Mariano de Alba: Trump, Latinoamérica y Venezuela: los escenarios
Donald Trump es sinónimo de incertidumbre. No se sabe realmente lo que puede ocurrir en Estados Unidos a partir del próximo 20 de enero de 2017. Lo que hoy se puede afirmar es que, al igual que el resto del mundo, América Latina y Venezuela no estarán exentas de sentir los efectos del próximo inquilino de la Casa Blanca. Por ello, conviene revisar entonces las promesas del ya electo candidato republicano y tratar de prever algunas consecuencias de su mandato.
Aislacionismo
“Estados Unidos primero”. Con esa frase Trump ha tratado de resumir lo que será su política internacional. Su administración tratará de concentrarse en asuntos internos como la economía, disminuyendo así la participación y liderazgo de Estados Unidos en el mundo. Por ende, es probable que veamos a un Estados Unidos menos involucrado en los problemas globales, llevando esto a aspectos prácticos como una reducción de la contribución estadounidense en organizaciones internacionales y en los conflictos internos de distintos países. Lo que podría aminorar las implicaciones de esta política sería una participación más activa del Congreso estadounidense, controlado ahora por una sólida mayoría republicana en ambas cámaras. Pero ello sólo será posible si la administración Trump lo permite, ya que constitucionalmente le corresponde tener la voz cantante en esta área.
Inmigración
Siendo uno de los temas centrales de su campaña, es altamente probable que Trump tome diversas medidas. Lo más previsible serán nuevas regulaciones que dificulten y desestimulen la inmigración a Estados Unidos. Asimismo, habrá un aumento en el número de deportaciones de inmigrantes ilegales, una medida que incluso el gobierno de Barack Obama ya ha venido poniendo en práctica. En el terreno de la incertidumbre quedan medidas como la construcción de un muro en la frontera con México, especialmente si se busca cumplir la promesa de que sea el Estado mexicano el que asuma los costos. Otra propuesta es eliminar el derecho a la ciudadanía estadounidense por nacimiento, una proposición que requeriría una enmienda constitucional aprobada por dos tercios del Congreso. Por ende, la implementación de las propuestas más extremistas de Donald Trump dependerán del apoyo del Partido Republicano, aunque no hay que olvidar que Estados Unidos tiene un sistema presidencialista donde el Ejecutivo tiene amplios poderes incluso si no cuenta con el apoyo de una mayoría del Congreso.
Comercio internacional
Es previsible que surgirán nuevas regulaciones que complicarán más la exportación a Estados Unidos, buscando proteger a la industria estadounidense. Por ende, es probable que disminuyan los ingresos de los países latinoamericanos que exportan a Estados Unidos e incluso empresas estadounidenses con operaciones sustanciales en el exterior podrían verse presionadas a regresar fuentes de empleo a suelo estadounidense. Esto podría generar que, en reciprocidad, los demás países busquen hacer más difícil las exportaciones provenientes de Estados Unidos. El país más afectado en América Latina sería México, especialmente si se tiene en cuenta que Trump también ha prometido buscar una renegociación del TLCAN (o NAFTA), limitando así el libre comercio que existe hoy día entre Canadá, México y Estados Unidos. Pero las promesas de Trump llevarán un tiempo para ponerse en práctica, especialmente si se buscan hacer ordenadamente.
Relaciones EE. UU. — Latinoamérica
Las horas posteriores a la declaración de Trump como Presidente electo ya han arrojado declaraciones de líderes de la región reafirmando su compromiso de “seguir trabajando juntos con Estados Unidos”. Pero el mantenimiento de las buenas relaciones dependerá de las medidas que implemente el nuevo presidente estadounidense. Será muy difícil para los gobiernos latinoamericanos tener una relación positiva con Estados Unidos en la medida que ese país comience a perjudicar a inmigrantes de su nacionalidad e incluso se limiten su acceso al mercado estadounidense. Trump comenzará su presidencia en la posición más precaria que ha comenzado cualquier presidente reciente de Estados Unidos en sus relaciones con Latinoamérica, vistas sus promesas y el rechazo que han generado en la mayoría de los latinoamericanos. En los primeros días, será clave ver si Trump revoca las decisiones de Barack Obama que han permitido unas nuevas relaciones diplomáticas con Cuba. Los grandes beneficiados en estos momentos son los gobiernos de izquierda que se han definido como “anti-imperialistas”, puesto que podría acentuarse el rechazo al sentimiento estadounidense en la región. Por ejemplo, López Obrador puede haber aumentado automáticamente sus posibilidades de triunfo en México.
Democracia, derechos humanos y Estado de derecho
La política de “Estados Unidos primero” que ha propuesto Trump debería llevar a una reducción del liderazgo de ese país en la promoción de la democracia y los derechos humanos. Asimismo, también podría llevar a un debilitamiento del Estado de derecho en la medida en que Estados Unidos comience a experimentar conflictos institucionales. El impacto más directo se sentirá en los fondos que ese país destina a la promoción de la democracia y derechos humanos en todo el mundo a través de su agencia USAID. Visto que Trump ha dicho que “Estados Unidos no puede liderar si no su economía no está sana” y ha avizorado que buscará reducir en gran parte la deuda interna, es previsible que este tipo de iniciativas se vean afectadas.
Venezuela
Durante su campaña, Trump manifestó que se mostraría “solidario con la gente oprimida en el hemisferio” y que “en Venezuela hay muchos que anhelan ser liberados, ser ayudados”. Pero la crisis venezolana no estará entre las prioridades del nuevo presidente. Esto significa que la responsabilidad de una posición sobre nuestro país recaerá sobre su equipo de colaboradores en el área internacional (todavía una incógnita), presumiblemente con una buena dosis de participación del Partido Republicano. En principio, es muy probable que Thomas Shannon no forme parte de la nueva Administración estadounidense, perdiendo el gobierno de Nicolás Maduro un interlocutor importante con la comunidad internacional.
Ante este escenario, surgen dos alternativas: la Administración Trump puede buscar seguir con la estrategia de Barack Obama con respecto a Venezuela (sanciones a ciertos funcionarios, coordinación con el resto de la región y apoyo a un proceso de diálogo si es que éste todavía fuese posible para entonces). Alternativamente, puede buscar tomar una posición más tajante en donde se sancionen a más funcionarios (como lo han propuesto congresistas republicanos), se actúe independientemente de la posición del resto de la región y se desconozca frontalmente al gobierno de Nicolás Maduro. En principio, teniendo en cuenta que Trump ha dicho que “la idea de que podemos construir democracias occidentales en países con inexperiencia o desinterés en ello es peligrosa”, lo más probable es que la política estadounidense hacia Venezuela no sufra grandes cambios.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que Trump ha prometido que “las importaciones de petróleo de Estados Unidos se reducirán a la mitad”, al mismo tiempo que aseguró que su país pasará a ser “totalmente independiente de importar petróleo del cártel de la OPEP o cualquier nación hostil a nuestros intereses”. Esta es quizás el área donde Venezuela podría apreciar directamente el inicio de la Administración Trump, ya que se espera que los productores estadounidenses tengan más libertades para la explotación petrolera pues la conservación del medio ambiente no estará entre las prioridades. En todo caso, los efectos se podrían ir sintiendo paulatinamente.
Visto los acontecimientos durante este año, se percibe difícil que el próximo gobierno de Estados Unidos pueda colaborar en la resolución de la crisis venezolana sin coordinar con el resto de la región. América Latina y el gobierno actual de Estados Unidos ha mostrado interés en preservar la estabilidad y por ello le están apostando al proceso de diálogo bajo el acompañamiento del Vaticano. La probabilidad de que se produzca una nueva fractura entre Estados Unidos y Latinoamérica debilitaría el papel que puede jugar la comunidad internacional para ayudar a resolver la crisis de Venezuela. La presidencia de Donald Trump tiene el potencial de mantener la misma posición que su predecesor, tomar una posición más categórica o simplemente ignorar lo que sucede en Venezuela. Por ahora, reina la incertidumbre.