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Marcela Gereda: Los invisibilizados

Como sociedad exigimos investigación al MP y a la CICIG para llegar a las últimas consecuencias de lo que aquí pasó.

Los que vivían en las faldas de un volcán por pobreza, por marginación, por ser mano de obra barata. Los que no vivían, sino sobrevivían. Los históricamente excluidos. Los invisibilizados por el Estado. Los que vivían al margen de la ladera, y a un costado de la vida. Los enviados a las orillas. Mal viviendo, mal comiendo, sobreviviendo siempre al borde, al filo de la existencia. Los que, cuando se vio que esta vez el volcán sí iba a explotar, fueron dejados a su muerte, mientras a unos kilómetros otros, muy otros, evacuaban en orden.

Los que mueren impune e injustamente. Los que no mueren por desastres naturales, sino por negligencia e indolencia. Los que siempre son víctimas de la ineficiencia de nuestras instituciones. Los iguales entre ellos. Los idénticos a las niñas quemadas y a la gente del Cambray (quienes hoy todavía no tienen casas ni justicia). Los negados por el sistema socioeconómico. Los atravesados por relaciones feudales. Los de condiciones de trabajo infrahumanas. Los hoy sepultados en cenizas.

Los huérfanos, los que no cuentan como vidas, sino como trabajadores y consumidores, los estorbosos y sucios. Los necios y sudorosos. Los ignorados, hasta que lloran por quemaduras. Los que son invisibilizados hasta que entierran a sus hijos chamuscados por un sistema económico excluyente que no permite oportunidades, ni salud, ni educación, ni horizontes de esperanza.

Los que reconstruirán sus casas con la nada. Los sedientos de justicia. Los agotados por siglos de dominación. También son ellos los que resisten, los aguantadores, los cargadores de tareas de leña. Los de manos arrugadas del cansancio y de salarios de hambre. Los que soportan la indolencia de un Estado y sus consecuentes injusticias.

Los invisibles. Los que son buscados solo cada cuatro años para obtener su voto a cambio de una migaja. Ellos. Los jornaleros, los que suman casi nueve millones de personas. Los que solo pueden firmar con su huella. Los que han sido manipulados para pensar que la pobreza es un designio divino o a los que les han contado que solo es pobre el que quiere.

Los convertidos en estrellas y en velas encendidas. Los recordados en forma de plegaria e indignación en la noche del sábado en el Parque Central cuando expresamos a una sola voz: “Un gobierno sin cabeza y sin capacidad, entierra al pueblo con impunidad”, “Jimmy Morales a los tribunales”. Como sociedad exigimos investigación al MP y a la CICIG para llegar a las últimas consecuencias de lo que aquí pasó. Exigimos al Estado justicia, lugares seguros donde vivir, empleos dignos, salud y educación.

Que ese inmenso abrazo solidario que hoy da el pueblo y la fuerza que hoy impulsa a este país a ponernos en el lugar de la víctimas, a llevarles medicina, ropa y comida, sea la misma para sacar a estos gobernantes ineptos y mezquinos, a diputados que, mientras sucedió la tragedia, aprovecharon para tratar de blindarse con leyes de impunidad y funcionarios que roban los víveres a las víctimas. Que el espíritu de solidaridad lo mantengamos vivo para organizar la vida hacia una democratización de la economía y del sistema político al servicio de todos.

Ellos. Los invisibles. Los hambrientos. Los que guardan la esperanza de que alguien como ellos les acompañe a organizarse para acabar con este sistema económico que mata y margina, con este sistema político oxidado y podrido. Los que pensamos con y desde las víctimas cómo construir propuestas que coloquen al gobierno al servicio de todos y cómo traducir este hermanamiento y capacidad de empatía del pueblo en cotidianidad y continuidad.

Los invisibilizados por el Estado. Los que pueden ser posibles arquitectos de un nuevo horizonte de país y convertirse en plataformas para transformaciones sociales y generar entre nosotros nuevas formas de economías locales y de solidaridad en la lucha de un país para todos.

Ellos y nosotros. Los indignados. Los que no toleramos más muerte por indolencia, incompetencia, negligencia e intereses criminales. Los que queremos devolver el brillo y la dignidad a los ojos de los enterrados en lava y polvo. Los que creemos que de este evento apocalíptico puede florecer la Guatemala pobre y morena. Esa que también es volcán, flor e incendios de colores estampados. Porque queremos huir de la muerte, manifestamos por la vida. Que del pueblo golpeado, nazca una nueva exigencia absoluta para la dignificación y reintegración de la vida y de la dignidad.

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