Marea azul en Iberoamérica
El giro electoral en la región no es solamente pendular: refleja un cambio profundo hacia el orden, la seguridad y el crecimiento, donde la derecha gana terreno y la izquierda se retira
beroamérica vive un viraje político profundo: la llamada ‘marea rosa’ que tiñó la región de izquierdas en la última década se retira, arrasada por la inseguridad, la recesión y una ciudadanía desencantada. La sustituyen líderes de derecha –liberales, conservadores o populistas– que prometen orden, crecimiento y soberanía. No se trata ya del tradicional péndulo que castiga a los oficialismos, sino de un cambio ideológico claro, que anticipa los resultados electorales.
Los datos son reveladores. En 2023, Argentina eligió al libertario Javier Milei –una figura de derecha populista, no centroderecha–; Paraguay a Santiago Peña; Ecuador a Daniel Noboa, y Guatemala a Bernardo Arévalo, un ‘outsider’ inclasificable. En 2024, la región se dividió: la izquierda conservó México (Sheinbaum), Uruguay (Orsi) y robó las elecciones en Venezuela, donde Nicolás Maduro impidió una victoria segura de la oposición democrática, como denunciaron los organismos internacionales. Del otro lado, Panamá (Mulino), El Salvador (Bukele) y República Dominicana (Abinader) confirmaron el giro a la derecha. Pero 2025 ha sido categórico: mayorías electorales conservadoras en Bolivia (Rodrigo Paz), Chile (José Antonio Kast es favorito ante la comunista Jeanette Jara) y Honduras (Nasry Asfura) consolidan la marea azul.
El cambio es de fondo. La agenda política ha mutado: ya no se debate sobre redistribución, indigenismo o feminismo radical, sino sobre seguridad, migración y crecimiento. El ‘modelo Bukele’, con cárceles masivas y mano dura, se ha convertido en referente regional. Milei, con su terapia de ‘shock’ económica y retórica sin filtros, es el nuevo polo magnético de la derecha latinoamericana. Ambos citan a Donald Trump, que no solo inspira: interviene descaradamente. En Argentina, condicionó un paquete financiero de 40.000 millones al avance electoral del mileísmo; en Honduras, su respaldo a Asfura alteró los resultados. Y en Venezuela, apoya sin ambages a la oposición.
Este giro también responde al agotamiento del relato de la izquierda. El Grupo de Puebla –heredero del Foro de São Paulo– está en descomposición. Ni Petro, ni Boric, ni Lula ofrecen hoy una narrativa movilizadora. La izquierda se refugia en nostalgias ideológicas que ya no conectan con votantes preocupados por el crimen organizado o el estancamiento económico. Incluso sus aliados huyen: la comunista chilena Jara evita mencionar a su partido; en Colombia, muchos se desmarcan del caos sembrado por Petro. Y a Maduro, Ortega o Díaz-Canel nadie los cita ya, salvo para repudiarlos.
Frente a esta ola, Pedro Sánchez parece remar contra corriente. Ha impulsado un frente ‘progresista’ con Brasil, Colombia, Chile y Uruguay, cuya única función parece ser enfrentarse a una ‘ultraderecha’ cada vez más mayoritaria. Este posicionamiento ideológico daña a España. La región busca interlocutores pragmáticos, no cruzadas ideológicas. Y mientras Europa mira con recelo a líderes como Bukele o Milei, Estados Unidos –al menos bajo Trump– ofrece apoyo financiero, militar y político para intentar revertir los avances de China en la región en las últimas décadas. No es solo geopolítica: es realismo.
La frase de campaña del boliviano Paz lo resume: «capitalismo para todos». Tras años de ‘socialismo del siglo XXI’, Iberoamérica quiere resultados. No todos los nuevos líderes son liberales; muchos son autoritarios, incluso populistas. Pero representan, al menos por ahora, la respuesta que el electorado considera viable ante un presente de miedo, frustración y fatiga institucional. Y España haría bien en tomar nota.
