María José Solano: La mujer de Don Quijote
Del nacimiento de María Moliner, autora del 'Diccionario de uso del español', se cumplen ahora 125 años

María Moliner (Paniza, Zaragoza, 1900-Madrid, 1981)
Estalló la Guerra Civil Española, primero, y la Segunda Guerra Mundial, y con el país y el mundo envueltos en sangre, en la RAE se olvidaron otra vez de las mujeres hasta que casi al final de la dictadura franquista, en 1972, una mujer volvió a llamar a sus puertas. Se trataba de María Moliner, autora del ‘Diccionario de uso del español’, de cuyo nacimiento se cumplen ahora 125 años.
Ella contaba con sencillez su hazaña: «Estando yo solita en casa una tarde cogí un lápiz, una cuartilla y empecé a esbozar un diccionario». Al otro lado del océano, donde el español se amplía, desarrolla y enriquece desde hace seis siglos, un artesano de las palabras hermosas, Gabriel García Márquez afirmaba, contundente: «María Moliner hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana, dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y —a mi juicio— más de dos veces mejor». Pero ni las palabras del Nobel fueron suficientes, y a pesar del torbellino desatado en la prensa, María Moliner no obtuvo el sillón.
Contaba con sencillez su hazaña: «Estando yo solita en casa una tarde cogí un lápiz, una cuartilla y empecé a esbozar un diccionario»
El candidato elegido fue el filólogo Emilio Alarcos, cuyas tesis lingüísticas sólo el frío de Valladolid, donde estudió, podía contribuir a desarrollar: la conmutación por átonos pronominales y tónicos pronominales, la conmutación por cero, coaparición, permutación e índices funcionales, así como las nuevas denominaciones en los análisis sintácticos escolares (para discutible placer didáctico de profesorado y alumnado) de implemento, complemento, suplemento y aditamento.
Mientras, doña María, en su piso madrileño de la calle Don Quijote, nº1 (donde por cierto y para vergüenza de España, no hay un solo cartel que la recuerde) llevaba a cabo su quijotesca hazaña revisando con ternura y lucidez, casi como una Voltaire a la española, un corpus de palabras que ella llenaba de filosofía en cada significado.
Vayan y lean en la primera edición del María Moliner las definiciones de ‘Maternidad’, ‘Cuidar’, ‘Disfrutar’ o ‘Español’. Y si esto les parece poco, lean uno de los términos que los Excelentísimos miembros de la RAE no habían incorporado en aquel entonces en su diccionario académico; quizás la palabra más adecuada para esta mujer, su libertad y su rebeldía intelectual: ‘Contestar’: «Oponer a alguien objeciones a lo que se le manda o indica. Haz lo que te dicen y no contestes». Esta feminidad, que no feminismo, es mi bandera.