“Quiero que todo se sepa, nada debe quedar fuera”, habría dicho Marcos Pérez Jiménez horas después del asesinato de Carlos Delgado Chalbaud, el 13 de noviembre de 1950. A esa hora Rafael Simón Urbina el principal indiciado, ya había corrido con la misma suerte y se iniciaba una compleja investigación policial que habría de durar varios meses y que finalmente estableció las responsabilidades solo de los autores materiales del magnicidio.
Desde ese día quedó en el aire una pregunta: ¿Quién ordenó la muerte del Presidente de la Junta Militar de Gobierno? ¿Quién tenía la capacidad para hacerlo y a quién favorecía su desaparición? Si bien era cierto que Urbina era famoso por su arrojo en aventuras guerrilleras, ahora se trataba de un caso más complejo por lo que en el país quedaba flotando una densa sospecha que inicialmente se posaba sobre Pérez Jiménez, su compañero en los golpes de estados de octubre del 45 y noviembre del 48 y considerado como “el poder detrás del trono” del proyecto militarista.
Un civil
Seguramente consciente de que su nombre se instalaba en el imaginario popular, Pérez Jiménez presionó para la designación de un civil como Presidente del Triunvirato que ahora se llamaría Junta Provisional de Gobierno; y Germán Suárez Flamerich, prestigioso abogado y uno de los jóvenes estudiantes revoltosos del año 28, fue escogido para presidirla. Sin duda, la desaparición de Urbina sacaba del juego al testigo clave del juicio, y se iniciaba un proceso que confirmaría las declaraciones iniciales de los ejecutores del crimen pero dejaba sin embargo, la interrogante sobre la autoría intelectual.
Una tarde de 2007 conversé durante horas con Jorge Maldonado Parilli, jefe de la Seguridad Nacional de la época. En el balcón de su apartamento en El Bosque, recordó que durante tres días con sus noches permaneció escoltado por Pérez Jiménez y Llovera Páez, el otro miembro de la Junta Militar, tomando el testimonio de testigos y sospechosos, y que el resultado no fue distinto a las conclusiones contenidas en el Sumario de 770 páginas dado a conocer un año después.
El sumario
El novelista Federico Vegas encontró un día en la “Pulpería del Libro Venezolano”, un ejemplar amarillento del grueso expediente. El escritor ya había trabajado con éxito la invasión del “Falke”, encabezada por el general Román Delgado Chalbaud desde Danzig hasta las costas de Cumaná en agosto de 1929. Es conocido el episodio de Delgado abatido en la “Calle Larga” de la ciudad cuando enfrentaba las fuerzas gomecistas. A bordo del barco habían permanecido su hijo Carlos de 22 años y el escritor José Rafael Pocaterra. Aquel joven marcado tempranamente por los ajetreos militares era el mismo hombre que ahora caía acribillado en la “Quinta Maritza” de Las Mercedes.
El escritor encontró un pretexto para profundizar en la saga de los Delgado Chalbaud y durante años fue atando cabos para construir una historia que luego entregó a los lectores. En 775 páginas Vegas escudriña, revisa y reflexiona sobre un episodio cardinal de nuestra historia, y resume su trabajo ante: “gracias a películas basadas en obras de Shakespeare entendí que Delgado Chalbaud era Hamlet y que Macbeth era Urbina”. La trama deja en claro a un Delgado sensible, introvertido, misterioso, y refuerza la leyenda sobre el arrojo y la audacia desmedida de Urbina.
Se concluye que es un capítulo aún no esclarecido del drama histórico venezolano y que Delgado era un estorbo por sus ideas avanzadas para quienes apostaban al regreso de la tiranía; y que además, Pérez Jiménez resultaba beneficiado con su muerte porque le despejaba el camino para instaurar la propuesta que lo atormentaba desde sus años de cadete de la Escuela Militar. Por otra parte, quedaba claro que la escena sangrienta de la quinta “Maritza” fue obra de un accidente cuando un disparo se escapó de la pistola de Antonio Díaz, uno de los captores y destrozó el tobillo de Urbina, dando paso a una confusión que echó abajo la urdimbre conspirativa. En los años 70 entrevisté en Coro a Domingo Urbina otro de los captores y mano derecha de su primo Rafael Simón, quién en la conversación reconoció que el desenlace de lo ocurrido aquel 13 de noviembre fue producto de la casualidad, porque más allá del secuestro no había ningún plan para asesinar a Delgado; y que éste, minutos antes de su muerte, demostró una conmovedora valentía.
La pregunta
En “Sumario” están los hechos, el examen de numerosas declaraciones, el ambiente de la Caracas de la época y los testimonios de protagonistas y testigos. Gracias a ello Urbina sale de la crónica roja y asoma ángulos humanos y Delgado es expuesto en los avatares de su conflictiva existencia; el primero hijo de la violencia y el segundo castigado por el azar en una nación todavía atrapada entre civilización y barbarie. ¿Quién mató a Delgado Chalbaud? A los 74 años todavía no hay respuesta. Sin embargo, como dice Vegas, hay verdades que no necesitan se comprobadas.