Marcelino Miyares / Una Bitácora Cubana (XVI): La cuenta atrás del legado de Raúl Castro
Son varios los temas a cubrir en esta nueva bitácora. Comencemos analizando cuál puede ser el legado de una gestión, la de Raúl Castro, que si cumple su promesa, entregará su cargo gubernamental en menos de un año.
1-Una novedad imposible de soslayar: quien lo sustituya será el primer gobernante en más de 60 años que no provendrá de los grupos dirigentes que lucharon contra el régimen de Fulgencio Batista.
Se piensa que Castro mantendrá un cargo todopoderoso: el control del Partido Comunista hasta al menos el año 2021 –si la salud, con sus 85 años, se lo permite, claro-.
Diversas decisiones se esperan: ¿adoptará, por ejemplo, una nueva Ley Electoral? ¿Impulsará la prometida ley de pymes? ¿Quién será su reemplazo? ¿Será un “gallo no tan tapado” del clan familiar, como Alejandro Castro Espín? ¿Mantiene su vara alta Miguel Díaz Canel? ¿Con cuántos apoyos efectivos contará su sucesor?
Rafael Hernández, director de la revista Temas, declaró al Diario de las Américas en una entrevista: «Debe haber una renovación que incluya a todos aquellos que llevan un tiempo como ese [10 años]. No obstante, no todos los miembros del Consejo de Estado llevan 10 años, ni todos los ministros llevan 10 años».
Ted Henken, profesor de sociología y estudios latinoamericanos en el Baruch College de Nueva York ve como «una gran ironía que el Gobierno ha estado más dispuesto a sentarse a dialogar con el supuesto enemigo que con el propio pueblo» y señala «la falta de derechos políticos fundamentales y libertades civiles básicas» como «una mancha negra en el legado de los hermanos Castro».
Para Dagoberto Valdés, director del Centro de Estudios Convivencia, Raúl Castro se irá sin hacer la tarea. «Fueron muchas las promesas, muchas las pausas y pocas las prisas», resume. Opina que muchos esperaban que las «muy anunciadas reformas pasaran de lo superficial a la profundidad del modelo: única manera de actualizar la economía, la política y la sociedad cubana».
Pablo de Llano, en una nota en El País, afirma que podríamos estar en el “año cero de la transición”. En sus palabras:
“Si 2015 fue el año del deshielo con Estados Unidos, 2016 fue lo que se ha definido como el año de la contrarreforma, pues tras la visita oficial de Barack Obama con su invitación a la apertura la corriente fidelista reaccionó y la línea flexibilizadora del ya de por sí cauto raulismo se contrajo. Y 2017, enterrado Fidel Castro, es por ahora el año de la incertidumbre.”
“Es evidente que las reformas están estancadas hace dos años. A Raúl Castro le queda un año para poner las cosas en marcha y mejorar la economía”, dice el especialista en estudios cubanos Michael J. Bustamante, de la Universidad Internacional de Florida, que destaca dos elementos del nuevo panorama: “la amenaza de Trump de hacer retroceder las relaciones bilaterales” y “el final de la válvula de escape migratorio que suponía la norma pies secos, pies mojados y sin la que aumentará la presión social para que haya cambios”. “Creo que va a ser un año clave”, prevé.”
Diversos expertos, como Carmelo Mesa-Lago, no creen que la economía pueda despegar, en buena medida dado lo impredecible que Trump es, y porque la creencia de que la economía venezolana va a mejorar gracias al leve ascenso de los precios del petróleo es un hecho absolutamente infundado.
En todo caso, se puede afirmar con seguridad que no hay un rumbo claro. Salvo en el aumento de la represión.
2-En un duro y crudo editorial de la redacción de Cubaencuentro titulado “La represión como fin de la esperanza” , se afirma que
“La represión no se detendrá en Cuba. No se trata de una afirmación dogmática ni de una respuesta fundamentada en un supuesto anticastrismo vertical. Es una característica de una forma de gobierno que para sustentarse necesita ajustes constantes, cada vez más torpes.
Junto a esa situación social y política, durante décadas el Gobierno ha desarrollado y mantenido un eficiente aparato represivo, cuya actuación permite una comparación simple: la incapacidad para producir bienes corre pareja con la eficiencia para generar detenciones. (…) El factor básico que ha utilizado Raúl Castro, para mantenerse en el poder en Cuba, es lograr un difícil equilibrio entre represión y reforma. El actual gobernante cubano ha demostrado su habilidad para conciliar estos dos extremos, pero a cambio de un inmovilismo que mantiene a la sociedad cubana en una permanente crisis. Las reformas económicas. limitadas y lentas, han terminado por estancarse. Y aunque nunca existieron muchas esperanzas de que intentaran propiciar algún cambio político notable, el mantener la puerta herméticamente cerrada a la más mínima transformación —más allá de las imprescindibles acciones de supervivencia— complementa el panorama de estancamiento. (…)
La justificación de la violencia es la ira revolucionaria. (…) Sin embargo, esta situación de “violencia revolucionaria” no puede ser mantenida de forma permanente en su versión más cruda, y el régimen lo sabe. Por ello dosifica una tensión diaria con esporádicos estallidos de saña y algarabía.
En este sentido, uno de los aliados que por décadas ha empleado el Gobierno cubano es la escasez. La falta desde alimentos hasta una vivienda o un automóvil ha sido utilizada, tanto para alimentar la envidia y el resentimiento, como en ocupar buena parte de la vida cotidiana de los cubanos. (…)
Mediante las detenciones de disidentes, más o menos breves y a lo largo de toda la Isla, cada vez que se produce o se anuncia una actividad opositora pacífica, el Gobierno no solo intenta sembrar el miedo, sino también el desaliento. Los argumentos son gastados, los recursos son viejos, pero la vida es una sola.
Cuando los posibles cambios anunciados por Raúl Castro comenzaron a posponerse, y terminaron convertidos en parte de una nueva metafísica insular, la discusión giró hacia el estancamiento y la posibilidad del caos y la catástrofe. En ese punto estamos todavía: entre la apatía y la violencia. A partir de la represión, la escasez y la corrupción, los tres pilares en que se fundamenta el Gobierno cubano.”
En el diario español “El Mundo”, se destaca esta nota de Daniel Lozano: “Espectacular redada de la policía política contra la principal organización disidente cubana”.
Hace referencia al asalto a la sede, en Santiago de Cuba, y a la detención de diversos dirigentes de la “Unión Patriótica de Cuba” (UNPACU), incluido su líder, José Daniel Ferrer.
“Fueron unas detenciones totalmente arbitrarias y violentas. No sabemos ahora cuál es el paradero de los detenidos, se los llevaron a unidades policiales”, denunció el dirigente Ovidio Martín, que se salvó de la redada. “Se lo llevaron todo, los alimentos, las laptops, todo”, añadió la activista Yadira Betancourt a Radio Martí. Uno de los detenidos es su esposo, David Hernández. (…)
El gobierno cubano no ha cejado en su hostigamiento contra sus disidentes, tras romper records el año pasado. En febrero se realizaron 482 detenciones, según la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN). También se registraron 16 agresiones físicas. El Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) volvió a alertar de que buena parte de los arrestos, 372, se efectuaron contra mujeres, “resultado de la sistemática opresión a la que el régimen somete a toda la población cubana desde hace más de medio siglo”.
El deshielo entre Cuba y EEUU trajo una resaca inesperada en 2016: el aumento de la represión, con más de 10.000 detenciones durante los 12 meses, un 10% más a las realizadas en 2015.”
Mientras tanto, Roberto Álvarez Quiñones, en Diario de Cuba, se pregunta: ¿A dónde conduce tanta represión? Y su respuesta es la siguiente:
La fórmula de Raúl Castro para desempeñarse como jefe de jefes de Cuba, desde que heredó los cargos de su hermano, y sin poseer la verborrea oratoria de aquel, se basó hasta ahora en el clásico equilibrio del palo y la zanahoria: combinar la represión con “reformas” bien recibidas por la población. Pero ese equilibrio ya no existe. Fue roto por el propio dictador, que ahora solo da palos, sin zanahorias.
La consigna de “sin prisa, pero sin pausa” devino “represión con prisa y sin pausa” debido a factores que convencionalmente yo llamaría objetivos y subjetivos.
Entre los objetivos hay que destacar la devastadora crisis en Venezuela, mecenas del castrismo, el fin del padrinazgo político internacional que le dio el presidente Barack Obama al general Raúl Castro, la gradual desintegración del populismo radical de izquierda nacido en el Foro de Sao Paulo y llevado a la práctica por Hugo Chávez, Fidel Castro y sus discípulos de varias naciones, la baja en los precios de las materias primas que exporta o reexporta la Isla, la resistencia cada vez mayor de los opositores políticos y defensores de los derechos humanos, o la reticencia de los inversionistas extranjeros a arriesgar capital en Cuba, un país con leyes estalinistas de los años 30. (…)
De las razones de tipo subjetivo son tres las más evidentes: 1) la incapacidad de Raúl Castro y de sus colaboradores para enfrentar situaciones de crisis; 2) el carácter reaccionario de los jerarcas “históricos“, aún al mando y que se resisten a aflojar la mano siquiera para imitar a China o Vietnam; y 3) la orden al parecer dada por el dictador a su ministro del Interior, Julio César Gandarilla, de acabar con la oposición política y la sociedad civil antes de que él abandone la presidencia del país el año próximo. (…)
En medio de todo esto la crisis económica y social se torna ya insoportable, crece el descontento popular. Y la suspensión de la política de “pies secos, pies mojados” trunca la esperanza de muchos cubanos que aspiraban a emigrar a EEUU.
Como ha ocurrido en los países comunistas, para que haya cambios políticos que conduzcan a la democratización es necesario que haya una ruptura arriba, en la cúpula político-militar. A falta de una perestroika, en el caso castrista para que se produzca esa ruptura desencadenante de acontecimientos políticos debe haber presión interna y también externa. Las condiciones para ambas ya se comienzan a perfilar.
En lo externo, la presión debe ser principalmente de EEUU, el mayor proveedor de divisas de Cuba, vía remesas y viajes a la Isla —el monto de unos $6.000 millones ya debe haber superado las subvenciones venezolanas—. Es muy poco probable por ahora el levantamiento del embargo, que ya el régimen veía al doblar de la esquina. Eso desalienta la inversión de capital extranjero —ya inapetente debido a las draconianas leyes anticapitalistas—, que además necesita que sean liberadas las fuerzas productivas. Ni siquiera China, Rusia o Irán invierten en grande en Cuba.
En lo interno, la propia dictadura se encarga de aumentar la presión con su escalada represiva, que sin embargo no detiene la lucha de los opositores y defensores de derechos humanos. Todo lo contrario.
Por otra parte, la dictadura está alarmada por el poder creciente de las redes sociales para difundir información interna y externa. La gente se entera de “lo que no debe”. En el PCC están preocupadísimos por el desafío de las nuevas tecnologías para el secretismo informativo y la propaganda política castrista. Y tratan de tapar los huecos por donde le entra agua a un bote que irremediablemente se va a hundir. (…)
Moraleja: el propio castrismo está creando una tormenta que más temprano que tarde va a tener consecuencias. La crisis terminal de la nación puede tener un final diferente al que cree el dictador.”
3- Es por demás evidente que otro tema del día es qué decidirá asumir como estrategia frente a Cuba el gobierno de Donald Trump.
Mario J. Pentón, en 14ymedio, hizo mención de una conferencia de reciente realización por la Fundación Educativa Carlos M. Castañeda. El título de la nota es: “Cuba no es una prioridad para la administración Trump, dicen expertos”.
Los dos ponentes, José Azel, y Carlos Alberto Montaner, coincidieron en que “si bien Trump no eliminará acuerdos alcanzados bajo el mandato de su predecesor en la Casa Blanca, como la instauración de las embajadas en ambos países, es muy difícil que continúe adelante con la política de “deshielo sin concesiones”.
“Bastarían unos tuits de Trump para desestimular a posibles inversionistas”, dijo Montaner al resaltar la grave situación económica que atraviesa el país, con un número de trabajadores estatales, proporcionalmente hablando, “sólo superado por Corea del Norte”; asimismo que “Cuba es la última de las prioridades de Trump”.
Por su parte José Azel, ex-profesor de la Universidad de Miami y autor de diferentes libros sobre la realidad cubana, explicó que el presidente Trump se encuentra en un momento “histórico” de la región, marcado por la desaparición del “padre” de la izquierda continental, Fidel Castro.
Azel también señaló la importancia del fracaso económico de los regímenes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (Alba).
“Probablemente no habrá grandes cambios, pero sí grandes oportunidades”, sentenció Azel.
Pues ciertamente, más allá de la incertidumbre reinante, el legado del menor de los Castro será lo que ya es desde hace demasiado tiempo una realidad determinante y fundamental del régimen: escasez, crisis económica, inmovilismo, corrupción y represión. Unos jinetes del Apocalipsis marxista que ni Raúl Castro ni su sucesor revertirán. Y ellos, convertidos en un auténtico reto por superar, después de tantos años abrirán nuevos caminos de lucha con una oposición interna y externa que poco a poco logra avances, y una opinión internacional a la que se le está cayendo la venda socialista.
El gran reto de la oposición interna y externa está en aceptar que hay muchos caminos para lograr lo que todos queremos y reclamarle al gobierno por todos los medios a nuestra disposición, que cada vez son más, incluyendo las calles, los cambios que faciliten el verdadero crecimiento de la nación, sin exclusiones, sin rencores….”con todos y para el bien de todos”….
Marcelino Miyares, Miami, 23 de marzo de 2017.