria. Que otras investigaciones no pasen de diez millones, o las enfermedades, virus y bacterias lleguen siempre antes que los seres humanos (de Eurasia a América en efecto viajó la mortífera viruela, pero desde América ‘nos’ remitieron la sífilis al ‘Viejo mundo’), merece la pena recordarlo, ya que estamos esta tarde tan científicos. Al final, estamos de acuerdo en algo: la batalla de Carabobo, que selló la separación de Venezuela del imperio español, tuvo lugar en 1821. Ustedes son tan directos herederos de su experiencia histórica como nosotros, así que tienen la misma culpa, o más. Por algún sitio tenemos que empezar.

 

 

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