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Una Bitácora Cubana (XXIX)

El tema de esta nueva Bitácora solo puede ser uno: el cambio de la presidencia del Consejo de Estado de Raúl Castro a Miguel Diaz-Canel. Y las dos grandes preguntas son: ¿ Qué implicaciones de futuro tiene este cambio? ¿habrán cambios de fondo en el país? Hagamos un recorrido por las opiniones que a nuestro juicio tienen un mayor peso en el análisis del proceso cubano.

1)Nora Gámez Torres, en El Nuevo Herald, se hace una pregunta que nos hacemos todos: Cuba tiene nuevo presidente, pero ¿es el fin de la era de los Castro? Diversos analistas e investigadores están tratando de dar una respuesta que si bien no sea satisfactoria desde la perspectiva de su posibilidad y predictibilidad, permita al menos abrir nuevos espacios de discusión que partan de la llegada de un nuevo presidente cuyo apellido no es Castro.

Miguel Díaz-Canel ni es de la dinastía familiar, ni tiene pasado revolucionario. Y fue electo como presidente de un organismo de poder, el Consejo de Estado, donde –característica señera del modelo electoral de la dictadura- había un solo candidato para cada puesto.

Al parecer, paciencia, capacidad de trabajo, astucia y lealtad acérrima son sus principales características, que lo convierten en un auténtico sobreviviente. Varios fueron los candidatos señalados, a través de los años, para suceder algún día a los Castro, cuando la biología hiciera su efecto. Todos los anteriores al finalmente elegido cayeron, cuales ángeles en desgracia expulsados del paraíso castrista.

Por si acaso, el nuevo presidente se apresuró a destacar, en la nota señalada arriba, que

Castro “encabezará las decisiones de mayor trascendencia para el presente y el futuro de la nación”, dijo en su primer discurso ante el país, dedicado principalmente a hacer una apología de Castro y a asegurar que en Cuba no hay “espacio para una transición” o una “restauración del capitalismo”.

“La revolución sigue y seguirá viva“, afirmó.

“El clan Castro ha comenzado su transferencia de poder generacional. Familiares, secuaces y allegados, se redistribuyen puestos económicos y de control para así garantizar la dinastía indefinidamente”, declaró un grupo de opositores cubanos, entre ellos la líder de las Damas de Blanco, Berta Soler, Guillermo Fariñas, Antonio Rodiles y Jorge Luis García “Antúnez”, en un comunicado enviado a los gobiernos reunidos en la Cumbre de las Américas celebrada la semana pasada en Lima, Perú.

“Es una manipulación efectista argumentar que el dictador abandonará el poder y habrá un nuevo presidente. Es sabido que el designado de turno será acaso una marioneta nombrada a dedo”, añade el comunicado de los opositores. “El régimen será el mismo y los cubanos permaneceremos bajo un tiranía que el mundo lastimosamente ha aceptado”.

“Todo está planificado”, comentó el opositor cubano Guillermo Fariñas. Se trata de poner al frente del país a “una persona que no tenga consanguinidad con los Castro y que no tenga las manos manchadas de sangre para negociar con los Estados Unidos, que es su objetivo número uno”. un grupo de concesiones. “Eso está planificado, pero sabemos hasta dónde llegarán”.

Otro aspecto que merece ser destacado es el referente a los retos que hereda Díaz-Canel de un presidente que prometió mucho, que creó diversas expectativas, pero que al final cedió muy poco en los temas socio-económicos, y prácticamente nada en los políticos.

Un hecho esencial es que Raúl prefirió pasar a la historia asumiendo las semejanzas con su hermano que profundizando posibles diferencias. A pesar de toda la verborrea revolucionaria, el temperamento castrista siempre fue retrógrado y reaccionario.

Continuemos con el análisis de Gámez Torres:

“Aunque bajo su dirección el tamaño de la maquinaria estatal se redujo y se abrió una puerta a los trabajadores privados o “cuentapropistas”, Castro no pudo impedir que las trabas impuestas por la propia burocracia estatal y partidista impidieran el avance de los cambios principalmente económicos que había propuesto. La escasa productividad, “la mentalidad derrochadora”, unidas al miedo de perder el control político, también impidieron que el país pudiera capitalizar a partir del extraordinario interés generado entre los inversionistas en lo que puede catalogarse como su mayor logro político: el restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos.

“El mayor desafío de Díaz-Canel es la débil economía de Cuba y la impaciencia del pueblo cubano por el crecimiento económico y un mejor nivel de vida”, opinó el profesor de American University, William LeoGrande. “Las reformas económicas lanzadas en el 2011 prometieron ambas cosas, pero todavía no se han cumplido y el avance de las reformas parece estar estancado”.

Además de una economía en números rojos, Castro también dejó pendiente una reforma monetaria, que se espera sea una de las primeras medidas que finalmente apruebe el nuevo gobernante.

Pero Díaz-Canel tendrá que manejar un tema más urgente: cómo detener el deterioro de las relaciones con una hostil Casa Blanca, en momentos en que la isla sigue perdiendo el apoyo económico de Venezuela.

En su discurso del jueves, aseguró que la política exterior se mantendrá inalterable y que Cuba no hará concesiones en cuanto a “soberanía e independencia”, pero su tono fue mesurado. Aunque lanzó críticas al imperialismo no se refirió directamente a Estados Unidos ni al actual presidente Donald Trump. (…)

Una pregunta muy válida que se hace Gámez-Torres es: ¿cuál es la legitimidad de una persona que no bajó de la Sierra Maestra con los Castro? ¿La de unas elecciones amarradas y sin real representatividad de la mayoría del pueblo cubano, donde no se permitió –más bien se reprimió- la participación de voces distintas a las del unanimismo del régimen? A ello se une el hecho de que por primera vez el gobierno y el PC no estarán en manos de la misma persona.

Mientras Fidel y Raúl gobernaron al tiempo que encabezaban el Partido Comunista de Cuba, a partir de ahora el gobierno y el Partido estarán dirigidos por dos personas distintas. Desde un Consejo de Estado con nuevas figuras que ostentan poco poder real en el país, el nuevo líder tendrá que compaginar los intereses de líderes históricos como Ramiro Valdés, que se mantiene como vicepresidente, y los militares que controlan gran parte de la economía. Y tendrá además que responder a las demandas de cambio y modernización que provienen de los jóvenes, profesionales y otros sectores del país. 

Otro hecho primordial: las demandas de cambio, que son crecientes, diversas y provenientes de una juventud a la cual la narrativa heroica revolucionaria significa muy poco.

En su discurso inaugural, Díaz-Canel repitió varios temas dirigidos a la audiencia doméstica: insistió en que la dirección del país debía ser más “colectiva” y con más participación de la población en la toma de decisiones. Se refirió a alcanzar la prosperidad “más temprano que tarde“, aunque dijo que no había venido “a prometer nada”, sino a implementar los llamados lineamientos del Partido que deben guiar la “actualización del modelo económico y social cubano”.

Dentro de Cuba, Díaz-Canel se percibe entre algunos sectores como alguien que si bien no realizará grandes cambios, al menos es un poco más receptivo de las demandas de las nuevas generaciones. Pero videos filtrados pintan a un Díaz-Canel que arremete contra la oposición, critica a Estados Unidos y justifica la censura de prensa.

Pocos saben realmente qué piensa el nuevo gobernante cubano. 

Pero muchos creen que en estas circunstancias, Díaz-Canel será solo una figura decorativa.

“Es un Dorticós, es un títere de los Castro”, dijo otro artista contestatario cubano.

En un editorial, el New York Times (“A new Cuba after the Castros? Not quite”) hace mención al hecho de que que la historia de los regímenes comunistas muestra que cuando la vieja guardia fundadora se retira, el cambio es posible; además, cita unas palabras de Richard Feinberg, de la Brookings Institution, quien acertadamente caracteriza al régimen como un “estancamiento persistente”, y que dura décadas, añadimos nosotros.

“It is far too early to tell whether this will eventually produce a Cuban reformer in the mold of Mikhail Gorbachev or Deng Xiaoping, or whether Mr. Díaz-Canel proves to be simply a place-holder for another generation of Castros.”

Finaliza el Times con una recomendación para el gobierno Trump:

“Mr. Obama took a long overdue step in 2014 when he moved to normalize relations with Cuba. Rather than seek to reverse course, Mr. Trump should join with Cuba’s other neighbors to encourage the new Cuban leader to expand the private economy, release political prisoners, increase access to the internet, decentralize power and in other critically needed ways finally break his country out of the Castro cocoon.”

En onda similar está el Washington Post, que en un editorial (“No más castrismo. Cuba necesita liberar a su propia gente”) se pregunta:

“¿Por qué Cuba necesitaría el castrismo por más tiempo? Más de lo mismo, ¿para qué?“. (…)

“Mientras el autoritarismo disfruta de un regreso en Rusia, el totalitarismo en Cuba nunca se fue. Los disidentes son regularmente detenidos; no hay libertad de información, prensa o asociación”, recuerda la publicación. “El país está dirigido por una camarilla —que en los últimos años se ha hecho rica— y la mayoría de los cubanos no tienen voz ni voto sobre la forma en que se gobierna su país. Incluso la mención de la democracia hace temblar a los funcionarios del Gobierno“, añade.

Después de 60 años, “lo último que necesita Cuba es más de lo mismo”, considera el Post, que menciona además la incapacidad productiva del país debido a las políticas económicas del régimen, el freno a la iniciativa privada y el decadencia de sectores como la salud y la educación, que el Gobierno utiliza en su propaganda para exhibir “logros”.

“El cambio que Cuba necesita debe venir desde adentro. Cuba necesita liberar a su propia gente: para hablar, para votar, poseer, producir y viajar”, reclama la publicación.

Mario J. Pentón, en El Nuevo Herald y 14ymedio, nos presenta un muy completo trabajo sobre “Qué ha cambiado en Cuba (y qué no) desde que Raúl Castro llegó al poder”. Pasemos a señalar los puntos fundamentales del periodo de Castro el Menor que Pentón considera fueron “una década de avances muy acotados y de estancamientos”: 

  1. La batalla contra las “prohibiciones absurdas”.

Desde su llegada al poder, el general se mostró pragmático y prometió acabar con las “prohibiciones absurdas”. En marzo del 2008 permitió a los cubanos hospedarse en los principales hoteles, reservados hasta entonces para los turistas internacionales. Ese mismo año se eliminaron las limitaciones para que los nacionales pudieran contratar una línea de teléfono móvil, comprar computadoras y reproductores de DVD.

  1. Entrega de tierras en usufructo.

En el 2008 el gobierno autorizó la entrega de tierras estatales ociosas en usufructo a campesinos y cooperativas. (…) Tras una década, los resultados han sido mediocres debido a la falta de insumos y los excesivos controles para comercializar las cosechas.

  1. Ampliación del sector privado.

En el 2010 Castro dio un impulso al trabajo por cuenta propia y amplió la lista de ocupaciones permitidas fuera del sector estatal. Sin embargo, grandes sectores de la economía siguen en manos del gobierno. La flexibilización potenció especialmente el alquiler de habitaciones para turistas, los servicios gastronómicos y el transporte de pasajeros. En la actualidad, la cantidad de trabajadores privados supera el medio millón, pero la ausencia de un mercado mayorista, los elevados impuestos y la prohibición de importar productos lastran su desarrollo.

  1. Los cubanos desembarcan en internet.

Hasta el 2009 sólo una pequeña parte de la población, además de los turistas, tenía el privilegio de navegar en internet en la isla. En el 2013 la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba instaló las primeras zonas de navegación WiFi, con precios prohibitivos y decenas de sitios censurados. Hoy hay 635 de estas zonas de conexión inalámbrica y el costo de una hora de acceso es 1 CUC, equivalente a un 1 dólar estadounidense. Hace un año el monopolio estatal de comunicaciones llevó la internet a algunas viviendas, pero los cubanos todavía aguardan por el servicio desde los móviles y que se desbloqueen los sitios censurados.

  1. Adiós a las“gratuidades”.

Raúl Castro emprendió una campaña contra “las gratuidades”, que achacó a la herencia del paternalismo soviético. Bajo su mandato reformó la Ley de Seguridad Social y elevó en cinco años la edad de jubilación, a 60 años para las mujeres y 65 años para los hombres. Además, le retiró la pensión a muchas personas y eliminó buena parte de las prestaciones adicionales, como vacaciones en casas en la playa o bolsas con alimentos y productos de aseo que recibían miles de empleados estatales.

  1. Menos dinero para la salud y la educación.

El número de hospitales ha bajado 32 por ciento en los últimos 10 años y la plantilla de médicos de la familia apenas está cubierta sólo al 40 por ciento. Estas reducciones resultan más alarmantes porque el 20 por ciento de la población es mayor de 60 años y el país es uno de los más envejecidos de América.

Raúl Castro eliminó el sistema de preuniversitarios en el campo, una de “las joyas de la corona” del fidelismo. Durante su mandato ha tenido que lidiar con el déficit de maestros, que al comenzar el curso escolar 2017-2018 ascendía a 16,000 plazas vacantes. La matrícula disminuyó 32 por ciento en la educación preuniversitaria e incluso más en la universitaria, que registra una caída del 78 por ciento. Muchos jóvenes no quieren seguir estudiando carreras que les ofrecen salarios miserables.

  1. La libreta de racionamiento sobrevive.

Desde 1961 los cubanos cuentan con una libreta de racionamiento que asigna a cada persona una cantidad mínima de productos subsidiados por el gobierno. Cada año se destinan unos $2,000 millones a una estructura burocrática que distribuye desde un trozo de pan diario hasta arroz, frijoles, azúcar, sal y café.

Una de las promesas más emblemáticas del raulismo fue eliminar la libreta, pero nunca se llegó a cumplir. Aunque el sistema de distribución racionado ofrece cada vez menos productos, una buena parte de la población depende de eso para sobrevivir debido a los bajos salarios, que tienen un promedio equivalente a casi 30 dólares al mes.

Hoy el poder de compra real de los cubanos es apenas al 51.1 por ciento del que tenían a finales de los años 1980, antes del llamado Período Especial, cuando la economía se desplomó ante la pérdida de los subsidios de la Unión Soviética.

  1. Se levanta la prohibición a la venta de casas y autos.

Durante décadas en Cuba estuvo prohibida la compraventa de casas, además se limitó la construcción privada y se suprimió el alquiler de viviendas. En el 2011 Raúl Castro sorprendió al país con una de sus medidas de gran alcance social: la apertura del mercado inmobiliario, un paso importante en un país con 3.8 millones de viviendas, de las cuales 39 por ciento está en un estado regular o malo, según el Censo de 2012.

Tres años después llegó la autorización para la compraventa de vehículos entre particulares, un privilegio reservado hasta ese momento a dirigentes. Aunque el mercado privado de segunda mano se ha comportado con mucho dinamismo, la venta estatal de autos no ha tenido éxito debido a los elevados precios. Un cubano que viva sólo de su salario oficial necesita trabajar 189 años para comprar un Audi A4 del 2006 en un concesionario oficial, donde cuesta $70,000.

  1. Fin del permiso de salida.

En enero del 2013 Castro eliminó el permiso de salida del país y permitió que los nacionales viajaran libremente. Desde entonces, más de 779.000 cubanos han salido de viaje, de ellos 79 por ciento por primera vez, según cifras oficiales. La eliminación de las trabas para abandonar la isla provocó que una gran cantidad de personas se fueran a otros países, para de allí pasar a Estados Unidos. En siete años, hasta el fin de la política pies secos/pies mojados en el 2017, Estados Unidos acogió a más de 235.000 cubanos.

Sin embargo, las autoridades mantuvieron la prohibición de entrada a la isla a los cubanos residentes en otro país que hubieran mantenido una actitud públicamente crítica con el gobierno. Además, a cientos de activistas y líderes de la oposición les han prohibido viajar al extranjero.

  1. Institucionalidad.

Los dos mandatos de Raúl Castro se han caracterizado por una mayor institucionalidad. Tras casi medio siglo de voluntarismo fidelista, el menor de los hermanos trató de robustecer el Consejo de Ministros, que ahora se reúne con mayor frecuencia. Después de 14 años sin un congreso, el Partido Comunista, el único legal en la isla, celebró durante el raulismo dos congresos, el séptimo y octavo.

  1. Restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos.

Después de más de cinco décadas de enemistad, los gobiernos cubano y el norteamericano asombraron al mundo el 17 de diciembre del 2014 al anunciar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas.

Obama flexibilizó el embargo hacia la isla, lo que permitió un aumento notable en el número de norteamericanos y cubanoamericanos que visitaron Cuba. También se reanudaron los vuelos comerciales regulares entre ambos países y el servicio postal directo. Las remesas, uno de los pilares fundamentales de la economía cubana, aumentaron a $3.444 millones en el 2017.

  1. Renegociación de la deuda externa y condonaciones.

Entre el 2013 y el 2016 Cuba renegoció su vieja deuda externa, que no pagaba desde que Fidel Castro impulsó a los países en desarrollo a dejar de lado sus obligaciones de crédito en los años 80. Raúl Castro logró la condonación del 90 por ciento de la deuda que Cuba adquirió en tiempos de la Unión Soviética y seguía debiendo a Rusia. Después de una negociación, la deuda de $8.500 millones con el Club de París fue reducida a $2.600 millones, pagaderos a 18 años. México condonó el 70 por ciento de los $487 millones que había prestado a la isla y Japón le perdonó casi $1.000 millones de una antigua deuda en el 2014. Por su parte, Vietnam y China también le condonaron parte de la deuda, pero no se ha informado de esos montos.

  1. La unificación monetaria, un tema pendiente.

Con la apertura al turismo y el colapso soviético, Cuba creó una nueva moneda, que dentro de la isla tiene paridad con el dólar: el peso convertible (CUC), que convive con el peso cubano (CUP) y vale 25 CUP. Desde su llegada al poder, Raúl Castro ha intentado unificar ambas monedas por las distorsiones económicas que provocan, especialmente en el sector empresarial estatal, que se beneficia de una tasa de cambio irreal. El gobierno anunció que la moneda que sobrevivirá es el peso cubano (CUP), pero hasta el momento no se conoce la fecha exacta para la unificación monetaria ni cómo quedará el cambio con el dólar una vez que exista una sola moneda.

  1. El país no logra atraer suficiente inversión extranjera ni crecer a un ritmo adecuado.

Cuba necesita una inyección de capital de al menos $2,500 millones anuales, y crecer a un ritmo sostenido superior al 4 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), según algunos economistas. Diez años después de asumir la presidencia, Raúl Castro deja el país sin alcanzar esos mínimos. El megaproyecto de Mariel, dopnde Brasil invirtió más de $600 millones, ha tenido un desarrollo lento. El país también ha ofrecido varios portafolios de inversión para atraer al capital extranjero, pero sin mucho éxito.

Bajo el mandato de Raúl Castro, la economía cubana creció un promedio anual de 2.4 por ciento, según cifras oficiales. El salario medio también ha sido elevado de 414 pesos (16.5 dólares) a 740 pesos (29.6 dólares), aunque la capacidad de compra del cubano sigue siendo inferior a la de 1989. El gobierno anunció un crecimiento del PIB de 1.5 por ciento en el 2018 pero la mayor parte de los estudiosos de la economía cubana no afines al gobierno no dan crédito a esa cifra.

  1. Raúl Castro ante la muerte de su hermano y el descalabro venezolano.

La noche del 25 de noviembre del 2016, en una transmisión en cadena de la televisión nacional, Raúl Castro anunció la muerte de su hermano, quien rigió los destinos de Cuba casi 50 años. La muerte de Fidel Castro coincidió con el repliegue de los movimientos y gobiernos de izquierda en América Latina que proliferaron bajo el amparo de la llamada Revolución Bolivariana de Hugo Chávez (1954-2013), muchas veces a costa de la factura petrolera venezolana.

El giro político en Brasil, Ecuador, Chile, Paraguay y Uruguay han dejado solo a Nicolás Maduro, principal aliado de La Habana, y la crisis que vive Venezuela ha hecho naufragar las relaciones comerciales entre ambos países. Los envíos de petróleo de Venezuela a Cuba, una de las mayores fuentes de ayuda, han caído de 100.000 barriles diarios a menos de 40.000, según la agencia de noticias Reuters, lo que ha obligado a la isla a buscar otros suministradores de combustible.

  1. Los cambios medulares, a la espera.

Raúl Castro prometió a inicios del 2015 una nueva ley electoral (la actual data de 1992), pero esta reforma no se concretó durante su mandato. Algo similar ocurrió con la reforma constitucional que se espera desde hace más de un lustro. La nueva carta magna en preparación mantendrá el papel del Partido Comunista de Cuba (PCC) como“dirigente en la sociedad cubana” y el socialismo continuará siendo “irrevocable”, según adelantó en un reciente pleno del partido.

  1. La represión hacia los disidentes y líderes opositores se mantiene.

Las detenciones arbitrarias, la confiscación de bienes de trabajo y la descalificación permanente de la reputación de activistas y opositores se mantuvieron en la era raulista. La Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional contabilizó desde el 2010 al menos 52,829 personas detenidas temporalmente o procesadas por motivos políticos. El número de presos políticos en el país supera el centenar. La Seguridad del Estado se ha valido de la tecnología también como arma represiva para monitorear el paradero de los disidentes, bloquear sus líneas de telefonía móvil o crear sitios digitales para difamar a los proyectos independientes.

  1. Ningún avance en derechos civiles.

Desde la promulgación de la Constitución socialista de 1976 hasta la fecha, la mayor parte de los derechos civiles de los cubanos permanecen conculcados. La libertad de expresión, prensa, reunión, manifestación y asociación se subordina a “los fines del Estado Socialista”, lo que en la práctica los limita. En Cuba están prohibidos los partidos políticos y a los candidatos a las Asambleas del Poder Popular no se les permite hacer propaganda o presentar programas de gobierno. Gracias a las nuevas tecnologías han surgido en la isla espacios digitales independientes, como Periodismo de Barrio, El Toque, El Estornudo o 14ymedio, pero el gobierno no reconoce la libertad de prensa y a menudo las fuerzas represivas arrestan y amenazan a los comunicadores. Muchos portales críticos del sistema permanecen bloqueados en los servidores nacionales.

Yoani Sánchez, en El País (“Adiós a los Castro”), indica que  “El sueño de la normalización en Cuba ha durado poco. Ante el dilema de conservar todo el poder o ceder una parte, para evitar una fractura dramática, Raúl no se diferenció mucho de su hermano y eligió el control absoluto”.

“Uno impulsivo y otro pragmático, uno carismático y el otro carente de cualquier magnetismo, los hermanos Fidel y Raúl Castro han dejado su apellido marcado a sangre y fuego en la historia cubana de los últimos sesenta años. Esta semana el relevo generacional llama a la puerta del poderoso clan familiar que planea salir del foco central pero no alejarse demasiado del poder.

Hubo un tiempo en que los niños cubanos calculábamos la edad que tendríamos cuando llegara el nuevo siglo. Imaginábamos convertirnos en adultos en un milenio teñido con el rojo de la bandera comunista, donde no circulaban el dinero ni la miseria. Sin embargo, el muro de Berlín cayó, la ilusión estalló en mil pedazos y nuestra aritmética personal pasó a contar los años que íbamos a tener cuando cayera el castrismo.

Ese día ha llegado, pero no como pensábamos. En lugar de un épico derrocamiento con la gente en las calles enarbolando banderas, al régimen cubano le ha tocado irse destiñendo como una vieja fotografía: sin gracia ni romance.”

La era Castro concluye y aquellos niños de antaño estamos en la madurez de nuestras vidas. Muchos quedaron en el camino sin conocer otro sistema. Por estos días volvemos a retomar las aritméticas personales: ¿qué edad tendremos cuando Cuba sea realmente libre?

Finalmente, El País (Madrid) en su edición del 23 de Abril en un artículo de opinión de Antonio Elorza, profesor de Ciencias Políticas, concluye su análisis sobre Cuba, «La Revolución Congelada», afirmando que “POCO SIGNIFICA LA FARSA ELECTORAL MIENTRAS RAUL CASTRO CONSERVA PARTIDO Y EJÉRCITO”. A lo cual añadimos que frente al congelamiento de la revolución, solo la oposición podrá producir los cambios que hagan de La Habana el “París de las Américas” y de Cuba el país rico que fue antes de la traición que se nos hizo a todos los que luchamos -por las libertades robadas por la dictadura de Batista- contra el comunismo castrista.

Marcelino Miyares, Miami, 24 de abril de 2018.

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