Más OTAN que nunca
¿Por qué la idea de ‘finlandización’ ha dejado de tener sentido ante la guerra de Putin en Ucrania?
La cuestión de la OTAN aspira a convertirse a uno de los fracasos más estrepitosos en la guerra de Putin contra Ucrania, planteada como inevitable respuesta a la ‘amenaza existencial’ percibida por el Kremlin en la expansión hacia el este de la Alianza Atlántica. Al cumplirse cincuenta días de la tragedia ucraniana, la Organización del Tratado del Atlántico del Norte tiene más sentido que nunca frente a una Rusia que en materia de seguridad parece ser capaz de ofrecer solo dos opciones a sus vecinos: invasión o respaldo a cuestionadas dictaduras.
Las aspiraciones compartidas por Trump y Putin de arrinconar a la OTAN, y el vínculo trasatlántico que sustenta a este pacto basado en la seguridad colectiva, se van a estampar con la decisión simultánea de Suecia y Finlandia para formar parte del Tratado de Washington. Sin importar las amenazas «políticas y militares» reiteradas por parte de Moscú, empeñado en mantener la supremacía en el cuello de botella del Báltico a base de intimidaciones.
«Todo cambió el día en que Rusia invadió Ucrania», ha dicho la primera ministra finlandesa, Sanna Marin, al confirmar el final de la forzada neutralidad de su país. De hecho, el concepto de ‘finlandización’ tan recomendado para el Gobierno de Kiev ha dejado de tener sentido con la agresión que ha devuelto a Europa a 1939. Ni los mismos finlandeses desean a nadie las décadas que ellos sufrieron de soberanía limitada y derecho de pernada por parte de Moscú.
En sospechoso contraste, la candidata de la ultraderecha a la presidencia de Francia, Marine Le Pen, ha reiterado su promesa de abandonar el mando integrado de la OTAN y forjar un acercamiento estratégico con Putin. En esencia, olvidarse de las sanciones pero sin renunciar al paraguas defensivo del Artículo 5 de la Alianza. Una ‘mélange’ muy difícil de digerir para un país como Francia que retiene la única disuasión nuclear disponible dentro de la Unión Europea. Como dijo George Orwell, odiar a tu patria es tan malo como amarla ciegamente.