Marcelino Miyares: Una bitácora cubana (LXXXIII)
1-Yoani Sánchez: De liderazgos espontáneos y protestas populares en Cuba
«Déjennos hacer con nuestras vidas lo que nosotros queramos», reclamaba este hombre, en el centro, sin pulóver, ante la cara estricta de funcionarios y policías en El Cepem, Artemisa.
Y es que la protesta es uno de los temas hoy más vigentes en Cuba, sociedad donde los problemas no solo no disminuyen, sino que aumentan, tanto por acción -por ejemplo, la represión- como por omisión -la ya crónica escasez alimentaria, la decadencia del sistema de salud, el derrumbe habitacional, las alarmantes cifras de emigración-.
La periodista Yoani Sánchez produjo una excelente crónica en 14ymedio sobre la creciente indignación popular, que no encuentra cauces institucionales por los que expresarse. Y los cubanos se han cansado de esperar a un “salvador”. Nadie quiere dárselas de héroe espontáneo, pero todos están tan hartos que cada día son más los que expresan públicamente su ira y cólera ya extremas.
Las palabras de la periodista son claras: ya no se espera a una especie de Juana de Arco dispuesta a inmolarse; ese “accionar cívico aparcado” (Yoani Sánchez) ha sido también contribuyente con la permanencia del régimen. En palabras de Yoani:
“La vida ha demostrado que el líder surge allí donde lo fuerzan las circunstancias, que el protagonismo pasa de unos a otros según lo imponga la realidad. Ese jefe momentáneo es el mayor quebradero de cabeza ahora mismo para el régimen cubano, que, cuando termina de apagar la llama de la rebeldía en una zona del país, le aparece otro fuego popular más sofisticado y fuerte”.
Además, es notorio que el castrismo y sus herederos carecen de líderes, de figuras con carisma, y ciertamente de soluciones para la cada vez mayor y más grave gama de problemas que infectan al país.
En El Cepem, Artemisa, el ciudadano (padre de una bebé de ocho meses) que aparece en la foto de arriba, les ha dicho a los funcionarios, delante de otros vecinos:
“Si no nos quieren, porque somos una comunidad ilegal, si no cabemos en este país porque nuestro salario no nos alcanza para comprar en las tiendas en divisa, si no hay petróleo para que las termoeléctricas funcionen», entonces «déjennos hacer con nuestras vidas lo que nosotros queramos”.
“Por unos minutos, él fue el líder indiscutible del desespero nacional”. Dejemos de seguir esperando a «la voz». Cualquiera de nosotros, en el momento dado, puede ser cacique, director, rector, general o presidente”, concluye la periodista.
2-Cuba: ¿se está cayendo el castrismo? Y “El gobierno cubano en su hora más oscura”. Así titula dos notas recientes la periodista Rafaela Cruz, en Diario de Cuba.
Las cifras son estremecedoras: como bien recuerda Macky Arenas en su más reciente “Periscopio Cuba”, El éxodo cubano ya supera la crisis del Mariel y de los balseros juntas. Y no es para menos si se considera que el número de beneficiarios de la asistencia social se duplicó en 2021, según cifras oficiales, lo cual equivale a rubricar un fracaso que se traduce en la escasez hasta en el famoso comedor del ministerio de la Agricultura.
Para Rafaela Cruz, “La situación actual es peor y distinta a cualquiera de las previas agudizaciones de la sempiterna crisis que desde 1959 padece Cuba”.
El país, el sistema, las relaciones económicas, la salud, la educación, el simple convivir: todo en Cuba está hoy agotado. Y ese agotamiento dibuja una crisis distinta a las anteriores. Incluso tomando en cuenta unas estadísticas oficiales que obviamente nadie cree, ni siquiera los que las elaboran. Un ejemplo claro: los salarios en Cuba están entre los más bajos del mundo. Sigamos con el análisis periodístico, con cifras y porcentajes sencillamente aterradores:
“Entre 1990 —año del propagandístico «31 y pa’lante»— y la actualidad, la industria cubana se ha reducido a la mitad. La mayor debacle sucedió en la fabricación de bienes intermedios y de equipo, que cayó, respectivamente, en un 80 y un 94% —casi desapareciendo—, cuando son los sectores industriales tecnológicamente decisivos y de mayor valor agregado.
La agricultura, peor. Con respecto a 2013, se obtienen hoy menos viandas, hortalizas, arroz, maíz, frijoles y frutas… algunos renglones han caído entre un 70 y un 80%. En los últimos seis años, la producción de arroz se contrajo un 60%, la de cerdo un 70%, la de res un 22% y la de harina de trigo un 32%. La oferta agropecuaria total de hoy es la mitad de la de 2018. Hay hambre en Cuba”.
“Caer enfermo espanta a los cubanos. Si en 2018 se pensó que un faltante de 150 fármacos del cuadro básico del Sistema Nacional de Salud era dramático, ahora faltan 324, casi el 40%. Entre ellos hay anestésicos, antibióticos y algunos de los principales medicamentos para controlar la epidemia de trastornos cardiovasculares y psiquiátricos. La gente sufre y muere. “ (…)
Se entiende entonces el derrumbe en barrena de las cifras macroeconómicas, que expresan las cifras de intercambio con el exterior:
“Para compensar la improductividad nacional, el Gobierno comprometió la balanza comercial del país hasta un déficit en 2021 de 1.300 millones de dólares. El peso relativo de la producción nacional de alimentos y bienes industriales se reduce con respecto a lo que se importa. Crece la deuda externa”. (…)
“Incluso inflando el PIB con el sobredimensionamiento de la planta hotelera (sin hacer inversiones complementarias que la hagan sostenible), la Economist Intelligence Unit, en su serie hasta 2026, estima para Cuba crecimientos inferiores al 5%, mínimo imprescindible que debería crecer la economía para que el pueblo note alguna mejoría. No habrá tal mejoría a corto o medio plazo”.
El régimen le añade, a la eterna culpa/excusa (para justificar sus errores) que le otorga al supuesto “bloqueo” de los EEUU, otra explicación de moda en América Latina, en especial por regímenes de izquierda: el COVID-19.
Partamos de un hecho alarmantemente lamentable: América Latina y el Caribe registran el 31% de los fallecidos por COVID, siendo que representan el 8.4% de la población mundial.
En el caso cubano es un hecho que lo acaecido con la pandemia se deriva de un sistema de salud en ruinas. “En 2021 fallecieron 167.645 cubanos, superando en más de un 50% la media histórica. Un genocidio que los medios estatales obvian”. Y lo cierto es que…
“Ni el Covid-19 ni el «bloqueo» explican que de entre seis y ocho millones de toneladas anuales de producción azucarera se haya bajado a menos de medio millón, lo que traducido a precios actuales significa una pérdida de ingresos superior a 3.500 millones de dólares.
Ni el Covid-19 ni el «bloqueo» explican tampoco los apagones, relacionados, sí, con una reducción del 50% de la inversión en suministros de electricidad, gas y agua durante los últimos seis años, al mismo tiempo que la inversión en turismo crecía un 15%, acaparando casi la mitad de la inversión nacional. A más hoteles, más apagones”.
La extrema urgencia económica y demográfica se potencia con una degradación antropológica, obra y gracia de un sistema de adoctrinamiento que comienza en el útero y se corona con un diploma universitario cada vez más insignificante. El alma cívica de la nación es sensiblemente corrupta, notablemente soez y agresivamente insolidaria. La arcilla de la Revolución resultó un fango pestilente en el que apenas creen algunos nostálgicos recalcitrantes. Cuba hoy es descreimiento y desesperanza, pero también anhelo de cambio”. (…)
La Revolución sobrevivió a los 60 porque llegó Kruschev, sobrevivió al Periodo Especial porque apareció Chávez; nada garantiza que no surja ahora otro mecenas internacional, o una coalición de pequeños interesados (China, Rusia, Brasil, Venezuela, México) que pueda coordinarse —formal o informalmente— para sostener al régimen. (…)
Es cierto que el castrismo es hoy más débil que nunca, pero el pueblo aún no tiene fuerzas. El pueblo es un gigante dormido; que despierte depende tanto del hartazgo material, como de aprender a soñar con libertad y prosperidad. Ustedes, los que lograron escapar, pueden manejar esas dos palancas. No se cansen de hacerlo, no nos dejen solos… aunque a veces lo merezcamos”.
En la segunda nota, “El Gobierno de Cuba, en su hora más oscura”, Cruz parte de un hecho: el castrismo ya no tiene nada que ofrecer, y no tiene ni ideología, y la palabra “revolución” es un cascarón vacío sin contenido sustantivo.
De izq. a der.: Ramiro Valdés, Miguel Díaz-Canel, Raúl Castro y José R. Machado Ventura. AFP
Para la periodista no se ha llegado al nivel de crisis del cínicamente llamado “Periodo Especial”, de hace treinta años, pero, sin embargo, se ha alcanzado un número y un nivel de protestas nunca vistos.
Identifica una clara diferencia entre aquella crisis y la actual: el derrumbe de la URSS y sus consecuencicas “cayeron de sopetón”, mientras que la actual es un lento declinar. Y las diferencias psicológicas son obvias.
“Recuérdese que las peores torturas no son las que provocan el mayor dolor inmediato, sino las que se regodean en un sádico sufrimiento creciente e inexorable. Un evento rápido, por duro que sea, permite, tras la aceptación, una acomodación sicológica; mientras que un evento progresivo dificulta tal ajuste sicológico, pues cada vez parece que se está en lo peor, se empeora aun más, impidiendo evitar, aparte de la crisis en sí, la frustración constante.
Esta recesión en cámara lenta, como el martirio de la gota china, irrita al pueblo más que aquella abrupta depresión que entonces sucedió”. (…)
Otra diferencial fundamental, en el caso de la diáspora:
“A diferencia de los 90, y cada vez más, los emigrados son conscientes de estar, con sus dineros, alimentando al monstruo que los expulsó de Cuba y mantiene como rehenes a sus familiares, y aunque solo una ínfima minoría se abstendrá de socorrer a sus seres queridos, muchos ya limitan o condicionan su ayuda y se niegan a invertir en la Isla. (…)
Hoy, una mayoría de cubanos traumatizados por el Periodo Especial, saben hasta donde podría deteriorarse la economía… y eso les asusta. Ya no hay sorpresa, la emoción predominante es el miedo a regresar a aquello, un miedo que, ocasionalmente, supera al engendrado por los órganos represivos”.
Otro dato importante: el régimen se quedó sin excusas. Como decíamos arriba, ni el bloqueo, ni la pandemia, ni una invasión extraterrestre les puede servir para explicar semejante desastre.
Una creciente convicción: el modelo castrista recuerda a un personaje de un cuento de Edgar Allan Poe, “El extraño caso del señor Valdemar”. ¿De qué va la narración? Leemos en Wikipedia:
El narrador, llamado P.., describe el interés creciente en el mesmerismo, una pseudociencia consistente en imbuir al paciente en un estado hipnótico mediante la influencia del magnetismo (el mesmerismo evolucionaría más adelante en la hipnosis). Señala que, hasta donde él sabe, nadie ha mesmerizado a un voluntario en el umbral de su muerte, y tiene curiosidad por conocer sus efectos en un moribundo.
Su amigo Valdemar, enfermo terminal de tuberculosis, consiente en realizar el experimento. Mientras Valdemar cae en trance, afirma primero que está muriendo, luego que está muerto. P… le deja en un estado mesmérico durante siete meses, durante los cuales carece de pulso y respiración perceptible, y su piel se aprecia pálida y fría.
P… finalmente trata de despertarlo, y en el transcurso de la operación todo el cuerpo de Valdemar degenera instantáneamente, según el relato, en «una masa casi líquida de odiosa y repugnante descomposición».
En eso está convertida la revolución castrista, y su descomposición, como la del desafortunado señor Valdemar, al parecer es inevitable.
Concluye la periodista:
“El castrismo se quedó sin nada que ofrecer. El «contrato social» que cimenta su futuro ya no está basado en ideología o en los «logros» de la revolución, sino en su capacidad para mejorar la economía, y si no lo hace rápido, el pueblo se hartará, aún más, de un liderazgo hueco, ejercido por hombres obesos a quienes no se les va la luz, cuyos hijos alardean lujos impensables para los cubanos comunes.
Pero por muy oscura que esté su hora, el castrismo es una yerba mala, y la yerba mala no sucumbe sola, para erradicarla, hay que arrancarla de raíz, fumigar sus restos y quemar los despojos. Ese desyerbe —proceso político nunca violento— todavía no ha comenzado, pero mientras siga agudizándose esta crisis, más deseos tendrán los cubanos de aclarar la maleza para sembrar un nuevo futuro”.
Un anciano en La Habana (Foto: CubaNet)
3–Cuba es un Estado fallido.
Este se caracteriza por no poder garantizar su propio funcionamiento o los servicios básicos a la población. Lo afirma y demuestra Marlene Azor Hernández, en Cubanet; con información que complementa perfectamente lo ya señalado en esta bitácora. Veamos extractos de su nota:
“A partir de esta breve definición, podemos concluir que tener las fronteras aseguradas no ofrece necesariamente bienestar a la ciudadanía. Tener policía y tropas especiales para reprimir a la población de lo que nos habla es de la naturaleza terrorista del Estado contra los ciudadanos. No tener una guerra civil abierta y expresa no nos habla de seguridad nacional, sino, otra vez, de los resultados del terrorismo de Estado.
Tener una crisis institucional (las instituciones estatales no funcionan para generar bienestar ni convivencia social) y humanitaria y una emigración masiva son rasgos definitorios de un Estado fallido. Todos estos rasgos son evidentes en la realidad de Cuba hoy. La “paz social” en Cuba no existe, queda destruida diariamente por el terrorismo de Estado.
Ese es uno de los efectos más dañinos para la nación cubana: el secuestro de los medios de difusión, de la opinión pública, de la educación, de la cultura, de la administración pública, de la economía y del sistema jurídico por el Partido Comunista. Un sistema político y económico que resulta inasible y prohibido para los ciudadanos, contrario a cambiar sus históricas políticas fallidas es un Estado fallido. (…)
-Si revisamos toda la legislación creada por la dictadura cubana desde 2019, encontraremos que incluso las leyes castristas son irrespetadas por el régimen para dejar libre las manos al Gobierno y mantener sus prohibiciones económicas, civiles y políticas, y al mismo tiempo, facilitar la represión arbitraria del Estado. Las leyes en Cuba se aplican de manera arbitraria y discrecional desde hace seis décadas.
Cuando un país está en crisis estructural significa que no funcionan las instituciones para proveer a los ciudadanos de los servicios básicos, ni tampoco para garantizar la paz social y el desarrollo por medios pacíficos. Entonces se dice que estamos en presencia de un Estado fallido.
Marcelino Miyares, 23 de septiembre de 2022.