«Más que una canción»…
«Más que canciones, son himnos«; es la opinión de mi pareja cuando le hablo de algunas de las grandes baladas de los sesenta rockeros, como «Let it Be» –The Beatles– o «Epitafio» –King Crimson-. En esa misma liga está «A whiter shade of pale» (traducida por estos territorios como Con su blanca palidez), del grupo británico PROCOL HARUM.
El sencillo fue número uno en UK Singles Chart el 8 de junio de 1967 y estuvo seis semanas en el ránking. La canción fue compuesta por Gary Brooker, Keith Reid y Matthew Fisher. Su éxito fue mundial. Todas las carteleras del mundo se rindieron a sus pies. Lo cierto es que existen más de 700 versiones conocidas, y está entre las canciones favoritas de muchos cineastas a la hora de escoger música para sus largometrajes. Escuchemos el original:
Esta canción es un ejemplo perfecto de la experimentación de los sesenta, tanto en música como en letra. Al igual que Blowin’ in the Wind -quizá más- desde su línea inicial “We skipped the light fandango”, y probablemente debido al tono melancólico de la melodía, la canción ha sido sometida a todo tipo de análisis, llegando incluso algún excéntrico a rastrear supuestas influencias en Milton y Shakespeare. Otros, en materia de melodía, han afirmado conseguir influencias evidentes de Bach. Gary Brooker no lo negó, al contrario: reconocía su admiración por el gran músico barroco, citando entre sus obras favoritas el muy popular y conocido “Aire en la cuerda de Sol.« (Al parecer, la primera obra de Bach en ser grabada.) Puedes escucharla aquí:
Keith Reid afirmaría, años después, que es una historia de seducción, de una seducción llena de tristeza. Según Reid, al momento de escribirla, había estado viendo películas como Pierrot le Fou y El año pasado en Marienbad. Ello explicaría, según él, el tono «existencialmente melancólico» de la canción.
Ahora bien, la cosa no se quedó allí: casi 40 años después de su aparición, el organista del grupo, Matthew Fisher, introdujo una demanda en los tribunales exigiendo una parte de las regalías. Según él, era parcialmente responsable de la melodía. Fisher admitía la influencia de Bach, pero cambiando la obra de inspiración: sería una famosa cantata llamada «El despertar de los durmientes» (BW 140). De allí, influencias van, recuerdos vienen, y los únicos ganadores fueron los abogados.
Por fin, en el 2009, la Cámara de los Lores (por eso lo digo, los únicos ganadores los abogados, que se las arreglaron en llevar el litigio a todas las instancias superiores posibles), sentenció a favor del organista, quien desde entonces tiene derecho a su parte en los beneficios. Pocas canciones pop pueden jactarse de un pasado tan rico y accidentado.
Al final, que cada quien entienda los versos y los interprete a su respectiva y plural manera…
Gracias al buen amigo, gran pana y experto de verdad en música pop, Andrés Perdomo, conocí esta hermosa versión grabada por Procol Harum en concierto en el castillo de Ledreborg, Dinamarca (2006), con arreglo que incluye orquesta sinfónica y coros:
Por último, escuchemos también esta buena versión de la cantante británica Annie Lennox: