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Matthei y el fantasma de la dictadura

Al matar al fantasma de la dictadura, Matthei logrará enfrentar el verdadero problema que hoy tiene a su campaña en crisis: la incapacidad que hasta ahora ha demostrado para ganarse la confianza de los chilenos.

 

Después de varias semanas en las que el fantasma de la dictadura militar ha entorpecido su campaña, Evelyn Matthei necesita cerrar de una buena vez ese tema. Si lo hace de forma creíble y directa, la candidata de la derecha tradicional podrá matar dos pájaros de un tiro. Además de cerrar el tema, podrá corregir el que hasta ahora ha sido su principal problema de la campaña, la incapacidad para ganarse la confianza de un electorado que duda de las élites tradicionales, de la tecnocracia y de los políticos de carrera.

Para muchos, resulta sorprendente lo difícil que le resulta a la derecha pasar página respecto al periodo del gobierno militar. De los ocho candidatos presidenciales en carrera para la contienda de 2025, sólo cinco tenían edad para votar en el plebiscito de 1988 (José Antonio Kast, Evelyn Matthei, Eduardo Artés, Harold Mayne-Nicholls y Franco Parisi). Artés y Mayne Nicholls han dicho que votaron por el No (por el retorno de la democracia). Kast y Matthei reconocidamente votaron por la continuidad de Pinochet en el poder (aunque Matthei alguna vez dijo que ella votó Sí, pero quería que ganara el No). Convenientemente, Parisi ha olvidado cómo votó en ese significativo plebiscito.

Ahora bien, entre los cuatro candidatos que se identifican con la derecha, sólo Matthei tiene fotos con Pinochet. Como senadora de la república, fue a saludar a Pinochet cuando el dictador volvió de su arresto domiciliario en Londres en 2000. Aunque ella siempre formó parte de la derecha más liberal, su conexión familiar con la dictadura militar es innegable. Si bien su padre, Fernando Matthei, fue una figura clave que contribuyó a la transición a la democracia, por las necesidades electorales de los 90, Matthei terminó militando en la UDI, el partido mas afín a la dictadura. Aunque construyó impecables credenciales democráticas, las fotos con Pinochet y sus declaraciones históricas en apoyo al gobierno militar la anclan a un pasado que la mayoría de los chilenos ha dejado atrás.  

Porque son mucho más jóvenes y no eran actores políticos en ese tiempo, Kayser o Kast pueden expresar su admiración por las políticas económicas que impulsó la dictadura y contextualizar las violaciones a los derechos humanos argumentando que la alternativa de un gobierno comunista hubiera sido mucho peor sin temor a que le apunten por ser cómplice pasivo de la impunidad que evitó que muchos violadores a los derechos humanos cayeran detenidos. Pero Matthei era un personaje político relevante cuando se escribió la historia de la transición a la democracia y del pacto tácito que permitió avanzar en la construcción de instituciones democráticas sin alterar la estructura legal que facilitó la impunidad a muchos responsables por las violaciones. Por eso, mientras Kayser y Kast pueden navegar sin tanto bagaje personal las complejas aguas de la evaluación histórica de las luces y sombras del legado dictatorial, Matthei debe ser más cuidadosa. Además, como busca atraer el apoyo de votantes que rechazan la dictadura sin generar dudas entre los votantes que simpatizan con el legado autoritario, Matthei tiene menos margen para tratar de explicar su defensa acérrima de Pinochet durante los 90 y su compromiso con la defensa de los derechos humanos de hoy. 

Con todo, dado que su trayectoria política en el legislativo y en puestos ejecutivos ha sido notable y destacada, y porque la gente evoluciona y crece, Matthei tiene toda la legitimidad para articular una explicación razonable y sensata sobre cuál es su visión hoy respecto a la dictadura y dar cuenta de cómo su visión ha ido evolucionando con el tiempo. Sólo los tercos y obtusos son incapaces de evolucionar, crecer y aprender a medida que acumulan experiencias y vivencias. Los electores rechazan a los políticos que eluden los temas complejos y que ocultan lo que realmente piensan.

Después de varias semanas de ser incapaz de pasar página por el tema de la dictadura, Evelyn Matthei debiera enfrentar al fantasma y explicar de forma simple y clara cuál es su posición sobre la dictadura y compartir con Chile cuál ha sido su evolución personal a través de los años.

La campaña de Matthei está en lo correcto al recordarnos que las preocupaciones de los chilenos hoy son otras. Es más, el hecho que José Antonio Kast, un apologista de la dictadura, lidere las encuestas y gane en todos los escenarios de segunda vuelta que se realizan hoy deja claro que la dictadura no es un tema tan relevante para el electorado. Pero Matthei debe matar al fantasma de la dictadura precisamente porque el electorado necesita confiar en los políticos que postulan a cargos importantes.

Hoy por hoy, el problema de Matthei no su relación con la dictadura o su postura sobre el gobierno militar. Su problema es que una mayoría del electorado no confía en ella. Al matar al fantasma de la dictadura, Matthei logrará enfrentar el verdadero problema que hoy tiene a su campaña en crisis: la incapacidad que hasta ahora ha demostrado para ganarse la confianza de los chilenos.

 

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