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Marcelino Miyares / Una Bitácora Cubana (XXVIII)

 

1) Se realizaron las gatopardianas elecciones previstas para hacer que nada cambie, que todo siga igual. La liturgia de renovación del poder castrista –esta vez, por primera vez sin un Castro de protagonista principal a partir del 19 de abril- sigue su marcha que no puede ser considerada sino como fúnebre, a pesar de los intentos de animar los espíritus con los mismos discursos de siempre, a favor de una revolución que cada día que pasa se desgasta más, habiéndose instalado en la historia como la mayor traición al pueblo cubano.

Muchas notas se han escrito sobre lo que en esencia fue un acto de ratificación y no de elección. Veamos lo que nos dicen algunas:

Para “Diario de Cuba” la participación en las elecciones habría sido casi ocho puntos menor que las de 2013.

 

«Un 82,9% de los electores acudió a votar en los “comicios” celebrados este 11 de marzo para refrendar a los diputados de la Asamblea Nacional de Poder Popular y las asambleas provinciales, una participación casi ocho puntos (7,98) más baja que la registrada en 2013 (90,88%).

La Comisión Nacional Electoral (CNE) dijo este lunes en un recuento preliminar de votos que el 5,6% de los votantes anularon la boleta o la dejaron en blanco, para una validez del 94,4%, según los datos preliminares recogidos por el diario oficial Granma. (…)

De acuerdo con el CNE, de los 8.926.575 electores votaron 7.399.891 (82,90%) y no votaron más de un millón de cubanos (1.526.684).

Las boletas anuladas alcanzaron el 1,26%, mientras en blanco quedaron el 4,32%.

La asistencia a las urnas el pasado domingo fue casi ocho puntos más baja que en 2013 y la de 2013 ya había sido seis puntos más baja que la de 2008 (96,8%).

En Cuba, donde el único partido legal es el comunista, es habitual la alta participación en los llamados “procesos electorales”, donde este año el régimen impidió la nominación de candidatos opositores.

La Asamblea Nacional se instalará el próximo 19 de abril, cuando debe “elegir” al Consejo de Estado y al sucesor de Raúl Castro».

 

Para Reinaldo Escobar, en 14 y medio, “todo el poder es para la militancia”, ya que más de un 95% de los diputados de la nueva Asamblea Nacional que arranca en abril militan en el Partido Comunista o en la Unión de Jóvenes Comunistas. Interesante asimismo es que “si se correspondiera con la presencia en la sociedad de los afiliados a estas organizaciones, el porcentaje sería del 65,4%”.

«De los 605 candidatos a la Asamblea Nacional del Poder Popular que deben haber sido ratificados en las elecciones de este domingo 11 de marzo, 576 son miembros del PCC o de su “ala juvenil”, la UJC. Mientras que solo 29, que representan apenas el 4,79% de los asambleístas, no integran ninguna de estas organizaciones.

El PCC tiene un poco más de 600.000 militantes, una cantidad similar a la de los miembros de la UJC, según las cifras oficiales. De ahí que juntos apenas superan el millón de personas, en una población de 11 millones. De corresponderse con la presencia en la sociedad de los afiliados a estas organizaciones, el porcentaje sería del 65,4%.

En esa exigua minoría de no militantes se hallan figuras al estilo de María Armenia Yi Reina, líder ecuménica de la Iglesia Los amigos. La diputada de 49 años es la única mujer del Parlamento que no forma parte de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y la única asambleísta que no es miembro del Comité de Defensa de la Revolución (CDR). Una rareza.

Entre los no-militantes se halla también Jorge Luís Romero Herrera, zapatero remendón que parece haber llegado a la Asamblea para cubrir la cuota del sector no estatal o cuentapropista. El joven se destacó además por haber ganado una medalla de bronce en un torneo de boxeo y, dato curioso, trabajó como chofer en la contrainteligencia militar.

El cantante y compositor Raúl Torres, sin las siglas PCC o UJC en su biografía, atesora como méritos más relevantes el haber creado canciones dedicadas a a Hugo Chávez ( El regreso del amigo) y a Fidel Castro ( Cabalgando con Fidel). Este último tema musical lo catapultó al Parlamento tras ser difundido hasta el delirio durante los funerales del expresidente.

Otras personalidades de la cultura y el deporte como la habanera Digna Guerra, directora el Coro Nacional de Cuba; el artista plástico Nelson Domínguez Cedeño que representa a Morón y la campeona Olímpica Yipsi Moreno en la nómina de Camagüey, conforman también el pequeño grupo de los no-militantes. Una gota en medio de un océano de miembros del PCC.

Basta revisar los listados publicados en las últimas semanas por la prensa oficial, para notar que las provincias de Pinar del Río, Artemisa, Cienfuegos, Villa Clara, Sanctis Spíritus y el municipio especial Isla de la Juventud están representadas en el Parlamento por un 100% de miembros del PCC. Son regiones “teñidas de rojo” y cuyos representantes actuarán bajo la disciplina partidista.

La Habana, con una representación de 106 diputados resulta ser la provincia que tiene un mayor número de no militantes (13), seguida de Santiago de Cuba, que de un total de 54 parlamentarios al menos 4 no integran ninguna de las dos organizaciones políticas. En el resto el país los números son más escasos todavía.

Con esta aplastante mayoría de parlamentarios con un un carné rojo en el bolsillo, la cúpula gobernante se asegura que los diputados se deban más a la organización partidista que a la Asamblea Nacional. No queda dudas del orden de prioridades de los diputados si la Constitución de la República establece que el Partido “es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado” y la disciplina partidista obliga a la subordinación absoluta.

Puestos a elegir entre dos fidelidades, estos 596 militantes sin dudas optarán por seguir las orientaciones del secretario general del PCC, cargo que Raúl Castro ocupará hasta 2021 si no se hace un congreso extraordinario para sustituirlo».

De manera que entre quienes elegirán el nuevo Consejo de Estado y al futuro presidente se impondrán la lealtad y la obediencia, teñida de una falsa diversidad. Si Vladimir Ilich Lenin lanzó en 1917 el lema de “Todo el poder a los soviets”, un siglo después Castro ha reinterpretado aquella idea y se propone llenar su último Parlamento de diputados 100% confiables.

Por ultimo, el historiador Rafael Rojas, en Prodavinci, hace un estudio de “la demografía del disenso en Cuba”, y descubre una progresiva pérdida de respaldo a un régimen que posee, entre sus objetivos principales impedir la expresión de todo disenso, de toda alternativa, de cualquier forma pluralista:

 

«Las estadísticas del más reciente proceso electoral en Cuba, por el cual se ha elegido a los 605 miembros de la Asamblea Nacional, que, de manera indirecta, elegirán al nuevo Consejo de Estado y a su presidente, reflejan la progresiva pérdida de respaldo político al gobierno cubano.

Se trata de una sólida tendencia, desde los años 90, que se acerca a números “normales” en el contexto latinoamericano y caribeño. Muy lejos estamos ya de aquellas mayorías rotundas del período soviético. A pesar de no ser una democracia, muchos de los problemas de esa forma de gobierno, en América Latina, también se manifiestan en Cuba.

De acuerdo con estadísticas oficiales, en las recientes elecciones legislativas, un 18.10% del padrón electoral de la isla no votó. Poco más del 5.50% de los votos emitidos fue de boletas anuladas o en blanco. Y, en contra de la propaganda oficial, que siempre insiste en que los electores voten mecánicamente por todos los candidatos, presuponiendo que unánimemente apoyan al gobierno, un 19.56% del electorado ejerció un voto selectivo. La suma de esos indicadores sugiere que cerca de un 43% de la ciudadanía cubana no favorece plenamente al gobierno.

Que no favorezca al gobierno no necesariamente quiere decir que sea contraria al sistema, pero, bajo un régimen como el cubano, donde se penaliza a la oposición legítima pacífica, gobierno y sistema son percibidos como lo mismo. Es muy difícil que en Cuba, alguien que no cree que sus gobernantes sean los mejores, piense, a la vez, que el sistema político es el correcto. Los dos únicos gobernantes de la isla, en 60 años, fueron constructores del sistema, por lo que el margen para la diferenciación entre un concepto y el otro es mínimo.

Esa diferenciación crecerá tras la salida de Raúl Castro de la presidencia, aunque preserve la jefatura del partido.

Hemos leído declaraciones de líderes cubanos y, específicamente, de diputados a la Asamblea Nacional, que repiten las mismas frases de siempre. Dicen que el régimen de partido comunista único, poder legislativo monocameral y subordinado al ejecutivo y elección indirecta y gubernamentalmente controlada del presidente, es “autóctono” y “más democrático” que el de la mayoría de los países latinoamericanos y caribeños. Escamotean, a conciencia, el origen histórico preciso de dicho sistema, dentro del campo del socialismo real durante la Guerra Fría.

Lo que ahora comprobamos es que aquel sistema ha sido tan funcional en la época del consenso como en la del disenso. El régimen cubano parece diseñado para impedir que ese 43% pueda identificarse con una opción política alternativa, que haga visible la heterogeneidad y el pluralismo de la isla. Es tan funcional ese sistema, para el objetivo básico de perpetuar a la misma clase política en el poder, que sus artífices comprendieron que era preciso detener cualquier avance de reforma política, antes que esa importante minoría logre conformar la base social de una oposición legítima».

2) Zafarrancho de combate en la Cumbre de Lima

 

Así se titula una muy buena nota de Carlos Alberto Montaner, publicada en diversos medios de comunicación. El autor hace una pregunta muy pertinente a pocos días de la Cumbre de Lima: ¿Cómo es posible que se le impida la asistencia al dictador venezolano Maduro –lo cual en sí mismo es un hecho positivo- pero en cambio se le da la bienvenida al tirano cubano? No se puede entender la crisis venezolana, su profundización, sus desgracia, sin los hilos que se mueven desde La Habana. No hay solución real a la crisis venezolana sin de alguna manera asumir también la solución de la larga noche dictatorial cubana. Montaner analiza el nombramiento de Mike Pompeo, ex-director de la CIA, como nuevo Secretario de Estado, en lugar de Rex Tillerson:

 

«La Cumbre de Lima será para alquilar balcones. Por lo pronto, la Cancillería peruana deberá tener una buena explicación a una pregunta clave que se hacen todos los periodistas y los míticos “observadores”: ¿Por qué se le niega el acceso a Perú al dictador Nicolás Maduro (lo que está muy bien), pero se le expide una invitación al dictador Raúl Castro (lo que está muy mal)? Es lógico que se excluya al criado en virtud de los acuerdos de otras cumbres, pero también habría que hacer lo mismo con el amo.

Mike Pompeo tampoco se succiona el pulgar en los asuntos latinoamericanos. Como dirigió la CIA, sabe que Cuba no atraviesa un proceso de transformación, según creía Obama ingenuamente, sino de ratificación del estalinismo. Lo demostró otra vez en las últimas “elecciones”, con un solo partido y una sola voz, como denunció Rosa María Payá, la hija del líder opositor asesinado.

Pompeo, dicen quienes lo conocen, también está persuadido de que la Venezuela de Maduro no es sólo una molestia, sino se trata de un verdadero peligro para la estabilidad de la zona. Un Estado forajido manejado desde La Habana, dedicado al narcotráfico con los militares del Cartel del Sol, y a auxiliar del terrorismo islamista de la mano de Tareck El Aissami, vicepresidente venezolano, acusado de corrupto y de lavado de dinero en beneficio de sus cómplices de Hezbollá, a quienes les habría entregado miles de documentos falsos, como si fueran oriundos de Venezuela, para franquearles el paso internacional.

El problema, pues, no es de diagnóstico, sino de terapia. ¿Qué se hace frente a estos Estados malhechores? Lo veremos en Lima a mediados de abril».

3) Como prueba de la íntima vinculación entre ambas dictaduras caribeñas, de su corrupta relación –que ninguna de las dos oculta, al contrario- en el Diario de Cuba pudimos leer la nota de que los fiscales generales de Cuba y Venezuela suscribieron un acuerdo de cooperación judicial. Las razones para el convenio, en la voz de los fiscales generales respectivos, son una verdadera prueba de cinismo y sangre fría. El fiscal venezolano del narco-régimen liderado hoy por Nicolás Maduro, Tarek William Saab, es uno de los responsables directos de la impunidad del régimen chavista ante el asesinato, tortura, secuestro y encarcelación de ciudadanos venezolanos a raíz de las protestas del año 2017. Se necesita mucha cara dura para afirmar que aumentará la cooperación para combatir el “narcotráfico”, la “corrupción”, y el “lavado de dinero”, cuando con regular frecuencia aparecen nuevas denuncias o se descubren nuevas investigaciones ante los centenares de miles de millones de dólares repartidos en cuentas bancarias en todo el mundo, a nombre de dirigentes fundamentales del chavismo, sus testaferros y familiares.

«Los fiscales generales de Cuba y Venezuela acordaron este lunes en La Habana cooperar en el sector judicial con el objetivo de enfrentar la corrupción administrativa, así como prevenir delitos transnacionales e intercambiar información técnica.

El pacto fue firmado por los fiscales generales de Cuba, Darío Delgado, y de Venezuela, Tarek William Saab, quien se encuentra en la capital cubana para participar en los foros de Ciencias Penales 2018 y Legalidad, Derecho y Sociedad, que se desarrollarán entre el 14 y 16 de marzo, informaron medios oficiales de la Isla.

El fiscal general cubano dijo que el acuerdo permitirá a ambos gobiernos ganar en materia de preparación profesional en el enfrentamiento y prevención a delitos con “calidad y agilidad” que tienen cada vez un mayor alcance transnacional.

Por su parte, el alto magistrado venezolano señaló que con el nuevo acuerdo se inscribe una “guía de acción” para el combate mancomunado de la corrupción administrativa, el tráfico de drogas y el lavado de dinero».

 

Casualmente, Pedro Campos, en Diario de Cuba, titula una nota ¡Cojan al ladrón! En la cual hace referencia a la nueva campaña contra la corrupción –una entre tantas, a la largo de los años, llena de pura palabrería- del “general dictador”, en la cual siempre pagan personajes de niveles intermedios, de poca importancia real, así como “otros vividores no autorizados a enriquecerse”.

 

«Al parecer, el general quiere retirarse dejando un legado de lucha contra la corrupción que levante una cortina de humo sobre la gran putrefacción de los Castro, la cual va mas allá de disfrutar  grandes fortunas, buscando el encumbramiento personal a costa de todo un pueblo. Se vislumbra también una nueva ofensiva contra los pequeños empresarios privados y una advertencia a la burocracia intermedia para que limite su podredumbre, junto a la intención de culparlos  por la escasez de productos alimenticios y por los bajos resultados en la gestión de la producción.

En vida del dictador empedrado fueron varias las oleadas anticorrupción que se cargaron a personajes de porte mayor, las cuales servían  para dar un escarmiento a la burocracia y proyectar una imagen pública de austeridad del caudillo, que encubría sus desfalcos con el secretismo tradicional sobre su vida y con sus “buenas” acciones para bienestar del pueblo, el desarrollo del país y sus aventuras internacionales contra el “imperialismo“.

Pero, ¿cuál es la fuente de tanta corrupción?

El poder corrompe y el poder absoluto, corrompe absolutamente, tal como señaló Lord Acton. Y se puede agregar que el poder permanente, corrompe absoluta y permanentemente. La corrupción existente tiene como una de sus causas primarias ese poder absoluto y permanente que impide el funcionamiento de una sociedad sana basada en leyes justas y transparentes.

La corrupción es inversamente proporcional a la democracia. Mientras más real y repartido es el poder económico y político, menos posibilidades tiene la corrupción.

¿Una verdadera lucha contra la corrupción?

Nunca existió en la Cuba de los Castro una verdadera lucha contra la corrupción, sino campañas coyunturales dirigidas a personas o grupos específicos molestos al poder. En ellas evitaban mostrar las causas reales, sistémicas, de la corrupción generalizada, propias del modelo político-económico neoestalinista del castrismo, caracterizado por la centralización de la política y la economía y, especialmente, por la explotación en semiesclavitud de los trabajadores y la total centralización de las riquezas, lo que ha convertido a Cuba en una empresa privada de los Castros, donde cargos y prebendas son repartidos entre leales. (…)

Los Castro, sus principales allegados y voceros, jamás aceptarían que se trata de un problema sistémico, inherente al totalitarismo que copió el estatalismo asalariado, vendido como socialismo. Sería aceptar su villanía.

Las empresas controladas por los militares, que abarcan la mayor parte de la economía cubana, especialmente la que mueve divisas, trabajan con el mismo sistema, con algunos estímulos y prebendas adicionales por niveles, pero con la desventaja para los trabajadores de que tales empresas funcionan bajo el sistema de ordeno y mando, sus trabajadores están sometidos a las leyes militares y pertenecen al sindicato de “trabajadores civiles de las FAR”.

Los graves problemas de corrupción en el sistema económico de las FAR no se conocen ni se publican. La Contraloría General de la República no tiene acceso a sus cuentas, los delitos se saldan con leyes militares y quedan sepultados bajo el secreto militar.

Sacando cuentas

En realidad, como en el famoso cuento del asaltante que sale corriendo y grita “Cojan al ladrón”, la actual campaña contra la corrupción tiene como objetivo fundamental desviar la atención de la gran corrupción castrista, que primero se apropió ilegalmente de todas las propiedades grandes, medianas y pequeñas, de nacionales y extranjeros y luego por casi 60 años ha sobrevivido explotando a todos los trabajadores cubanos, en el país o el extranjero, en forma semiesclava.

Calcúlese que, como mínimo, durante 50 años el Estado ha dejado de pagar 100 dólares mensuales a un promedio de cuatro millones de trabajadores. Lo cual arroja la suma de 240.000 millones de dólares robados a los asalariados del Estado, además de la plusvalía sacada de su explotación.

También,  indirectamente, ha explotado a sus familiares en el extranjero, por medio de las remesas, los impuestos a los productos enviados a Cuba, los trámites consulares y sus viajes y cargas acompañadas, los cuales pueden llegar junto a las medicinas, según diferentes cálculos hasta los 10.000 millones de dólares en los últimos años.

Todo esto, más las subvenciones de la URSS y luego de Venezuela, han sido las fuentes principales de los recursos malgastados por la burocracia, de los que ha usado una pequeña parte para mantener las cada vez más deterioradas salud y educación públicas,  banderitas de propaganda de una dictadura que ha amputado todos los derechos civiles, políticos y económicos del pueblo cubano.

Esta nueva ofensiva anticorrupción es una muestra más de la descomposición general del castrismo en su etapa final».

 

Marcelino Miyares, Miami, 23 de marzo de 2018

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