Mauricio Macri ofrece un “pacto de estabilidad” al peronismo moderado
El presidente argentino busca negociar un acuerdo con la oposición no kirchnerista que otorgue previsibilidad a los acreedores
Mauricio Macri busca un pacto con el peronismo moderado. El presidente argentino propone un “acuerdo de estabilidad” sobre unos cuantos puntos básicos, como el compromiso de pagar la deuda o el respeto a la independencia del Banco Central, gane quien gane las próximas elecciones. ¿Tiene como objetivo tranquilizar a los mercados financieros? ¿Se trata de una maniobra electoral para dividir al peronismo? ¿Quiere aislar a Cristina Fernández de Kirchner? ¿Es un gesto de pánico? Un poco de todo, probablemente. La recepción a la oferta es fría de momento, salvo entre los empresarios.
Los sondeos que maneja el gobierno parecen sugerir la conveniencia de un baño de humildad y de una apertura a la oposición no kirchnerista, algo que Macri y su jefe de gabinete, Marcos Peña, no habían contemplado hasta ahora. La semana pasada, una encuesta indicó por primera vez que la ex presidenta podía imponerse a Macri. Eso produjo fuertes turbulencias en los mercados financieros, temerosos de que un retorno de Cristina rompiera los acuerdos con el Fondo Monetario y las reglas de juego liberales, e inundó de pesimismo la Casa Rosada. Argentina recibió en septiembre el mayor préstamo en la historia del FMI, de 57.000 millones de dólares, lo que elevó su deuda hasta casi el 100% del PIB, pero sigue sin controlar la inflación (en abril habrá rondado el 4%, y la estimación para 2019 no baja del 40%), la economía se mantiene en recesión y en un año el dólar ha pasado de costar 20 pesos a 45.
La iniciativa para la estabilidad ya estaba en marcha cuando las últimas turbulencias. Hace unas tres semanas, el ministro del Interior, Obras Públicas y Vivienda, Rogelio Frigerio, almorzó con el senador Miguel Ángel Pichetto, jefe de Argentina Federal (un grupo peronista que ha pactado numerosas leyes con el macrismo, en minoría parlamentaria), y le planteó la posibilidad de alcanzar un compromiso sobre diez puntos. Los siguientes: equilibrio fiscal, independencia del Banco Central, integración internacional, respeto de los contratos, reducción de impuestos, reforma laboral, sistema de pensiones sostenible, federalismo, estadísticas oficiales fiables y complimiento de las obligaciones con los acreedores.
A Pichetto no le pareció mal. Y la idea empezó a circular por WhatsApp. A Juan Manuel Urtubey, gobernador saliente de Salta y precandidato presidencial, tampoco le pareció mal. Pero a Sergio Massa, otro de los precandidatos presidenciales por Alternativa Federal (peronismo moderado) y a Roberto Lavagna, que aspira a una entronización como candidato a la presidencia sin pasar por elecciones primarias, les dejó muy fríos. Lavagna, el hombre que encarnó la recuperación económica tras el colapso de 2001-2002, dijo que la idea era “marketing político” sin contenido y añadió que, sin referencias a la necesidad de crecimiento, no había nada que acordar. «Si hay voluntad por parte del presidente de que sea diferente, estoy dispuesto a sentarme con él. Hay otro camino al ajuste y ojalá pueda escucharlo», dijo Lavagna en una entrevista con Ámbito Financiero.
Sergio Massa propuso una lista alternativa de medidas y se preguntó por qué se excluía de antemano a Cristina Fernández de Kirchner. Felipe Solá, precandidato presidencial cercano al kirchnerismo, se burló de la propuesta: “El gobierno pretende elegir la oposición que más le conviene”. La ex presidenta, que mantiene una actitud de esfinge, guardó silencio, pero dejó hablar a su entorno para aclarar que no habrá negociación «a libro cerrado. «Esos diez puntos no», dijo un portavoz de la expresidenta al diario Clarín.
“Esta es una conversación que apenas está comenzando, quizá no haya acuerdo sobre los 10 puntos pero sí un respaldo a la idea de mantener la estabilidad”, comentó una fuente de la Casa Rosada. La misma fuente admitió que la propuesta tenía matices electorales “en el sentido de clarificar el panorama” y que “podría servir para aislar a Cristina”, pero negó que fuera fruto de una reacción de pánico ante la fuerza de la ex presidenta en las encuestas. “Es muy pronto aún, hay un 60% de indecisos y el sondeo de esta semana vuelve a dar ganador a Macri”, añadió.
El asunto es paradójico. Aunque se llevó relativamente bien con los gobernadores peronistas, casi todos moderados, Macri dedicó los primeros tres años de su mandato a ahondar la llamada “grieta”, la división profunda entre kirchneristas y antikirchneristas. Era su plan para asegurarse la reelección: ella o yo. Todos los sondeos indicaban que en una segunda vuelta electoral entre Macri y Fernández de Kirchner, ganaría el primero. Por tanto, al presidente no le interesaba reforzar las vías intermedias encarnadas por Massa, Lavagna o Urtubey, entre otros. Quería mantener viva la “opción K”.
Pero eso ya no está tan claro. La idea es ahora atraerse a los moderados, llevar la división al interior del peronismo y aislar a la ex presidenta, impidiéndole incluso (si, como se espera, finalmente es candidata) alcanzar la segunda vuelta. El colmo de la paradoja consiste en que el temor a un regreso de la ex presidenta reduce la confianza en la economía argentina y causa turbulencias en los mercados financieros, con más devaluación del peso y aumento del riesgo-país, lo que a su vez complica las perspectivas de Macri. Y también agudiza el rechazo de quienes no soportan la idea de ver de nuevo a Cristina Fernández de Kirchner en la Casa Rosada. Es decir, se ahonda todavía más la grieta que separa a los argentinos.
La propuesta de Macri sigue circulando por WhatsApp y ha llegado a todo el mundo. Las organizaciones empresariales, a las que nadie se ha dirigido directamente, la aplauden. Los sindicatos, de momento, no se dan por aludidos.