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Mainau: Un bello legado nobiliario

 

Mainau

Si el paraíso celestial existe debería parecerse al jardín botánico de Mainau, la isla sobre el lago de Constanza, legada por un noble a quien un traspiés social privó del disfrute sucesoral de un ducado.

 

 

 

 

Avenida Primaveral

Al sur de Alemania, en los confines con Suiza. De donde,  precisamente, proviene una buena parte del millón y medio de huéspedes anuales, como mis guías Ewa y Gabriel, que aúnan al placer de sumergirse en tal oasis de verdor y hermosura otro, más práctico: la visita a los supermercados locales con precios europeos, para burlar el ruinoso costo de vida de su confederación.

Mainau es el legado de Lennart Bernadotte,  llamado el Conde Jardinero, nacido en Estocolmo en 1904, descendiente de la familia real de Suecia, nieto del Gran Duque Federico de Baden e hijo del príncipe Guillermo y una princesa rusa, que rompió con su familia y renunció en 1932 a sus derechos al trono para contraer matrimonio con la hija de un empresario industrial.

Lennart Bernadotte, Count of Wisborg (Gustaf Lennart Nicolaus Paul 8 May 1909 21 December 2004)

Que fue una sabia decisión, a juzgar por la abundante documentación gráfica reveladora de un personaje bon vivant, risueño siempre, con su afición fotográfica y una vasta cauda de descendientes, que apostó a la felicidad al refugiarse con su plebeya compañera en la isla de 45 hectáreas en los linderos al sur de Alemania, entre Konstanz y Litzelstetten.

Flores y más flores.

Tenía entonces 23 años y, según la Wikipedia, estaba harto de Suecia por “su mentalidad pequeño-burguesa y su enfermedad hereditaria –la envidia- y la escasa amabilidad de sus recaudadores de impuestos”, y falleció a los 95, después de trabajar sin cansancio para transformar en un Edén el agreste terreno que su abuela, la reina Victoria de Suecia, había incorporado al patrimonio nacional y la Segunda Guerra esquivó, afortunadamente. Como un milagro.

 

El autor de Miramundo con sus guías en Mainau

Un divorcio lo dejó en 1970 con cuatro hijos, a los que agregó otros cinco tras casarse con su secretaria,  mientras que al hacer las paces con la realeza abrió el camino a sus frecuentes visitas; hasta la final, en que se percibe a Lennart, inválido, próximo a la muerte. Con la misma beatitud. Satisfecho, sin duda, de haberse gozado la vida libre del acartonamiento palaciego

Siempre según la biblia moderna, jamás abandonó al conde el buen humor y reía a carcajadas al verse incluido entre los monigotes del Carnaval local; fue  pionero ecologista y redactor de la llamada Carta Verde de Mainau con normas para el respeto del medio ambiente e inspirador de encuentros anuales de galardonados Nobel en su heredad sobre el lago Constanza, apodada la Isla de las Flores.

No hay espacio allí para el desorden. Se atraviesa un corredor flanqueado de medio centenar de sequoias que conduce a la plaza de los cactus más variopintos, un millón de tulipanes se enseñorean al lado de otros tantos rosales italianos, dalias y gardenias, narcisos y amapolas de Islandia; juntos pero no revueltos, en orden riguroso ¡faltaría más en estos rumbos teutónicos! interrumpidos por sendos invernaderos.

 

Uno, la Casa de las Palmas contiene una impresionante variedad de orquideas, colocadas según su origen geográfico. Aquí, las sudamericanas, más allá las asiáticas y africanas. En el otro, revolotea un millar de preciosas mariposas – azules, monarcas, marronuzcas- en un opresivo calor tropical de humedad casi absoluta, bajo los lentes de centenares de fotógrafos que desfilan bulliciosos, en jubilo alelado contrastante con la taciturna peregrinación al mausoleo de Lenin.

Una del millar de mariposas

Hasta arribar al arboretum que reúne más de 500 especies, herederas del tulipán sembrado hace dos siglos por un príncipe austríaco, protegidas por la Fundación que la familia Bernadotte instituyó  para las generaciones futuras y organizado desde 1998 bajo un sistema de gestión y auditoría medioambiental, con  cedros, álamos, rododendros y azaleas.

Y piezas venerables como dos sequoias, una traída de California en 1853 y otra más reciente, de origen chino, gracias a cuyos retoños se diseñó uno de los senderos más imponentes, hasta una cascada flanqueada de cipreses, evocadora de los parques renacentistas florentinos, que conecta las terrazas mediterráneas con el lago y el restaurant en cuyo tejado campea un jardín de 15 mil plantas y arbustos.

 

Varsovia, mayo de 2025

 

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