Mercedes Pulido: Apostando a la ciudadanía democrática
“La medida más segura de toda fuerza es la resistencia que vence”.
Stefan Zweig (1881-1942).
Las imágenes desbordan nuestra imaginación, la realidad de carencias y necesidades, la violencia alimentada por la inseguridad del presente y del futuro, el vacío de trascendencia y espiritualidad, pueden empañar los cambios en nuestro entorno y, sobre todo, las potencialidades que están surgiendo fruto de procesos de resistencia creativa.
Si bien tenemos varios años observando el deterioro de la convivencia social, el surgimiento de conductas y organizaciones delictivas, aupadas por la impunidad para sancionar y, en muchos casos, con la gran sospecha que ellas están protegidas por el aura del poder; no se ha claudicado. Prueba de ello es la constante exigencia por abrirnos a construir realidades de corresponsabilidad y lo poco tolerantes a la mediocridad y cinismo de la mentira.
Sin lugar a dudas, la transformación de las estructuras familiares, educativas y de socialización en valores está en plena mutación. Durante estos últimos años, la visibilidad de los problemas, aunado al progresivo refuerzo de las expectativas individuales y colectivas, han impactado el tejido social. Y, sin embargo, los recientes debates en la nueva Asamblea Nacional demuestran por una parte la vitalidad de quienes vienen de un aprendizaje de valores de libertad e igualdad, pero también de la diversidad de las realidades que nos rodean.
Hemos aprendido que las ideologías pueden imponer fanatismos que nublan nuestra responsabilidad ciudadana. Nos preguntamos si los problemas que nos agobian ¿son producto de la ignorancia, de la incapacidad o de la intencionalidad de retener el poder a toda costa? Indudablemente, que al priorizar el nepotismo o el clientelismo, desechamos cualquier posibilidad de duda o alternativa que lo ponga en riesgo. De ello hay múltiples ejemplos históricos, de lo efímero que resultan dichos esfuerzos, cuando los ciudadanos buscan la vida, la libertad y la búsqueda de felicidad.
¿Qué habilidades tenemos que generar para impulsar estos valores y estas conductas? Imprescindible será la capacidad de deliberar, de debatir los problemas políticos para examinar, discutir y ampliar la visión de las diferencias. A esto se aúna la capacidad de pensar en el bien común de la nación como un todo mas allá de localismos inmediatos, esto lleva a percibirnos en un orden mundial complicado interdependiente. Para nuestro rentismo petrolero, las decisiones que surgen de compromisos para enfrentar el cambio climático nos obligan a repensar nuestras expectativas. La ciudadanía democrática requerirá capacidad de autocrítica y pensamiento crítico que razone con la autoridad y construya opciones alternativas. Solo se podrá hablar de diálogo si aprendemos a deliberar, a aceptar diferencias, a sustituir la visión de enemigo a ser derrotado por sujetos que tienen razones sobre lo que piensan y que pueden ser compartidos algunos pensamientos con los otros. El conocimiento no es garantía de buena conducta, pero la ignorancia es garantía virtual de lo contrario. La inteligencia no es garantía de integridad, pero ésta sin juicio crítico es garantía de sumisión. La apertura de la información y la exposición a los debates hace evidente el impulso al cultivo de la imaginación. La innovación que exigen las crisis requiere imaginaciones capacitadas, que enfrenten estigmas y privilegios… Es la ciudadanía democrática la que vencerá resistencias… –