Menos Estado, más iniciativa privada
No se trata de un lema político, sino de una realidad económica para poder recuperar al país. Ya, la Venezuela de un Estado fuerte rico por el control de la renta petrolera, murió para siempre. Ahora lo que toca es algo parecido, guardando las distancias, a lo que tocó hacer a Juan Vicente Gómez, convertir a lo que queda de Venezuela un país viable, pero sin el maná petrolero.
El estado controlador, el estado munificente, el estado repartidor de riqueza ya no existe, lo que hay es un estado endeudado, que no controla su territorio, que no brinda seguridad jurídica, que no está en capacidad de brindar servicios de calidad y que ni siquiera sabe gerenciar la cosa pública.
¿Cuál es entonces la opción que nos queda a los venezolanos para no hundirnos en la desesperación? Lo primero, reglas claras para poder invertir en todo lo que haya que resolver y mejorar y un gobierno de consenso nacional cuya función primordial sea la de estimular la recuperación económica del país y que vele por la inclusión social.
La era de la politiquería barata terminó, ser dueño de ese estado maltrecho no asegurará el enriquecimiento fácil, todo lo contrario, requerirá de personas dispuestas a sacrificarse para asegurar el bien común.
La riqueza provendrá del trabajo de los venezolanos y de las inversiones de aquellos que consideren que Venezuela puede ser una realidad prometedora.
Hay áreas en las que podemos ser competitivos a nivel mundial y Venezuela tiene hombres y mujeres capacitados, muchos de ellos regados por el mundo, que pueden iniciar emprendimientos que generarán riquezas, siempre que el Estado, en vez de ponerles trabas, los estimule.
Será indispensable la cooperación del Estado y de todos los venezolanos para lograr un sistema educativo adecuado e inclusivo que incorpore los cambios necesarios para adaptarse a la realidad mundial.
Juan Vicente Gómez acabo con las guerras civiles en Venezuela, pagó la deuda externa y atrajo inversión extranjera en la exploración y explotación petrolera.
Los que dirijan el futuro de nuestro país tendrán que hacer mucho más, porque les tocará inventar un país que no existe.