Maxim Ross: Causalidad y complejidad de la crisis mundial
Muy, muy difícil escribir y describir la compleja situación que vive hoy la sociedad mundial porque demasiadas cosas están ocurriendo al mismo tiempo y no resulta fácil escudriñar dentro de ellas para descubrir causalidades, más todavía si de estas no asoma alguna que dé una explicación única y simple. Por esa razón vamos a apelar a una descripción de sucesos y hechos encadenados que podrían darnos una interpretación.
Somos de la opinión de que se han combinado distintos eventos, unos del quehacer cotidiano y otros del mundo institucional y político que se han venido desarrollando, prácticamente, después de la segunda guerra mundial y que, por distintas razones, están entrando en crisis, con el agravante de que están atados entre sí y unos influyen sobre los otros. De todos ellos escogemos un elemento que aparenta estar detrás de los demás en tanto que revela el ensamblaje institucional que se armó después de la guerra: el sistema multilateral.
MULTILATERALISMO EN CRISIS (1)
Aun cuando no resulta fácil indagar en la inmensa amplitud del sistema multilateral que se diseñó después de aquella guerra, comenzando con la Organización de las Naciones Unidas, que incluye múltiples instituciones de índole comercial, política o de derechos humanos, lo que parece evidente es que ese sistema ya no está a la altura de solucionar los graves problemas que agobian a la humanidad. Por ejemplo, dos guerras ante las cuales su Consejo de Seguridad, supremo ordenador de la paz mundial, nada ha podido hacer para evitarlas.
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(1) Varias referencias que anotamos indican que esta crisis ya es tema en la opinión pública. “¿La bancarrota del multilateralismo?” Nueva Sociedad, febrero 2023. “La crisis de la ONU y del sistema multilateral” The Conversation, octubre 2023
Del lado del comercio, por ejemplo, la Organización Mundial del Comercio ha quedado prácticamente paralizada por la continua y consistente postura de los Estados Unidos de no reconocerle todos sus derechos y responsabilidades de ordenar el comercio y las inversiones mundiales. La guerra de aranceles iniciada por el gobierno de ese país lo deja al margen de las soluciones, tanto que los principales acuerdos intentados y realizados están fuera de su seno, tal como es el caso del acuerdo EE. UU.- UE. La Organización Mundial de la Salud ha recibido críticas sustentadas en su incapacidad para ver a tiempo el fenómeno COVID. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional se enfrentan con dudoso éxito a la embestida y competitiva oferta de préstamos y ayudas financieras que en el Sur Global hace la Republica China.
Lo que parece cierto, es que la capacidad de ese sistema multilateral, creado con las mejores intenciones y con éxitos evidentes en el pasado, estaría muy lejos de identificar y enfocar a tiempo los graves problemas que enfrenta la humanidad, tanto que las soluciones comienzan a desplazarse al terreno bilateral y nacional.
NACIONALISMO Y BILATERALISMO
Es lógico, si la anterior apreciación es correcta, que el foco y las soluciones se intenten del lado de cada país, con el perjuicio de que estas no solo tienen un tinte procedimental, sino que atienden al surgimiento de nuevas y fuertes visiones políticas. Los casos de Trump y Orban son muestra de ello, el uno cuestionando las instituciones multilaterales con su planteamiento de un nuevo “nacionalismo” (MAGA), el cual pone el énfasis en el protagonismo de su país y el otro cuestionando las instituciones de la Comunidad Europea.
No es de extrañar entonces que el bilaterismo tome la vanguardia de las acciones y sea quien persiga solucionarlas, desde luego amparado en el poder económico y político que cada país tiene. En el caso extremo está, sin duda, la conducta del gobierno actual de los Estados Unidos con su enfoque sobre la guerra Rusia – Ucrania y la de Israel con Palestina, pues aún con toda la presión que se puede ejercer, no hay una evidente presencia multilateral.
Obviamente, nacionalismo y bilateralismo están ganando terreno, pero no por casualidad, sino porque están más cerca de los problemas del mundo cotidiano. Entramos aquí en otro grupo de causalidades que mucho tienen que ver con la incertidumbre y la confusión que se ha venido creando. El sistema democrático que surgió y se consolidó después de la segunda guerra también muestra señales de convalecencia.
¿CRISIS DE LA DEMOCRACIA OCCIDENTAL? (2)
Mucho, mucho se ha escrito sobre la situación actual de la Democracia Occidental y la opinión general parece coincidir en que, en efecto, ha entrado en una crisis de alguna profundidad. Aquel vaticinio de Fukuyama sobre el “Fin de la Historia”, en el que al final estas predominarían en el mundo ha sido cuestionado y lo vienen sustituyendo otros esquemas y explicaciones con mayor peso.
De un lado, hay demostraciones de una gran apatía por la democracia de partidos y del otro la aparición del discurso nacionalista y populista que cree (y bastante lo logra) interpretar el sentir de la gente. El triunfo de Trump en las últimas elecciones no está lejos de ello.
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(2) Algunas referencias que apoyan el tema. “Why democracy’s in crisis, and how we can fix it” Varios articulos en “Journal of Democracy.” “La crisis de la democracia en América Latina,2019-2021.Instituto elcano.org. octubre 2021.
NACIONALISMO POPULISMO
Lideres, más que nuevas instituciones políticas representan el “sentir popular”. Meloni, Macron, Bukele, Trump, Putin, Lula, etc., etc. Luego, si atamos “cabos” una vez más: multilateralismo y democracias en crisis, nacionalismos efervescentes en un mundo que clama urgentes soluciones a los graves problemas de la humanidad. Inmigración, cambio climático, desigualdades sociales, desplazamientos humanos de magnitud y, lo peor, un par de guerras interminables socaban la confianza y la esperanza de la gente, especialmente en el sistema de partidos y en la democracia misma. Una vez que ese camino viene abandonando su sustento clásico, las ideologías también entran en crisis.
¿EL FIN DE LAS IDEOLOGIAS? (3)
Si exceptuamos las primeras declaraciones del nuevo Papa, cuando recupera para su mandato la encíclica “Rerum Novarum”, como la principal ideología de la Iglesia Católica con su conocida Doctrina Social de la Iglesia, ninguna otra ha emergido en el plano internacional. Los marxistas se han olvidado de la lucha de clases y se han convertido en los defensores de todas las minorías y marginados existentes. Los socialdemócratas hace tiempo que no defienden una común visión, más allá de las conocidas como “progresismo”, las que parecieran acercase bastante a la ya mencionada de “defensa de las minorías” y que, de alguna manera, se recrea en las doctrinas que ponen el énfasis en el papel del Estado.
El liberalismo económico no fue sustituido por alguna versión teórica, sino por una andanada de aranceles con distintos fines, inclusive no económicos cuyo apellido podría ser el regreso del “proteccionismo”, pero sin una versión explicativa de sus defensores. Lo que sí aparece como ideología es el surgimiento de las ideas conservadoras, cuya definición proviene de su rivalidad con el liberalismo político y con la izquierda tradicional.
Izquierdas y derechas ya no son claramente diferenciadas. Su solapamiento con populismos y nacionalismos del mismo apellido dan claro indicio de cómo se han ido alejando de sus antiguos conceptos, pues la pregunta es ¿Qué diferencia las ideas de Bukele, de las de Evo Morales? La respuesta, en nada precisable, habla de un pensamiento disperso y diverso, sumamente pragmático que podría calificar de populismo. Lideres de ambos lados que toman partido por una causa concreta. Aquellos tiempos de “socialismo”, “comunismo”, “liberalismo” están pasando a ser temas del museo de las ideas.
(3) Referencias: “El fin de las ideologías” Revista Disruptiva, agosto 2023.” El Fin de las Ideologías” Lus Praxis. s/f.
ORIENTE y OCCIDENTE
A todo este andamiaje de sucesos se suma lo que luce bastante claro. El enfrentamiento entre ambas visiones del mundo lo expresa la controversia Oriente y Occidente con una muy nítida participación y organicidad por parte de la dirigencia china, a lo que suma, a juzgar por los últimos acontecimientos la alianza con Rusia y la India y con su expresión latinoamericana, el Brasil de Lula. Como indicamos antes, las tesis de Fukuyama y Huntington no parecen reflejar la realidad de hoy. Más que un tema cultural, religioso o ideológico, se trata de un asunto de orden geopolítico en el que se intenta regresar a un nuevo reparto del mundo. Aliados de los Estados Unidos, Europa y el Reino Unido versus aliados de China. Sobran ejemplos de cómo este país se ha posicionado fuertemente en África, Medio Oriente y América Latina con su elaborada tesis del “Sur Global” y en Europa y Asia con el prospecto Eurasia que se intenta consolidar. En tiempos pasados, esos sucesos se conocían mucho después. Ahora están en la boca de todos.
EL ESTALLIDO DE LA VOZ INDIVIDUAL
Antes, quizás hace unos años, nos enterábamos de un acontecimiento al siguiente día con el titular de un diario o con un trabajo de investigación de lo que sucedió ayer o anteayer en una revista especializada. En cierta forma la angustia y el desasosiego desaparecían por esa lectura diaria o dominical. Podíamos percibir la realidad, por más cruel que fuera, días, semanas o meses después, con la frialdad de la herramienta impresa o la noticia radial o televisiva. Nos enterábamos de los sucesos bien analizados y explicados para nuestro confort.
La angustia y el desasosiego no existían, se podría decir, pero hoy las voces están en todas partes. Somos cada uno. Millones de seres humanos, expresados en su WhatsApp, Instagram, TikTok y otras redes sociales, que nos dicen lo que vemos y creemos. El salto del colectivo al individuo es de las mayores revoluciones de nuestro tiempo y ello sin contar con ese mundo digital en paralelo, el del metaverso y la IA, que se agregan a lo que opina cada uno. No es para sentir sosiego. El mundo de hoy, trasladado al individualismo, no se consigue con instituciones multilaterales, ni con democracias, ni con populismos y nacionalismos. Estἁ en tu casa, frente al celular hurgando la realidad.
Las redes sociales nos ubican angustiosamente en cada minuto. Llevamos el acontecer mundial al día, con el grave perjuicio de que no sabemos de cuánta verdad es la noticia que, además de estar influida por el interés particular o, peor todavía, por alguno político, lo que se nos dice hoy no es verdad mañana. Aquella sensación de tranquilidad que nos daba el saber la verdad se ha diluido. ¡No sabemos! y lo peor de lo peor es que ¡todo está pasando ahora!
VIVIMOS EN TIEMPO REAL
Sumémosles a estas breves notas interpretativas ese hecho. Si Trump se reúne con Putin ya lo sabemos. Si Israel está venciendo o perdiendo la guerra en Gaza es cosa de segundos o minutos de enterarnos. Si hay un tiroteo en Times Square o en Bélgica o en cualquier parte del mundo, no solo lo sabemos al instante, sino que podemos añadir allí el sufrir lo acontecido porque, si nos enteramos mañana o pasado ya es solo eso, pero cuando se da en tiempo real las posibilidades de involucrarse, sentirlo, aumentan exponencialmente. El tiempo real en que vivimos se hace inescrutable, inexorable, inaccesible. Mientras los problemas continúan o se agravan y las instituciones que creamos ya no nos sirven y quedamos en manos de uno de aquellos que se hace del poder para entendernos o representarnos. El poder colectivo de las instituciones está en mengua. Quizás algún día, tal como ayer, encontremos el camino de las instituciones que nos den respuesta. Mientras tanto reinará la incertidumbre y la confusión que nos agobia.