Marco Valerio Marcial, un clásico imprescindible. Algunos epigramas
A Marco Valerio Marcial le tengo una especial simpatía. Me animó mucho el segundo año de carrera en la universidad, cuando pese a estudiar F. Inglesa, había latín en los dos primeros cursos con uno de esos profesores hueso que marcan una vida estudiantil. Sus epigramas quedaron muy por encima de la aburrida Eneida que tocó el primer año o las Catilinarias de Cicerón. Él, Horacio y Ovidio son mis poetas clásicos preferidos. Hoy destaco algunos de esos epigramas que fueron su mayor creación.
Marco Valerio Marcial
Bilbilitano de nacimiento (la actual Calatayud), sobre el año 64 d. C. se fue a Roma para terminar sus estudios jurídicos bajo la protección de Séneca. Pero la caída en desgracia de este y su posterior suicidio lo arrastraron a él. Así se vio obligado a sobrevivir de forma bohemia como cliente de diversos patronos. Pero a cambio tuvo la amistad de los mayores escritores de ese tiempo como Plinio el Joven o el también satírico Juvenal.
En Roma
También obtuvo el favor de los emperadores hermanos Tito y Domiciano, a quienes dedicó varios e interesados elogios. Lo nombraron miembro del orden ecuestre y ganó diversos honores, entre ellos la exención de los impuestos que tenían de pagar los que no tenían hijos. Pero no ocurrió lo mismo con Nerva y Trajano y tuvo que volver a Bílbilis. Allí regresó a la vida rural, que era uno de sus grandes sueños y a la que dedicó varias composiciones.
Obra
La obra de Marcial se ha conservado prácticamente íntegra por fortuna. Con quince libros de versos, son un total de unos mil quinientos poemas pertenecientes a un solo género literario, el epigrama, en el que no tuvo rival en su tiempo.
Epigramas
Escojo algunos sobre la vida, la muerte y la amistad, además de otros eróticos, de sátira y crítica social, a enemigos o ambiciosos.
Poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces.
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Si la gloria viene después de la muerte, no tengo prisa.
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Créeme, no es prudente decir ‘Viviré’ mañana es demasiado tarde: vive hoy.
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El libro que recitas, Fidentino, es mío; pero cuando lo recitas mal, empieza a ser tuyo.
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¿Por qué no te envío, Pontiliano, mis libritos?
Para que tú, Pontiliano, no me envíes los tuyos.
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Aunque no publicas tus poemas, criticas los míos, Lelio.
O deja de criticar los míos o publica los tuyos.
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Reservas tus elogios para los muertos,
jamás aprecias a un poeta vivo.
Discúlpame, prefiero seguir viviendo
a tener tu alabanza.
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Tais tiene los dientes negros, Lecania blancos como la nieve.
¿Cuál es la razón? Esta tiene unos comprados, aquella los suyos.
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Miente el que te llama vicioso, Zoilo.
No eres un hombre vicioso, Zoilo, sino el vicio mismo.
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No te sorprenda en nada que rechace
tu invitación
para una cena de trescientos, Néstor:
No me gusta cenar a solas.
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Hasta hace poco era médico, ahora Diaulo es enterrador;
lo que hace de enterrador también lo había hecho de médico.
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Cuando a tu esclavo le duele la minga, a ti, Névolo, te duele el culo.
No soy adivino, pero sé lo que haces.
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Tienes una minga tan grande como tu nariz,
de forma que, cada vez que entra en erección, puedes olerla.
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Lesbia jura que nunca ha sido jodida gratis.
Es verdad. Cuando quiere ser jodida, suele pagar.