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Manuel Marrero se adelanta al Congreso del PCC y anuncia la llegada del Periodo Especial II

El primer ministro ha reconocido que la hambruna en Cuba está al doblar de la esquina.

El primer trimestre del 2021 ha sido desastroso para la economía cubana. La tercera ola del Covid-19 ha regresado la cuarentena al país, cerrando aeropuertos, el transporte entre provincias, municipios y estableciendo el toque de queda en numerosas ciudades.

Para tapar el caos las autoridades tratan de esconder la realidad de la pandemia falseando cifras de la cantidad de fallecidos, obligando a los médicos a escribir certificados de defunción con causas de muertes por neumonía, bronconeumonía o influenza en vez de la causa real — Covid-19—, y vendiendo la idea de que varias vacunas de producción nacional están en camino y que seis millones de cubanos serán inmunizados antes de septiembre.

La tercera ola de la pandemia ha impedido el arribo de turistas y ha cortado la principal vía de envío de remesas: la ruta informal. Al mismo tiempo, ha hecho colapsar el sistema de salud, el cual tiene serios problemas estructurales, con la mayoría de los hospitales cayéndose a pedazos y con una escasez de medicamentos e insumos sin precedentes en la historia de la salud pública cubana.

A esto hay que sumar el aumento de la escasez de alimentos y otros productos de primera necesidad, lo cual se hace cada vez más visible en las redes minoristas. La combinación de estos factores ha agudizado la crisis política económica y social que vive la Isla en un momento que el país se encuentra a las puertas del VIII Congreso del PCC, el cual supone la retirada de los octogenarios del poder y el ascenso de una generación que nunca ha tenido en sus manos el control del Gobierno.

En medio de este escenario, la Tarea Ordenamiento implementada por las autoridades ha tenido como su mayor logro la protesta ciudadana. Mientras tanto, el bloqueo interno a los ciudadanos para generar riquezas ha desmentido el mito de que la Administración Trump afectó al cuentapropismo con las sanciones a Cuba. Los hechos y datos muestran que fue el Gobierno cubano quien paró en seco a las reformas y detuvo el crecimiento del emprendimiento en la Isla. Para ello, implementó una fuerte campaña para demonizar a los emprendedores en la prensa, subieron los impuestos, limitó a los emprendedores a tener solo una sola licencia y tomó medidas que hicieron crecer más la brecha que impone el apartheid establecido, que favorece la inversión extranjera y limita la inversión de los propios cubanos.

Para colmo de males, el anuncio de autorizar una lista de 2.000 actividades para ejercer el trabajo por cuenta propia dejando fuera a los profesionales, deja intacto el grueso nudo de seguir teniendo atadas las fuerzas productivas, lo cual no ayuda al desarrollo de la economía del país, pues provoca una subutilización de sus capacidades de fuerza de trabajo, y lo convierte en un incentivo para seguir estimulando la emigración de los profesionales.

Esta inmovilidad del Gobierno afianza la imagen de que Cuba es uno de los mercados menos atractivos y de más alto riesgo de América Latina para atraer la inversión extranjera. Cada vez más son las barreras que suma el Gobierno a su propia imagen de incompetencia. No basta el bloqueo interno a sus propios ciudadanos que les impide generar riquezas en su propio país, las limitaciones de tipo legal, la falta de seguridad jurídica y la falta de liquidez, ahora hay que sumar el endeudamiento y el no cumplimiento de los pagos incluidos a sus principales socios políticos, lo cual los ha dejado prácticamente sin líneas de créditos. A esto hay que agregar el impacto del embargo y la activación del título III de la ley Helms Burton, cuyo efecto disuasivo ha sido más poderoso por el momento, que los resultados de las propias demandas.

Ante esta realidad, el primer ministro Manuel Marrero ha hecho visible la estrategia suicida del atrincheramiento que han impuesto los octogenarios antes de su salida final, en vísperas del VIII Congreso del PCC: el anuncio solapado de la llegada del Período Especial II.

El pueblo no come planes

El primer ministro ha reconocido que la hambruna en Cuba está al doblar de la esquina. En una reunión relámpago con directivos del Ministerio de la Agricultura (MINAGRI) y de su sistema empresarial, planteó a los asistentes que la producción de alimentos era el tema más sensible que afrontaba el país en estos momentos, y que era un problema de seguridad nacional.

En su diatriba les reprochó a los ejecutivos que «el pueblo no come planes». Y acto seguido dictó sentencia con la habitual magia cantinflesca del discurso oficial: «Tenemos que aplicar la ciencia, la innovación y establecernos objetivos, metas e indicadores para medir en todo momento los resultados, porque resultados es lo que necesita la población».

Para rematar y confirmar que él mismo es víctima de su propio dictamen y convencido de que sus reclamos no pueden ni van a cumplirse, echó mano al último recurso que él considera que queda para la sobrevivencia de la crisis que se avecina: «muchos patios y parcelas privadas no producen alimentos».  Y agregó: «Tenemos que ir a tocar las puertas a esas familias e incentivarlas a que cultiven esos espacios para consumo propio y el de la comunidad».

De este modo, el primer ministro, colocado a dedo por el general López Callejas, ha dictado sentencia de lo que viene cuando concluya el VIII Congreso del PCC: no una apertura, sino el Periodo Especial II.

Marrero debería saber qué desde hace mucho tiempo el pueblo «no come planes», ni tampoco los noticieros de televisión con noticias falsas de cumplimientos de planes de producción, ni cree en el Partido ni en la revolución, ni en sus dirigentes, en lo único que cree es en el dólar que le envían desde el exterior o en la búsqueda desesperada de ver cómo puede emigrar o sobrevivir en la dinámica del mercado negro.

Marrero debería saber que los campesinos no producen porque el Estado revolucionario les arrebata el 80% de sus cosechas a precios de candonga, para después dejarlas podrir en el campo o en los almacenes estatales, por la ineficiencia de Acopio en su arcaico mecanismo de recogida y distribución.

Marrero debería leer los informes de la agencia MUNDOBAT, una Organización No Gubernamental de ayuda al Desarrollo (ONGD), con sede en el País Vasco y vinculada a instituciones cubanas, que indican que el 57% de las cosechas en el campo cubano se pierden por no recogerlas a tiempo.

Marrero debería saber que los campesinos no producen porque no son dueños ni de sus tierras ni de sus cosechas. No producen porque no pueden vender sus cosechas en un libre mercado de oferta y demanda. No producen porque el estado le vende los insumos en dólares y Acopio les compra las cosechas en pesos. No producen porque se cansaron de ser esclavos.

Lo que sí debe saber el pueblo cubano

Sin embargo, aun cuando Marrero ha cumplido con la misión de adelantar las fichas y anunciar lo que viene, ha obviado el detalle que no estamos viviendo los tiempos de los años 90, cuando estalló el Periodo Especial. Hoy las circunstancias son muy diferentes, la posibilidad de que la solución sea otra crisis de balseros no es posible, pues sería interpretado como un acto de guerra por el Gobierno de Estados Unidos.

Han pasado 30 años y la generación contestataria de hoy no es la misma, son jóvenes y no tan jóvenes que han encontrado en las redes sociales un espacio para el disenso. Esta realidad ha desmontado la hegemonía informativa y de adoctrinamiento que ha tenido el PCC por más de 60 años.

La nueva generación no comparte la estrategia suicida de los octogenarios de aferrarse al estúpido atrincheramiento ideológico. Prefieren la libertad, la liberación de las fuerzas productivas, la posibilidad de generar riquezas en su propio país, la libertad de pensamiento, la inclusión y las oportunidades para todos.

La nueva generación no quiere un Periodo Especial II. Quiere zafarse de una vez por todas de las cadenas del castrismo, quiere construir con sus propias manos el porvenir en su propio país, en un ambiente de leyes que permita las oportunidades para todos, sin mafias militares que controlen las riquezas del país, sin dirigentes tecnócratas mediocres y obedientes a esa mafia maléfica que se ha adueñado de la Isla.

Si algo tiene que saber el pueblo de Cuba y esa nueva generación es que hay un exilio grande y poderoso listo para el rescate del país. Si algo deben saber el pueblo de Cuba y la nueva generación es que el exilio cubano es la fuerza más poderosa que existe para reconstruir el país con una solución entre cubanos.

Este exilio puede movilizar más de 30.000 millones de dólares en inversiones de todo tipo en los primeros tres años, cuando ocurra la transición hacia un gobierno democrático y elegido por el pueblo. Su espíritu no es de apropiarse de las industrias, hospitales y escuelas, sino reconstruirlos, ponerlos a disposición plena del desarrollo del país. Su espíritu es ayudar a construir un nuevo país junto a sus familias y amigos, entre todos los cubanos bajo un ambiente de leyes que protejan y ponderen la libre empresa, el libre mercado, la libertad de asociación y pensamiento y propicien la felicidad ciudadana.

 

 

 

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