Más pesadillas para Yogi
Imaginó el oso Yogi que disfrutaría de la vejez plácidamente cuando superó la amenaza que hizo planear la primera presidencia del señor Trump sobre su familia de grizzlies en el parque Yellowstone. Erróneamente. Porque el retorno del infausto personaje a la Casa Blanca ha comenzado a traducirse en problemas aún más serios que la legislación que entonces pretendió franquear a los cazadores las puertas del emblemático parque nacional.
Recordemos que la revista NATURE alertó en mayo de 2018 contra una iniciativa que hubiese permitido abatir anualmente hasta dos docenas de estos majestuosos animales, que todavía se recuperaban de un implacable hostigamiento.
Un grupo de científicos eminentes solicitó una moratoria al gobernador del estado de Wyoming mientras un panel de expertos independientes establecía con exactitud el tamaño de esa población, que en los últimos treinta años había sido objeto de una eficaz vigilancia, y, felizmente, tres meses después, la decisión de un juez distrital de Montana prorrogó por cuarenta años la protección a la especie amenazada, dejando con los crespos hechos a los gatillos alegres que salivaban ya con la perspectiva de la masacre.
Los mismos que, según parece, buscan ahora la revancha cobijados por una Administración que escaso o ningún interés demuestra por la protección de la naturaleza.
La designación del gobernador de Dakota del Norte, Doug Burgum, como Secretario del Interior y chairman del Consejo Nacional de Energía, encendió las alarmas de los ambientalistas ante la perspectiva de que vastos territorios federales sucumban al entusiasmo con que el presidente Trump aúpa más y más perforaciones en busca de combustibles fósiles.
Burgum, hombre de negocios como el resto del Gabinete –con excepción de la Secretaria de Educación, empresaria de espectáculos de lucha libre y ¡nada menos! el Secretario de Defensa, locutor de televisión- controlará la quinta parte del territorio, incluyendo los parques nacionales y los refugios terrestres y acuáticos de fauna salvaje y las relaciones con 574 tribus nativas reconocidas de manera oficial.
Organizaciones como el Sierra Club, Ciudadanos para Ética y Responsabilidad, el Centro para las Prioridades Occidentales, el Centro para la Diversidad Biológica y Campo Petrolero Internacional han denunciado su intermediación durante la campaña electoral entre el presidente y ejecutivos de una veintena de empresas petroleras y gasíferas que, naturalmente, aspiran recuperar su aporte multimillonario gracias a decretos ejecutivos que anularían la protección en vigor.
Una perspectiva aún más ominosa cuando se conoce el desdén de su colega Chris Wright, Secretario de Energía, por políticas de la Administración Biden que califica de miopes, irracionales y cuasi-religiosas, y su voluntad de apoyar sin cortapisas la expansión de los hidrocarburos con la experiencia al timón de una empresa de fracking petrolero.
Realista climático, en sus propias palabras, Wright rechaza la existencia de una crisis de calentamiento global, asimilando las manifestaciones catastróficas que los medios no cesan de registrar a efectos colaterales del camino a una modernidad incapaz de sustentarse en fuentes verdes de energía.
Es uno de nosotros, habría exclamado el representante de un consorcio que escuchó su exposición en la reciente conferencia CERAWeek celebrada en Houston; satisfecho con el radiante horizonte de una Administración que, mediante decreto, ha permitido en sólo seis semanas la explotación maderera de más de 113 millones de hectáreas de bosques en aras de la seguridad económica nacional, y eliminado de un artero plumazo a 2.300 modestos funcionarios de parques federales que atendían anualmente más de 500 millones de visitantes.
Sin olvidar el propósito de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de revisar los niveles de gases invernadero estimados dañinos para la salud desde 2009, que el señor Trump en su omnisapiencia desestima como falsos y negativos para la industria y la movilidad ciudadana y al servicio de rivales extranjeros.
El advenimiento de la Era Dorada Americana, según Lee Seldin, su nuevo jefe, pasa por bajar contra viento y marea el costo de los automóviles, la calefacción hogareña y el manejo de los negocios, presagiando la reedición de la guerrilla tribunalicia que montaron entonces los ambientalistas contra la anterior Administración.
Sí, definitivamente, serán tiempos difíciles para el contribuyente estadounidense y el amable anfitrión de Yellowstone.
Varsovia, marzo de 2025.