María Isabel Rueda: Los riesgos del adulterio
¿Por qué entonces solo ella iba a pagar los platos rotos?
El escándalo del hijo del presidente Gustavo Petro y su exesposa Daysuris Vásquez no solo ilustra hasta dónde llegan los niveles de corrupción en este país, y particularmente en un gobierno supuestamente elegido por gente que pensaba que la acabaría. Pero también es bastante indicativo de otra cosa: de lo costosa que puede salir una “puesta de cachos”.
Haber preñado a la mejor amiga de Day fue, en apariencia, lo que entendiblemente habría disuelto ese matrimonio; de lo contrario, todo el escándalo con las sumas millonarias de oscura procedencia habría quedado “en familia”. El Gobierno se habría ahorrado esta humillación y los colombianos seguiríamos en Babia. Los wasaps publicados por ‘Semana’, que datan de bien atrás de esta ruptura, sugieren que alguna vez hubo una sólida relación entre Nicolás y Day; incluso, hasta para que él le cediera cariñosamente uno de los diez cupos que le habría entregado el Estadista, ministro Alfonso Prada, para que pusiera allí a un recomendado suyo. Existía compinchería hasta para lavar millones en inversiones de finca raíz y circularlos a través de correos humanos, esmeradamente escogidos en pareja. Pero tan bella complicidad se resquebrajó. Y dejó en claro que no hay nada más peligroso que una mujer herida.
Pero no es el único ejemplo reciente de lo costoso que puede resultar un adulterio. Aida Merlano es otro de esos casos.
En sus épocas de oro, montó, con los ardientes dineros del político y empresario Julio Gerlein, una espléndida sede de compraventa de votos. Él financió su campaña al Congreso. Ella reinaba. Pero cuando las huellas de semejante corrupción política fueron descubiertas por la justicia, tanto Gerlein como Álex Char, otro admirador que le achacan, se distanciaron lo que más pudieron de Aida; regresaron al seno de sus hogares y negaron cualquier relación con ella, menos aún de tipo amoroso. Pero quedaron pruebas. Entre otras, las grabaciones de Gerlein, en las que supuestamente le hacía cuentas a Aida de las platas que salían de su empresa para la campaña. Ella no actuó sola, pero sola la dejaron. Fue juzgada y condenada. ¿Por qué entonces solo ella iba a pagar los platos rotos?
Y vino el desquite. Según Aida, su fuga fue planeada por sus antiguos aliados, quienes le habrían facilitado la cuerda, la moto y la fuga del consultorio dental. Ella cuenta que el plan era matarla, pero los cómplices de su huida terminaron violándola y facilitando que se escondiera en Venezuela. Desde allí todo lo ha contado y falta lo que contará en Colombia, luego de su reciente regreso.
Otro caso de despecho ante un adulterio es el de Shakira y Piqué, nuevamente con sus elevados costos. La barranquillera no ha dejado un solo día en paz a su exmarido ni a su actual pareja. Sus últimos éxitos musicales están montados sobre la burla e inspirados por el desprecio hacia la pareja que le desbarató su vida matrimonial. Do, re, mi, fa, nadie le pone cachos a la emprendedora barranquillera y cree que puede seguir viviendo tranquilo el resto de sus días. Do, do.
De los anteriores ejemplos sale la simpática encuesta que rueda por las redes: ¿usted a cuál de estas tres barranquilleras preferiría como esposa? ¿A Daysuris, a Aida o a Shakira?
Y ni la realeza se salva del precio del adulterio. La historia de Juan Carlos de España con su examante alemana, Corina Larsen, obligó al hoy rey emérito, que es “emérito” (o jubilado) precisamente por este escándalo, a exilarse de su país y a residenciarse en Emiratos Árabes, para no perjudicar más a su hijo. Todo por cuenta de que utilizó a su entonces amante como testaferro de un soborno de 65 millones de euros que le habían entregado los árabes. Cuando se los reclamó de vuelta, ella resolvió decir que él se los había regalado porque el rey emérito le había tomado mucho afecto a su hijo de 11 años, y que por eso tuvo ese detalle de cariño con ella. Y Corina se quedó con todo. El pobre monarca tuvo que aceptar a la fuerza la versión del regalo, porque si hubiera sostenido la del testaferrato, a lo mejor habría terminado preso. A cambio de todo este escándalo, que hasta puso en peligro a una monarquía tan respetada como la española, pudo haberse quedado con su esposa griega de sangre azul, que brilla por su discreción en medio de semejante humillación, y hasta hubiera salvado la platica del soborno…
Ante toda esta destrucción de tantas vidas, la “socialité” española Isabel Preysler parece inofensiva. Lo único que dijo, tras su separación de Mario Vargas Llosa, fue que era un celoso enfermizo y que se quedó con él hasta ahora por lástima, ante su avanzada edad. Una dama. La que sí parece haber sido la verdadera razón de la ruptura no la dijo ella, sino él, en un cuento. “Es que ya no funcionaba la pichula”. ¿Ajá?