Política

Manuel Bengolea: Creer o no creer, esa es la cuestión

Es cierto, puede que a la derecha o ciertos socialdemócratas cueste creerles, pero creerle al Partido Comunista, o a su versión renovada con olor a naftalina, es francamente patético.

 

Son varios los que han sostenido que cuesta creerle a la derecha chilena, a propósito del compromiso de ésta a reformar la Constitución actual en la eventualidad de ganar la opción “rechazo” en el plebiscito de salida del 4 de septiembre próximo.

Sir Francis Bacon, celebre filósofo, político, abogado y escritor inglés de fines del siglo XVI, a propósito de creencias, sostuvo: “Un hombre está dispuesto a creer aquello que le gustaría que fuera cierto”. 

Nada más real, porque la alternativa “Apruebo” es creerle al Partido Comunista y su estela de miseria, y al Frente Amplio, una versión más actualizada del primero, pero con el mismo olor a naftalina, que prometen un caos político y un estancamiento económico muy parecido al observado en Venezuela, Argentina u otras tantas latitudes donde el dogma comunista, u otra variante de la izquierda radical, se ha impuesto.

Es decir, algunos están dispuestos a creerle a esa izquierda empobrecedora, pero no a muchos políticos de derecha y centro izquierda, que le han dado a los chilenos los mejores años de progreso y bienestar en los últimos 100 años de historia. Así es, nuestro país es un ejemplo de progreso, tan sólo igualable a unas pocas naciones asiáticas que se preocuparon de no seguir la senda del comunismo, como Taiwán o Corea del Sur.

Con todo aquello, sostener implícitamente que es mejor creerle a la receta que ha producido los niveles de empobrecimiento y atropello a los derechos humanos más ignominiosos del planeta, denota ya sea fanatismo o ignorancia.

Chile se desvió de la senda del desarrollo luego del estallido social, y prueba de ello es que el mundo nos ha calificado deficientemente desde entonces. Una de las gracias del mercado es que no tiene color político ni simpatías con gobierno alguno, y su opinión de Chile es mala.

En efecto, el índice de acciones chileno en dólares (ECH), compuesto sólo por empresas chilenas, ha sido el de peor rentabilidad al compararlo con toda clase de índices de otros países o regiones, desde el 18 de octubre de 2019 (un día antes del estallido social) hasta la fecha. Así es, si usted hubiera invertido US$100 en esa fecha tendría hoy poco más de US$60 en Chile, mientras que si los hubiera invertido en USA la suma ascendería a US$125.

Si el dinero no fluye a nuestro país, cae la inversión, y se deteriora el trabajo y los salarios.  Y esto no es el cuco, es la realidad, porque es el mismo Banco Central quien lo dijera hace varios meses en su informe de política monetaria. Y si alguien cree que el progreso se puede alcanzar sin crecimiento económico, entonces le haría bien leer algo sobre historia y desarrollo económico de los países.

Cómo creerles a estos políticos, periodistas partisanos o corro progresista que gritaron a los cuatro vientos que los retiros de los ahorros previsionales y el ingreso familiar de emergencia universal (IFE) “NO” provocarían inflación, aumento de las tasas de interés y del dólar.

La evidencia está a la vista hoy, y el daño provocado a los más pobres es duro. La monserga de turno hoy, no son ni los retiros ni el IFE, es la nueva Constitución que promete el nirvana de la igualdad y el bienestar, y hacen gárgaras con los derechos sin pararse un minuto a explicar cómo lo vamos a financiar y menos reflexionar sobre si el mecanismo elegido para alcanzarlos sirve o no.

Es más, se molestan cuando les dices que quienes escribieron la hoja de ruta que propone la nueva Constitución, tiene como ejemplo comparativo sólo desastres como el cubano, venezolano y en el mejor de los casos el argentino.

Es cierto, puede que a la derecha o ciertos socialdemócratas cueste creerles, pero creerle al Partido Comunista, o a su versión renovada con olor a naftalina, es francamente patético. 

Me recuerda el dicho del premio Nobel de literatura ruso, Alexander Solzhenitsyn, un desencantado y torturado por los comunistas que sostuvo: no se puede ser comunista, honrado e inteligente a la vez, pues si se es honrado y comunista, no es inteligente, pero si se es inteligentes y comunista, entonces no es honrado, y si es honrado e inteligente, entonces no es comunista.

 

*Manuel Bengolea es economista.

 

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