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Marta Lucía se resignó hoy para ganar mañana

Después de poner varias condiciones para estar en la coalición del No, Marta Lucía Ramírez finalmente cedió sin conseguir ninguna y aceptó ir a la consulta de marzo con Iván Duque Alejandro Ordóñez. Al bajar la cabeza, salvó sus posibilidades de ser la próxima presidente de Colombia y también las de la derecha de asegurar un puesto en la segunda vuelta.

Esta mañana, en una rueda de prensa, la ex ministra de Defensa de Álvaro Uribe anunció que “este es un momento de la historia de Colombia en el que tenemos que anteponer cualquier interés personal, cualquier ambición, cualquier vanidad”. Y que para no “tener la irresponsabilidad de ir a dividir el voto” y no abrirle la puerta al populismo, ella había decidido aceptar la consulta.

Aunque no lo dijo, la aceptó a pesar de que ninguna de las condiciones que ella había puesto directamente o por interpuesta persona para estar allí se cumplieron.

Ni el exprocurador anulado Alejandro Ordóñez explicó su relación con los magistrados salpicados en el escándalo del cartel de la toga Bustos y Ricaurte, como le pidió el ex comisionado Camilo Gómez, ni lo dejaron por fuera como había exigido Andrés Pastrana por tener investigaciones encima; no quedó explícita la condición de que el expresidente Uribe dejara en libertad a los militantes del Centro Democrático para votar por el que quieran de la coalición y que hicieran publicidad conjunta; ni tampoco que votaran por la fórmula de presidente/vicepresidente y no por los nombres individuales.

Aún así, y pese a haber estirado la pita hasta el último minuto, terminó cediendo a la voluntad del ex presidente Álvaro Uribe.

En realidad, más allá de preferir la derrota que bajar la cabeza, Ramírez no tenía muchas más cartas para jugar, pues la idea de que la alianza entre Uribe y Pastrana era entre iguales era una ficción dado que el primero tiene mucho poder y muchos votos, y el segundo cero.

Además, por la movida de Duque de reunirse con Ordóñez y estar los dos unidos detrás de la consulta (aunque en la reunión de ayer por la tarde entre ellos dos, Duque le dijo a Ordóñez que no habría consulta si Marta Lucía no aceptaba participar), Ramírez habría corrido con el costo de aparecer como la que había dividido el voto de la derecha.

No era la primera vez que Ramírez se tenía que tragar el orgullo frente a Uribe (la primera vez fue cuando se enteró por radio que el entonces presidente la había cambiado como ministra de Defensa) y aceptó participar en la consulta.

Lo que gana

La reticencia de Ramírez a participar en la consulta de marzo obedece al temor de quedar en desventaja al no tener un solo congresista de su lado, mientras que su rival Iván Duque tiene a todo el Centro Democrático y Ordóñez tiene el apoyo de algunos de los candidatos conservadores.

Sin embargo, al final, en la lista al Senado del Centro Democrático hay muy pocos caciques con estructuras clientelistas propias que puedan inclinar totalmente la balanza. Están Ciro Alejandro Ramírez en Boyacá, los ramistas en Antioquia y otras estructuras más pequeñas, como los Chagüí en Cereté. Casi todos los demás nunca han hecho realmente una campaña política porque llegaron al Senado o a la Cámara sobre los hombros de Uribe y durante el tiempo que han estado en el Congreso no se han preocupado por crear estructuras políticas pues estaban confiados en que Uribe se decidiría nuevamente por una lista cerrada.

La verdadera diferencia la haría si el expresidente Uribe hace campaña abiertamente por Iván y moviliza la estructura de concejales y diputados del Centro Democrático y sobre todo, la franja de opinión devota que tiene detrás de su candidato.  

Pero si no hace este esfuerzo deliberado, y su interés es mantener la Coalición unida, Ramírez tendría con qué compensar la desventaja de la falta de partido.

En particular, el hecho de que ella tiene un reconocimiento mucho mayor que Duque y que el ex procurador anulado, y más experiencia pública que ambos. En muchos sectores ella es recordada como la ministra de la Seguridad Democrática de Uribe pero con mayor independencia frente a él que el Senador y además, cuenta con el apoyo de algunas bases conservadoras.

Tiene dos talones de Aquiles. Uno, ser vista como la candidata de Andrés Pastrana, un expresidente casi tan impopular como Juan Manuel Santos, que además tiene encima el fiasco del Caguán (y que además no le pone votos); y dos, que en los medios no la aprecian tanto como a Iván, que es un candidato articulado y amable, con las ventajas y desventajas de contar con poco pasado.

Su reto ahora será conseguir que Uribe legitime las tres candidaturas por igual y que la gente le premie su apuesta por la unidad.

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