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María José Solano – Leer o no leer: esa es la cuestión

Me temo que esta 'youtubera' no exhibió la autenticidad que pretendía, sino una correa en el cuello

Esta es la edad para aprender a leer que recomienda la ciencia

 

«No sois mejores porque os guste leer, hay que superarlo», dejó caer hace unas semanas una ‘youtubera’. En realidad, la frase no pasa de ser una obviedad de manual sin más trascendencia, y de ella ha hablado ya todo el mundo. Pero yo me quedé dándole vueltas al asunto, pues también tengo mi corazoncito. Y mi columna. Y, además, esta ‘influencer’ posee millones de seguidores y su eco, por desgracia, no es impune.

La mujer tiene razón en algo: leer no hace mejores personas. Ahí están los ejemplos gloriosos. Hitler, pese a su infamia, acumuló miles de libros y leía con avidez obras de filosofía, arte y estrategia militar. Mussolini, ese prodigio de megalomanía fue periodista, traductor de Nietzsche, y reunió bibliotecas extensas. Incluso personajes tan siniestros como Pol Pot, que había estudiado a fondo la literatura política francesa antes de convertirse en verdugo. Ninguno era un alma caritativa. Leer no vacuna contra la miseria moral.

Pero ¡ay, amiga mía! Ese es el quid de la cosa: la lectura es un arma de doble filo, formidable y peligrosa, pues puede usarse tanto para liberar como para dominar; para abrir horizontes o para justificar horrores. Lo que nunca hace es dejar indiferente.

Los libros son la única defensa contra la manipulación y la mentira porque sin ellos somos carne de cañón

Por eso el gesto de banalizala lectura, aunque haya sido hecho con inocencia, no es inocente. Presumir de no leer delante de millones de seguidores, es todo un manifiesto. Es negarse de antemano la oportunidad de poseer pensamiento crítico, o lo que es lo mismo: practicar la esclavitud de lo superficial en formato trending topic.

Los libros no son un fetiche de pedantes, o no sólo. Son la única defensa contra la manipulación y la mentira porque sin ellos somos carne de cañón: perfectos para desfilar dóciles detrás de la propaganda, directos al matadero.

Así que, me temo que esta ‘youtubera’ no exhibió la autenticidad que pretendía, sino una correa en el cuello: ella misma es una pieza más, diminuta y vulnerable, del engranaje digital de obediencia alegre a este sistema, que necesita multitudes sin memoria, entretenidas y maleables. Y encima bien dispuesta a pagar por su propia alienación.

Porque, conviene recordarlo, no todo es Shakespeare. Sin lectura no hay ciencia, ni medicina, ni progreso. Sin lectura no se cura el cáncer y no existiría el bótox para mantener turgentes los labios, ni el ácido hialurónico con el que se retocan tantos rostros en Instagram. Y desde luego, sin lectura tampoco existiría ese aparato que utilizan para soltar (a veces, como en este caso) tonterías frente a millones de seguidores: el móvil. Y eso sí que sería una auténtica tragedia que tendrían que superar.

 

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