Manual para seducir tibios
“Mientras en la primera vuelta se vota con el corazón, en la segunda vuelta se vota con la razón”. Este es un aforismo electoral, cuyo autor desconozco, que revela lo bueno y lo malo del sistema de dos vueltas: su intención de crear mayorías y legitimidad al nuevo presidente así como el carácter pragmático y estratégico del voto. Lo curioso es que, en estas elecciones de 2018 en Colombia, hubo corazón en la primera vuelta y, a dos semanas de la segunda, sigue el corazón a flor de piel, en especial en las fuerzas independientes.
Los resultados del pasado domingo 27 de mayo definieron de inmediato el botín que los dos candidatos que pasaron a segunda ronda necesitan capturar: los votos de Sergio Fajardo. ¡Quién habría podido predecir que los 4,5 millones de orgullosos “tibios” se convertirían en la clave para definir al próximo Presidente de la República! Aunque ambos finalistas –Iván Duque y Gustavo Petro– lanzaron desde el domingo en la noche anzuelos melosos a los fajardistas, la tarea más difícil le toca al candidato de la izquierda.
Petro tiene la dura misión de atraer tanto a ese mismo electorado moderado como a sus dirigentes, que lo despreciaron durante todo el camino a la primera vuelta. El primer líder de izquierda en una segunda vuelta en Colombia se enfrenta asimismo contra las estadísticas. Según datos de Daniel Zovatto, de las 47 segundas vueltas que se presentaron en elecciones latinoamericanas entre 1978 y 2017, 35 fueron ganadas por el mismo candidato que ganó la primera vuelta. Pero de las 12 ocasiones en que el segundo aspirante reversó el resultado, dos son ejemplos colombianos: Juan Manuel Santos en 2014 y Andrés Pastrana en 1998.
La clave para que un candidato rezagado derrote estas estadísticas está en ese voto “racional” y estratégico. El electorado debe considerar al candidato ganador de la primera vuelta como el representante de un escenario catastrófico. Esos votantes entonces le “prestan” su apoyo al candidato que quedó de segundo para evitar esa eventual tragedia.
Eso fue exactamente lo que sucedió hace cuatro años entre Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga. La promesa del Centro Democrático de acabar con las negociaciones de paz con las Farc si llegaban a la Casa de Nariño constituyó ese “desastre” que galvanizó al antiuribismo para la segunda vuelta. Sin ser ingenuos, el dinero que fluyó desde Bogotá a las maquinarias regionales también ayudó.
Por eso Petro le ha apostado a la narrativa guerra versus paz para reeditar ese pulso del 2014. La única esperanza petrista de duplicar su votación en tan sólo tres semanas es generar detrás de su candidatura un tsunami de apoyo donde el odio a Uribe -y en menor grado la defensa del Acuerdo de Paz- sea el cemento aglutinador. El aspirante de la Colombia Humana remplazaría a Santos en este pulso entre el bloque derechista y las fuerzas de la centro-izquierda.
No obstante, Petro no es Santos. No es un presidente en ejercicio que busca su reelección ni un candidato dispuesto a construir una coalición de gobierno donde todos sus miembros se beneficien. ¿Qué cambios introducirá Petro a su Colombia Humana para acomodar, por ejemplo, a los fajardistas? El exalcalde capitalino parte de tan lejos en el extremo izquierdo que ni siquiera puede sumar a fuerzas de su mismo espectro como, por ejemplo, la que dirige el senador Jorge Robledo. Tampoco logró convencer al arquitecto del Acuerdo que defendería, Humberto de la Calle, ni a Sergio Fajardo, el rey del bloque “tibio”. ¿Qué clase de coalición centro-izquierda podría ensamblar Gustavo Petro sin estos tres dirigentes?
La opción por el voto en blanco de Fajardo y De la Calle es la más poderosa carga de profundidad contra la narrativa petrista de la segunda vuelta. ¿Cómo puede vender Petro la “catástrofe” de la victoria uribista si ni siquiera los aspirantes del voto moderado le compran ese mensaje y lo acompañan? Los ataques contra el candidato de la Coalición Colombia y contra el exjefe negociador no se han hecho esperar. Muchos petristas saltaron casi de inmediato de atacar a Fajardo en la lucha por el cupo a segunda vuelta a atacar a Fajardo por no respaldar a Petro.
En esta ocasión el cemento antiuribista parece no pegar tanto como hace cuatro años. Para muchos votantes moderados -y otros centristas que ya estarían moviéndose hacia Duque- el Acuerdo de Paz no está tan en juego como en 2014. Además, la mayoría del electorado -al menos según las encuestas- está no sólo preocupada otra vez por la seguridad sino también molesta con la torpe implementación de lo negociado con las Farc. Un mensaje clave del uribismo 2.0 que representa Duque está en la modificación, no en la eliminación, del acuerdo de paz. Esta narrativa viene pegando más duro que la petrista de guerra versus paz.
La responsabilidad de que Petro no se mueva al centro tan fácilmente no es ni de Fajardo ni de De la Calle. Tampoco lo es de los cientos de miles de votantes “tibios” que están peleando en las redes sociales su derecho a votar en blanco. Si Iván Duque representara la mitad de la amenaza que para muchos de esos mismos votantes representó Zuluaga hace cuatro años, el camino “Ni Uribismo Ni Petro” no tendría tanta acogida.
La responsabilidad de edificar un consenso mayoritario en contra de la eventual victoria del Centro Democrático recae sobre Gustavo Petro como líder de las fuerzas antiuribistas. El problema es que el exalcalde bogotano se quedó en el diagnóstico de lo grave que sería el regreso del uribismo al poder sin generar la suficiente confianza ciudadana en su liderazgo.
Si los votantes moderados siguieran la razón en esta elección, el llamado petrista a votar en contra de Duque sería más que suficiente como pasó hace cuatro años. Pero Petro parece no conocer bien a los “tibios”. Esta sería la primera y única recomendación en el Manual para seducir a este bloque del electorado: no sólo votar en contra sino por alguien que les genere confianza y que les dé un gobierno que los enamore. En vez de la razón estratégica de la segunda vuelta, una parte del voto fajardista sigue con la emoción activista de la primera vuelta. Con esa misma emoción le apuestan al voto en blanco y con él le cierran a Petro la pequeña ventana que hoy tiene para llegar a la Casa de Nariño.
Twitter: @pachomiranda.