Más allá del esquema fraudulento
Parte del fraude que hemos sufrido los venezolanos en los sopotocientos se concreta el día de las elecciones. Pequeñas y grandes picardías son ejecutadas impunemente en las narices opositoras, o sin ellas, por abandono o simple complicidad inducida por el miedo o el soborno. Pero no son la mayoría de los casos. Se trata de todo un esquema fraudulento cuidadosamente montado y perfeccionado en el tiempo ante la inexplicable indiferencia de quienes ejercen la representación de la Venezuela democrática. Se llega a extremos tales que algunos dirigentes opositores rechazan los planteamientos muy serios de SÚMATE o ESDATA, equipos integrados por profesionales de primera, expertos conocedores en la teoría y en la práctica de la materia electoral. Los llaman “radicales” tratando de desacreditarlos y hacerles perder credibilidad. Sin embargo, a pesar de todo eso y mucho más, los resultados que anuncia el CNE han sido cada día más cerrados en cuanto a los resultados voto a voto, aun cuando no así las consecuencias de los mismos. Es decir, desde las elecciones constituyentes de 1999 hasta las parlamentarias pasadas, el número de elegidos no corresponde a la cantidad de electores distribuidos en estados, municipios y circuitos electorales. En estas últimas con el 52% de los votos no alcanzamos una tercera parte de la Asamblea Nacional. Referirnos a las presidenciales es una necedad por lo reciente. Todos somos testigos de lo sucedido y nos lo calamos a costos elevados para la nación.
En esta oportunidad se trata de algo parecido. El fraude está montado y los mecanismos para el día de las elecciones a la vista. Pero sinceramente creo que no les alcanzará la magnitud de los preparativos para superar el enorme rechazo abierto y encubierto de los electores contra este régimen ineficiente y perverso. No serán suficientes las violaciones legales y éticas, ni las maromas politiqueras ya a la orden del día, para vencer a una nación dispuesta a ratificar ampliamente su vocación democrática. El binomio que dirige la tragedia, Maduro-Cabello, querrán no haberse enterado nunca del rechazo del que gozan entre sus propias filas, parte importante de la voluntad de cambio que se amplía diariamente en la nación. El cambio es indetenible.