Manual para ir a un taller mecánico
Talleres mecánicos en Venezuela
Ir a un taller mecánico es una de las experiencias más excitantes y aterradoras a las que alguien se pueda enfrentar. Yo no sé nada de mecánica, pero me encanta ver cómo se arreglan los automóviles ajenos. Calculo que he pasado por lo menos una cuarta parte de mi vida llevando mis potes a arreglar y por eso creo conocer a todas las especies de mecánicos.
Ellos no son humanos, parecen engendros diabólicos sabios, capaces de saber cosas que los seres normales nunca comprenderíamos aunque nos lo propongamos, como por ejemplo cambiar un caucho o limpiar un borne, solo para nombrar lo más difícil. He aquí, amigos lectores, datos que he recopilado en mis años de experiencia tratando con estos seres extraordinarios.
Tipos de mecánicos:
El señor:
Cerca de nuestra casa, siempre hay un «señor» que arregla carros en la calle, generalmente anda medio peo y con una braga que una vez fue azul.
El color del «señor» nunca nadie lo ha sabido. Presume que para él no hay falla que no pueda arreglar y opina que todos los que arreglaron el carro anteriormente son unos ineptos que nos robaron. El único honrado es él mismo, según él mismo (valga la honradez). Siempre hay algún amigo irresponsable que nos convence de llevar nuestro automóvil con ese ser.
Recuerde querido lector que si a su carro lo toca un «señor» de esos, se jodió para siempre, es como entrar en el mundo de la droga o de la prostitución; no hay vuelta atrás, porque inevitablemente uno se envicia y sigue llevándole el carro a «el señor» a sabiendas de que cada vez queda peor; es más, se lo recomendamos a otros amigos.
Los genios:
Son, generalmente, señores italianos o españoles de tan mal humor que no aceptan que nadie opine del problema que uno sabe que tiene el carro que anda día y noche con nosotros. Uno le dice aterrorizado: “Creo que le está sonando la rueda delantera derecha.» Él nos mira con un profundo desprecio y dice que no, que es la caja y que hay que bajar el motor a riesgo de tener que anillarlo, cambiar el árbol de leva, el camarín, los pistones y, si sigue sonando, revisar una cosa misteriosísima, la cual nunca he podido saber qué es ni dónde queda, y que se llama tripoides. Si uno es hombre, es peor, por que tiene que dárselas de que entendió lo inentendible, porque si no todos los del taller piensan que uno es parcha.
Un ejemplo: Usted pregunta, ¿y qué es árbol de leva? todo el taller le contestará: ¡Aaaaayyyy….pásalo!…
Los panas:
Los que son panas pero no saben nada: Estos especímenes son peligrosísimos, porque son simpáticos, te brindan café, cerveza, te echan chistes, pero le hacen caso a uno que no sabe nada de mecánica, al revés de los genios. A estos se les dice, por decir algo -¿No serán los inyectores?… y zuás, sin pensarlo bajan los inyectores y… «no, no eran».
Y para colmo te dicen mientras te brindan una cerveza: «vete tranquilo que nosotros vamos a seguir desarmando. Cualquier vaina te avisamos.»
Los malandros:
Normalmente tienen sus guaridas escondidas en tenebrosas carreteras o en recónditos barrios. Estos talleres casi siempre los cuida un perro negro, sarnoso y bravo. «Tranquilo chamo, que aquí se trabaja a conciencia, legal y bulda de bien… dígalo ahí William Elnesto«… y por allá, debajo de un carro de dudosa procedencia, contesta William Elnesto: »tádicho…tádicho…»
Los que usan batas pulcras:
Son talleres muy bien montados. Cuando uno llega casi no te dejan hablar y todo lo que hablas te lo va anotando una secretaria en una computadora. Mientras uno más habla más caro te sale. Te dan café y te mandan a sentar en una salita donde hay revistas y musiquita de Richard Clayderman. Allí te encuentras a otras personas con caras asustadas igual que uno. Al rato te llaman por un altoparlante con una voz sensual: » Señor Nazoa…señor Nazoa… por favor pasar por la rampa número tres».
Nos movemos a la rampa número tres como si fuéramos al patíbulo o a un funeral. Allí está tu carro con el capó y todas las puertas abiertas, rodeado de hombres pulcros de batas blancas y azules, diciendo que no, con la cabeza cada vez que ven cualquier pieza de nuestro automóvil. Al parecer estos son los mejores mecánicos, porque son una combinación maléfica de todos los anteriores.
A los mecánicos les choca que el cliente esté allí mientras ellos arreglan el automóvil. Por eso en el taller a donde voy (Injectven C.A.) pusieron el siguiente letrero:
«Las únicas personas que trabajan con el cliente encima son las prostitutas». |
La próxima vez que se accidente su automóvil, no insista, bótelo, es menos estresante y más barato.
Nota: Si el cliente de un taller mecánico es mujer, multiplique todos estos inconvenientes por seis. |