Mario de las Heras: El nuevo Hollywood
A veces me siento como John Wayne en Hollywood respecto a lo que viene. Y no quiero, es curioso. No haría nunca, por ejemplo (ni se me ocurriría), aunque tuviera la prerrogativa, una caza de brujas o algo similar. Sin embargo, a veces me miro y no puedo evitar que se me aparezca la cara de John Wayne observándolo todo con mis ojos. Es como si a mi alrededor todo estuviera lleno de Marlon Brandos o de Paul Newmans intentando echar abajo el mundo sin motivos. Intentando destruir el orden. Yo siempre he querido ser Marlon Brando y Paul Newman y no John Wayne (menos cuando era pequeño y trataba de que mi revólver me quedara al cinto tan pequeño como el suyo), como si este fuera malo y los otros dos buenos; pero miro a un lado y a otro, niego con la cabeza y me encuentro con Duke metido en mí. Una vez leí que Wayne le dijo a Newman: “Qué tal, Paul?, ¿cómo llevas la revolución? A lo que Newman respondió: “Pues mal, Duke, mientras tú estés al otro lado”. Seguramente Wayne pensaba que esa “revolución” era algo así como el fin del mundo. Fuera lo que fuera no pudo parar nada más allá de su personalidad y de la influencia que tuvo. Dicen que cuando Marlon Brando ganó el Óscar por El Padrino y subió a recoger el premio en su nombre la india Sacheen Littlefeather, tuvieron que parar a Wayne en su camino iracundo al escenario. Y lo pararon. Por mucho que yo me vea como él, que me sorprenda mirando como él, a mí no me tendrán que parar nunca de camino a un escenario. Pero John Wayne tenía el mismo derecho a defender sus ideas que Paul Newman o Marlon Brando las suyas. Lo mejor de este ejemplo es que Paul reconocía el valor de su oponente: “… pues mal, Duke, mientras tú estés al otro lado”, y en el reconocimiento se ensalza el respeto por encima de la diferencia, que es justo lo contrario a lo que yo siento hoy cuando miro a mi alrededor como Wayne y veo a todos esos Newmans y Brandos por este nuevo Hollywood tan raro.