Marcelino Miyares: Una Bitácora cubana (LXX)
1) El 70,6% de los cubanos de la Isla no confía en el Gobierno, revela una encuesta.
Para evaluar cuál es la opinión de los cubanos incluso ANTES de los sucesos del 11-J puede ser útil acudir a una encuesta independiente, como ha hecho el proyecto Cubadata, y cuyos resultados nos mostró Diario de Cuba. Fue una encuesta para 2.631 personas entre 18 y 75 años, en todas las regiones de Cuba. Y se realizó -ojo, muy importante- entre la segunda y la tercera semana de junio pasados. O sea, pocos días antes de la protesta pacífica nacional. Y en las conclusiones, se señalaba, casi proféticamente que “se está incrementando significativamente la intención de participar en movimientos civiles de protesta”. Dicho y hecho.
Por lo demás, no hubo sorpresas. Al menos para quienes conozcan a fondo la realidad histórica, política, social y económica de la Isla, que no se haya dejado encandilar por los cantos de sirena de la izquierda caviar europea, o la necedad declarativa de una izquierda latinoamericana incapaz de aprender no solo de los errores de los demás, sino tampoco de los propios. ¿Algunos datos destacados?
-El 70.6% no confía o lo hace muy poco en el Gobierno de Cuba;
-Los niveles de desconfianza más altos los tienen el PCC (75.5%) y la policía (79.5%). Ambos, representando las dos caras de la represión tiránica.
-Los encuestados respondieron a preguntas como «¿confía en que las leyes promulgadas en el país son justas? ¿Confía en la Administración de Justicia en el país? ¿Confía en el presidente para responder a las necesidades del pueblo? ¿Confía en el Partido Comunista para responder a las necesidades del pueblo?»
– Un 71,4 de los encuestados no confía o confía muy poco en que las leyes promulgadas en Cuba son justas y el 70,7% no confía o lo hace muy poco en la Administración de justicia en el país.
– El 59,5% de los encuestados no confía o confía muy poco en el «Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres« del Gobierno para proteger a las mujeres de la violencia y la discriminación de género. Un 21,2% de los participantes no conocía este programa.
-Por su parte, un 68,6% no confía o confía muy poco en que el Gobierno cubano sea capaz de entablar un nuevo diálogo con Estados Unidos.
-Por todo ello es normal que el reemplazo escogido por los Castro, Miguel Díaz-Canel, tenga una falta de confianza que llega al 69.4%.
Sigamos ahora con las conclusiones:
Los resultados de la encuesta de Cubadata muestran «un debilitamiento significativo de la legitimidad política del sistema de Gobierno en Cuba, en función de su desempeño. Bajos niveles de confianza y satisfacción en el Gobierno, además de un tratamiento represivo y violento, están incrementando significativamente la intención de participar en movimientos civiles de protesta», señaló el resumen de la encuesta.
«Cuba es un Gobierno socialista de origen militar y revolucionario que basó su legitimidad durante décadas en un liderazgo carismático e ideológico (Fidel Castro). Sin embargo, la falta de libertades, la sucesión de autoridades y el debilitamiento internacional del modelo socialista están resquebrajando esa legitimidad, sumándose ahora una fuerte crisis económica y sanitaria«, apuntó el documento.
«La legitimidad es la capacidad que tiene un sistema político para generar y mantener la creencia de que las instituciones políticas existentes son las más apropiadas o las adecuadas para la sociedad. En consecuencia, un Gobierno con legitimidad política obtiene obediencia sin necesidad de recurrir a la coacción que supone la amenaza de la fuerza; de tal forma que un Estado es legítimo si existe un consenso entre los nacionales para aceptar la autoridad vigente. La confianza política es un elemento de legitimidad, que determina en parte la obediencia de los ciudadano», agregó Cubadata.
2) ¿Qué hacemos ahora en Cuba? Es una pregunta que se hace Yania Suárez, en Diario de Cuba.
Y su respuesta merece ser respaldada:
“El punto número uno en la agenda de cada grupo opositor, de cada activista, podría ser el apoyo a los presos políticos y por tanto el fortalecimiento nuestro, de la gente”.
Bien lo dice Suárez: EL OBJETIVO INMEDIATO DE LA TIRANÍA ES RECUPERAR EL MIEDO QUE LE TENÍAMOS.
Por eso a la continua y constante represión le suma la promulgación de nuevas leyes represivas, que quieren prevenir como sea, a la fuerza bruta si es preciso, otro 11-J. Pero ello no es ninguna sopresa, después de 60 años esa música la hemos oído muchas veces anteriormente. Sigamos con las muy bien dichas palabras de la periodista:
“El mismo movimiento que ha empujado al pueblo al mundo de la oposición (donde la violencia autoritaria es la realidad) ha propiciado también su conciencia. Ya no hay espacio para la ingenuidad, fingida o ingénita. Ya un estudiante universitario (por lo demás socialista) publica las palizas que vivió en la cárcel; una madre humilde sabe que encarcelan a su hijo discapacitado y además le niegan el tratamiento; una adolescente que invitó a sus amigos a protestar en las calles es procesada como una delincuente. «Estamos dispuestos a todo», dijo el funcionario dictador el 11 de julio y ha sido minucioso en el agotamiento de esa totalidad.
Pero hay una parte llena de vaso y es de la que quiero hablar ahora: en el vórtice de la rebeldía y el castigo han salido líderes espontáneos movidos por la conciencia que ya tenemos. Algunos hablan como activistas de toda la vida: una muchacha en Matanzas quiere ser youtuber porque le preocupa demasiado la situación. Un médico en Las Tunas pierde el miedo y nos cuenta las penurias del precario sistema de salud cubano… No les son extrañas las palabras «dictadura», «represión» y «comunismo» (de la manera en que se entiende en el exilio).
El régimen, por su puesto, quiere impedirlos. Es el pulso que libramos ahora en Cuba: por un lado los cubanos queriendo avanzar hacia la libertad que probamos en las calles, por el otro la dictadura dispuesta a todo”.
El régimen busca reordenar sus fuerzas; y los demócratas ¿qué debemos hacer? ¿Cómo reorganizamos las nuestras? Para Suárez, la estrategia que mejores frutos le ha dado a la oposición es “apoyar a los otros”. Ser empáticos, solidarios, compasivos con el sufrimiento de nuestro pueblo. Aquí podemos identificar perfectamente el mensaje de Suárez con el de nuestro admirado Dagoberto Valdés. En ambos, los valores trascendentes son superiores al mero materialismo que el régimen intentó siempre promover y propiciar. Y que genera una solidaridad que debe tener como objetivo inmediato, por ejemplo, la defensa de los presos políticos.
En Cuba ha nacido un nuevo activismo, al calor de la solidaridad y la empatía social, de la preocupación por el sufrimiento del pueblo, abandonado a su suerte en plena pandemia. Nos lo dice asimismo Suárez, con palabras que cobran fuerza cuando recuerda la paciencia y constancia de las Damas de Blanco:
“He tenido la oportunidad de ver el nacimiento de varios activistas (entre ellos, Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel Osorbo) y puedo decir que, más allá de su arrojo personal, no hubieran llegado tan lejos sin la conciencia de que habría un grupo de amigos en las afueras de la estación policial dispuestos a elevar todo lo posible el costo político de su encierro cuando los detuvieran. La organización más fuerte de la oposición de las últimas décadas surgió de la solidaridad. Tan exitosa fue que consiguió hacer acciones de calle cuando a nadie se le permitía imaginar siquiera. También logró que el régimen sustituyera la práctica de aplicar largas condenas a los disidentes por la de las detenciones repetidas pero cortas: todo para no dar tiempo a que unas mujeres resolvieran vestirse de blanco y salir a protestar por la 5ta Avenida.
Observa Erik Jennische que pocos años después de la Primavera Negra, cuando encarcelaron a 75 disidentes con el fin de menguar el movimiento democrático, el régimen se encontraba con más o menos la misma cantidad de opositores en la calle que antes, más el enorme problema de las Damas de Blanco sin resolver. Quizás ha sido la derrota más importante que ha sufrido la dictadura: la creación de las Damas de Blanco los puso ante una espiral desesperada donde cada vuelta de la represión grosera que ejecutaran iba a repercutir en su contra. Ellos mismos estarían fortaleciendo a la oposición si seguían encarcelando en masa a disidentes. Las Damas se alimentaron de la crueldad del régimen.
La crueldad del 11J también pude ser aprovechada. Muchas familiares de estas víctimas ya hacen denuncias públicas y ganan la conciencia de que es mejor encarar al abusador que obedecer callados su chantaje. Pudieran organizarse. Pero incluso si esto no ocurre: desde la sociedad civil pueden surgir iniciativas solidarias hacia los cientos de presos políticos con quienes el régimen quiere escarmentarnos. Similar a la iniciativa desaparecidos#SOSCuba, que cuenta a las víctimas del 11J y les brinda consejo legal, puede haber proyectos que se dediquen a ofrecer apoyo material a las familias (con colectas surgidas de la sociedad civil), a visibilizar cada uno de los casos, a presionar con acciones concretas para su liberación —como la marcha que anunciara el dramaturgo Yunior García Aguilera—.
El punto número uno en la agenda de cada grupo opositor, de cada activista, podría ser el apoyo a los presos políticos y por tanto el fortalecimiento nuestro, de la gente. Será una utopía, pero me permito soñar con que un día ese apoyo sea tan orgánico que el régimen termine en una espiral desesperada donde cada vuelta de su represión grosera se torne en su contra”.
3– Al respecto de las características del régimen castrista post-11J, Reinaldo Escobar, en 14ymedio, escribe sobre “la intriga política en la Cuba de hoy”.
La dictadura está obsesionada por mostrar una imagen de unidad a todo trance, de que nada ni nadie se ha movido un centímetro dentro de los cuadros dirigentes del Gobierno, del partido, del ejército. Parecieran querer copiar, a su manera comunista, aquella famosa frase de Francisco Franco, dicha antes de morir, sobre el futuro de su régimen: “todo está atado y bien atado”. Pero en Cuba -a su peculiar manera- la cosa no está tan clara como Castro, Díaz-Canel y su gente quisieran.
En realidad, lo que siempre se ha dado en Cuba es la intriga política:
“Las intrigas políticas han sido fecundas en Cuba, especialmente desde 1959. La deposición del presidente Urrutia, la microfracción, el juicio de Marquitos, el fusilamiento del general Ochoa y, más recientemente, la destitución de los delfines Carlos Lage, Felipe Pérez Roque y Carlos Valenciaga son hechos parcialmente conocidos que evidencian maquinaciones oscuras ajenas a los principios políticos proclamados.
Tras la muerte de Fidel Castro, en noviembre de 2016, no cesaron.
Las intrigas palaciegas de hoy tienen protagonistas y propósitos. Son conocidos los nombres porque figuran en la lista del Buró Político, del Consejo de Estado y de Ministros o porque llevan ciertos apellidos, pero no puede confirmarse a ciencia cierta la inclinación de cada uno hacia los dos únicos propósitos posibles: mantener el sistema o liquidarlo.
Comparten todos, tal vez, un objetivo paralelo, no relacionado con ideales sino con ambiciones personales. Entiéndase, disfrutar de los obscenos atributos del poder, esas mieles que hay que degustar con discreción pero que son la motivación más efectiva para asentir oportunistamente o para confabularse en la sombra, según sea el caso.
Hoy no se conspira en las altas esferas, como en 1959, para evitar o promover la ideología comunista, ni para, como en la década de los 60, acercarse a la Unión Soviética o a China. Ya nadie se complota para iniciar una perestroika tropical. Ni siquiera en la academia local aparecen los puristas del marxismo enfrentándose a sus reformadores. Nadie ha vuelto a consultar los libros de economía política del socialismo de P. Nikitin ni a citar los manuales de comunismo científico, donde se aseguraba que la humanidad vivía la época de transición del capitalismo al socialismo.
Lo que afirma Escobar es absolutamente cierto (y no solamente en Cuba, por cierto; véanse las tiranías hermanas del castrismo que imperan en Venezuela y Nicaragua, para no irnos muy lejos, y se verá que su lenguaje supuestamente revolucionario es ideológicamente de cartón piedra, no hay sino palabras vacías que esconden el real objetivo: mantenerse en el poder, y enriquecerse a su costa, como sea).
Pero lo específicamente cubano es según el periodista, que
El dilema más álgido no parece estar en si se procede o no a la liquidación del sistema (si es que puede llamársele así a esto) sino cómo llevarla a efecto y en qué momento”.
En los pasillos de Palacio, en los salones del Capitolio, en los despachos ministeriales, se debe estar cocinando el cambio. Una sonrisa enigmática, unas cejas enarcadas, un saludo, serán suficientes para crear complicidades. Pero la opacidad en las opiniones profundas genera sospechas y suspicacias.
Mucho se discute sobre el rol que puede jugar esa entelequia denominada «la cúpula militar». Aquí hay que distinguir a los generales que se han apoderado de la economía a través del grupo empresarial llamado Gaesa de los mandos que tienen la capacidad operativa de movilizar tropas. De manera paralela, la poderosa policía política tiene la misión de descubrir cualquier veleidad que pudiera considerarse como una presumible traición.
La ausencia de un debate político transparente y democrático convierte en presumible traidor a todo aquel que intente forjar alianzas para impulsar un cambio. (…)
Esa es la razón por la cual la ciudadanía desconoce incluso quiénes están a favor o en contra de un artículo de una ley, quiénes tienen una tendencia aperturista o quiénes integran los mecanismos de freno a las reformas. (…)
La obsesión por mostrar una unión monolítica en torno a la continuidad tiene el propósito de dar la impresión de que «allá arriba» todo está bajo control. (…)
Más temprano que tarde, las leyes de la biología dejarán fuera del juego a los veladores de ese legado inmovilista y los actores de esta farsa, sin máscaras ya, querrán exhibirse hacia el mundo y frente al pueblo como los únicos capaces de llevar a efecto una liquidación controlada, sin vacío de poder, baños de sangre ni piñatas de corruptela; proveedores de amnistía y merecedores del perdón.
4) Las dos salidas de una Cuba en descomposición: reinventarse o colapsar
Sebastián Arcos Cazabón , en una muy recomendable nota publicada por 14ymedio, hace mención de dos posibles salidas que tiene el régimen. Para él – y en cierta forma va en la dirección señalada por Escobar- se quiere vender una imagen de “estabilización” post- 11-J; pero, a pesar de la larga experiencia en materia de represión, el castrismo debe saber que “la calma es precaria”. Las razones, según Arcos, son:
“La primera y más importante es que el 11J se rompió una importantísima barrera psicológica: la convicción –meticulosamente cultivada por Fidel Castro durante décadas– de que manifestarse públicamente contra el régimen era imposible e inútil. La ruptura de ese dique fue el principio del fin del totalitarismo marxista en Europa.
La segunda razón es que las causas del 11J no van a desaparecer a corto plazo. La incompetencia económica del régimen es intrínseca y su legitimidad política casi ha desaparecido. Liborio ya dejó de creer en la narrativa oficial y sabe que su situación no va a mejorar con el Partido Comunista (PCC). Para colmo, la crisis sanitaria precipitada por el covid-19 refuerza la imagen inepta e intolerante del régimen y ha extendido la rebelión popular al sector de la Salud Pública.
La tercera razón es que, más allá de sus declaraciones de solidaridad, ni Rusia ni China están dispuestos a sostener a un régimen parásito e indigente.
Está claro que el continuismo de Raúl Castro es insostenible. El régimen está hoy en una encrucijada, su élite paralizada, aferrada a la represión y renuente a introducir reformas serias. La oposición se ha radicalizado definitivamente, ya que la represión, en vez de extinguirla, la multiplica. Esta es una mala señal para la oligarquía del PCC. La literatura académica identifica un curso evolutivo que siguió la mayoría de los regímenes totalitarios (Mark R. Thompson, Regímenes totalitarios y postotalitarios en transición y no-transición desde el comunismo, 2002). Según este modelo, Cuba podría estar pasando ahora mismo de un «postotalitarismo congelado» a un «postotalitarismo en descomposición». Las características de este último estadio incluyen: liderazgo intransigente y paralizado, total decadencia ideológica, falta de legitimidad política y económica, cinismo generalizado en la población y una represión que comienza a ser contraproducente. ¿Suena familiar? El modelo predice que cuando el régimen entra en descomposición, o se reinventa o colapsa inevitablemente.
Reinvención o colapso; la fórmula de reinvención favorita para algunos es el llamado “modelo chino”, o “leninismo de mercado”, el cual requiere de un pragmatismo que Fidel Castro despreció siempre, y su hermano lo mencionó de la boca para fuera pero nunca se atrevió a mover todas sus fichas en esa dirección.
Claramente es, según Arcos, la peor para la oposición democrática, porque implica la permanencia de PCC en el poder (como ha ocurrido en China y Vietnam). Exige, además de pragmatismo, “celeridad y determinación”. No cree que hoy tenga mucho chance.
Se detiene Arcos en otra opción: la posible “transición controlada a la democracia”, como en Chile y España. Según su promulgante, Samuel Huntington, esta alternativa consiste en una transición deliberada hacia elecciones libres y democracia plena iniciada y controlada de principio a fin por el régimen. Si bien es una alternativa que conviene a todos, al evitar la violencia, y coloca a la mayoría en la misma dirección. Para Arcos, en este momento no luce probable.
Quedan entonces dos opciones: la primera, el “putinismo” (un autoritarismo tolerado):
El régimen cubano podría iniciar una transformación mediatizada con la intención de convencer a una administración pragmática en EE UU de aceptar un régimen autoritario a cambio de estabilidad política en la Isla. Si la transformación es bendecida por EE UU con una normalización diplomática y comercial, el régimen congelaría la apertura y se quedaría en el poder como una cleptocracia autoritaria al estilo de Vladimir Putin.
Esta opción es viable porque manipula el temor, compartido en ciertos círculos militares y de inteligencia norteamericanos, de que un colapso del régimen convertiría a Cuba en un estado fallido presa de narcotraficantes y terroristas. Según esta especulación –con señas de haber sido plantada por la inteligencia cubana– es más conveniente para EE UU llegar a un entendimiento con el régimen que contribuir a su colapso.
Para Arcos, esta opción luce más viable que las anteriores.
¿Y cual es la última alternativa, que es la peor? La actual. Represión sin límites, y reformas mínimas, maquillaje sin sustancia real de cambio. Llevaría inevitablemente al pueblo de nuevo a las calles, obligando al régimen a reprimir aún más, o abandonar el poder. ¿Una Rumania modelo 1989? ¿Estará la nomenclatura castrista dispuesta a derramar más sangre, o tomará en cuenta el final de los Ceausescu?
Podemos estar seguros de algo: luego de Afganistán -e Irak- Estados Unidos no debe poseer ningún interés en intervenciones en el extranjero. Los venezolanos, por cierto, fueron engañados y manipulados por razones electorales en Florida 2020; ya todos sabemos cuáles eran las reales intenciones del Gobierno anterior: los marines nunca iban a ir a Venezuela. Y Biden ha mostrado hasta la saciedad que Asia, y su enfrentamiento con China, será su mayor prioridad en política exterior.
Marcelino Miyares, Miami, 23 de septiembre 2021