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Mercedes Pulido: “Aquí nadie disfruta de lo logrado”

MercedesPulidoxMata-9791Mercedes Pulido no necesita mayor presentación, psicólogo social, profesora universitaria, tocada por el gusanillo de la política desde la propia cuna. Su vida está llena de anécdotas, en las que aparecen como personajes de un guión cinematográfico, Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Luis Herrera Campíns, en una argumentación que viene con el devenir de su familia. Su padre, por ejemplo, fue quien llevó, junto con Zuñiga Cisneros, el manuscrito de “Memorias de un Venezolano de la Decadencia”, de José Rafael Pocaterra, para que se publicara en México. Una novela que marca el fin del siglo XIX y anuncia el parto de la modernidad en Venezuela.

La trama sigue con el exilio en México y luego con papeles fundamentales en la política internacional, en París y Nueva York, y posteriormente con un logro que se proyecta como una de las grandes  transformaciones culturales y políticas en el país: la reforma del Código Civil, que ciertamente representa una gran victoria de la mujer venezolana. De la experiencia del chavismo, no queda otro camino que comprometerse una vez más con la política, que significa debate, transparencia y rendición de cuentas. Soportes fundamentales de la civilidad.

¿Qué de bueno y de malo tiene el 6-D?
El 6-D es un hito, en el sentido lato de la palabra. Es tomar conciencia de lo que significa una Asamblea Nacional, conciencia de la necesidad de separación de poderes, entre otras cosas, porque la mezcla entre Estado, régimen y gobierno, no ha sido muy clara. Implica, en mi opinión, una toma de decisión acerca del país que hemos vivido en los últimos años, y que no tiene vuelta atrás. Así como de las posibilidades que plantea una realidad muy diferente, marcada por un mayor empoderamiento social, una mayor visibilidad de los problemas, pero también por una herencia democrática muy fuerte, que se traduce en la idea de que nadie quiere desmejorar. Todo el mundo quiere superarse. Esa es una herencia de la democracia. ¿Cómo veo el 6-D? Como una opción de decisiones, como una capacidad de movilización. Sin embargo, lo veo como una etapa, no como el final del camino.

¿Usted cree que la gente cuando esté frente al tarjetón electoral va estar pensando mucho más en el país, en el tema de revisar la organización de la democracia, del Estado?
No hay una sola respuesta. El empoderamiento de las nuevas generaciones va más por lo que yo puedo negociar y responder a conveniencias personales, que por lo que puede ser la discusión ideológica del país. Cuando me planteas si la gente está consciente de las consecuencias del voto, pues yo creo que sí tiene muy claro lo que no quiero, el posicionamiento para muchos chavistas está en que no quiero dejar de soñar con esto y para muchos demócratas en que esto es lo que hay que construir. Esa movilización atrae a casi el 60% de votantes. Sí hay, por lo menos, una diferencia, yo oigo menos conversaciones de queese día me voy a la playa y más de que hay que votar el 6-D.

Nadie habla de las grandes dificultades que enfrentamos, la solución parece inmediata, a la vuelta de la esquina, pero todos sabemos que es, justamente, lo contario ¿Qué habría que hacer después del 6-D?
El planteamiento que estás haciendo me lleva a pensar que tal vez este no sea el momento de que podamos tener consciencia de los pros y las posibilidades de una votación parlamentaria, empezando porque una elección de este tipo debió haber comenzado por una discusión de proyectos regionales y no por lo que se ha convertido: en una evaluación de modelos.  En esa visión pierdes tanto la capacidad de ver dificultades como la de ver logros. Yo diría que las dificultades no se plantean por varias razones. Una es que se desconozcan, porque los planteamientos que está teniendo, tanto a nivel de economía como de sociología y de política te muestran un país absolutamente anárquico. Otro tema que tampoco se discute es el factor militar, que en el caso venezolano es de preguntarse. Sí creo que eso implicaría que estas tocando aspectos emocionales como el miedo, como el conflicto, como el marginamiento de las estructuras partidistas actuales. Puede ser que veamos las dificultades, pero no vemos ni a los actores que las puedan llevar adelante, ni los árbitros para manejarlas.

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Es muy inquietante que la campaña del chavismo la haga el fallecido presidente Chávez. ¿Qué futuro puede haber en la movilización de esos factores que son puramente psicológicos, emocionales?
Es mucho lo que se planteado con respecto a los referentes, especialmente Jung. A él le hacen una entrevista y le preguntan si muerto Hitler se acabó el nazismo, y la respuesta de Jung fue clara: Dentro de tres generaciones sabremos qué pasó. Lamentablemente, estamos viendo que el nazismo está resurgiendo. Hasta la obra Mein Kampf está siendo reeditada. ¿Por qué? Porque la primera generación no habla del problema, pasa agachada. La segunda generación se pregunta: Por qué caímos en esto y la tercera generación pretende reivindicar las dificultades del momento con un nuevo mito. Yo diría que en el caso del chavismo hay grandes dificultades, entre otras cosas porque Chávez no dejó una obra escrita, sino una serie de alocuciones que respondían a la coyuntura del momento, pero ahí sí tienes la emocionalidad en pasta, digamos, la dificultad que tienen las mujeres golpeadas, tú no me puedes hablar del marido, porque era muy bueno, pero me lo echaron a perder. Yo sí creo que eso va a ir decayendo poco a poco, que no debes tocarlo, porque representó alguna vinculación con la gente, pero cada vez tiene menos espacio en el mundo que, a su, vez quiere construir la gente.

¿Cómo se refleja ese referente, ciertamente desdibujado, en la incertidumbre?
Hay que hacer un espacio para entender que el chavismo va a tener muchas expresiones el 6-D. Algunas de intereses personales, otras de intereses ideológicos, tenemos que buscar cómo se inserta dentro de un proyecto que quisiéramos de país, de caminar con el país. Diría que esas diferencias tienen que encontrar puentes, no solamente en los espacios económicos, sino en los culturales. Tenemos que aprender la tolerancia, de la que alguna vez nos ufanábamos, pero que nunca había estado en puerta. Tenemos que aceptar, igualmente, que hay tres o cuatro niveles de aspiraciones. Uno de sobrevivencia, otro de mejoría, otro de innovación y otro de eficiencia. ¿Cómo las combinas tomando en cuenta la diversidad? Tenemos, por ejemplo, el gran problema que plantea la división de poderes ¿Qué significa justicia? ¿Qué significa impunidad? ¿Qué significan ambas cosas si tomamos en cuenta que los venezolanos evitamos el conflicto para poder acomodarnos y evitar las consecuencias?

¿Cuál sería la solución entonces?
Eso va a llevar a normas y esas normas tienen que ser enseñadas pedagógicamente con testimonios. Y eso son dos, tres generaciones.

¿Educar?
Pero con testimonios, con imitación. Dime, ¿Por qué vamos a ser honestos si somos vivos? Tienes que tener el orgullo que brinda el logro, si eso no es nuevo. Cuando trajeron a McClelland en 1969 a propósito del estudio de los valores del venezolano, ¿Cuál fue el resultado? El primer valor del venezolano es el poder, el segundo es la afectividad y el tercero, muy por debajo, es el logro. Nadie disfruta de lo logrado. No es un cambio solamente pedagógico, es un cambio de metas y de reconocimiento. Aquí nadie le reconoce nada a nadie.

En esta disputa por el poder, que ha sido realmente descarnada, a la gente lo que le interesa saber es quién tiene la sartén por el mango. Poco o nada interesa la discusión o el debate.
Yo diría que el problema es que creemos que mientras más rápido llegamos al poder mejor, porque el poder es eterno. Pero mantenerte en el poder obliga a negociar permanentemente. A fin de cuentas dependes de los seguidores, de quien te siga. En el caso venezolano, el problema del poder pasa por asumir que aquí hay que construir normas colectivas, que a su vez representen un logro. Sería bueno recordar a Renny Ottolina con el buen ciudadano. ¿Por qué se eliminó? ¡Ah, porque el buen ciudadano es un zoquete, porque el que sigue las normas es un pendejo! Nunca está de más la reiteración, tenemos que construir normas y eso es lo que llamamos institucionalidad. Es decir, que las instituciones no son personas, son metas que le permiten a un colectivo saber qué esperar y a cuales sanciones está sujeto.

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Lo que haría falta es un poder erosionado, digamos, un poder que exige capacidad de negociación y visión política.
Pensemos que el venezolano, por lo general, asocia la negociación con el presente, con lo inmediato,  digamos, porque no quiero resultar afectado y por esa misma razón no exijo, las mayores humillaciones en las colas, el que te pongan un número en el brazo, el que te pidan la cédula, la gente las aguanta ¿y por qué? Por comprar, por comprar tranquilidad, por comprar sobrevivencia. Eso, indudablemente, va a ser uno de los grandes pesos que va a afectar la transformación, que sin duda pasa por tener una ciudadanía mucho más activa, no sólo de exigencia, sino de normas compartidas. Y también una ciudadanía que sea capaz de tener paciencia para el logro de las transformaciones que se van a requerir y que no son de hoy para mañana.

Tal vez falte humildad para afirmar que el chavismo, como modelo de transformación, fracasó. Tal vez falte conciencia para decir que es muy difícil construir un modelo que tenga oportunidades de éxito. Tal vez haga falta un poco de sinceridad en todo esto, porque si no hay un diagnóstico de lo que ocurrió durante esta experiencia del chavismo…
 … no sólo de lo que ocurrió, sino de por qué ocurrió. Hay una falta de presencia de las elites, pero las elites no las constituyen sólo los que tiene poder económico o poder académico. Las elites también son los que se hacen sentir. ¿Qué hay elites en el país? Lo que he escuchado de las protestas que se transmiten por la radio es un lenguaje articulado que habla de la conciencia que hay de los problemas y también de la angustia de no tener referentes. Pero la transformación exige transparencia, ¿y eso realmente que significa? Debate. En el país no tenemos debate de ningún tipo. Aquí no se debate ni siquiera la elección del presidente de un condominio, porque apenas sale electo ése es el responsable y el culpable de todo. La transformación exige disposición para advertir los problemas que han pasado bajo la mesa por la renta petrolera. Pero el petróleo ya cambió. El petróleo es energía y la energía tiene una gran diversidad. No sólo es tecnología, sino capacidad de alianzas. Seguramente PDVSA no volverá a ser la del pasado, y esto puede escandalizar a muchos, pero tenemos la posibilidad de refundarla con las nuevas ideas, con las nuevas funciones.

¿Seguramente harán falta otras cosas, no?
La rendición de cuentas. Aquí no nos gusta rendir cuentas, consideramos que es una afrenta a mi integridad, a mi honestidad, a lo que sea. Algo se ha avanzado, tú ves la importancia de las alcaldías, por ejemplo, que hace 10 años no eran importantes. Había que tener poder Ejecutivo y punto.

¿No hay de dónde agarrarse?
Sí, es una sociedad en caos y el caos genera vacíos. ¿Cómo llenarlos? Ahí es donde tenemos que aceptar, necesariamente, que no tenemos un liderazgo para eso ¿por qué?, porque a la generación que siguió a la nuestra la marginamos del interés por la política. Quizás fue un impulso asociado al bienestar económico, pero también hubo un engolosinamiento, creímos que el bienestar era infinito, que no había involución. A quienes nos tocó viajar, sabemos que hay sociedades que se revirtieron, que hay grandes imperios que se acabaron y nunca nos hemos preguntado ¿Por qué? ¿Mala suerte? No, porque había condiciones en ello.

¿Cuál sería el significado del voto en esta elección?
Más allá de lo inmediato habría que establecer una curiosidad. ¿Qué siente la gente que su voto significa? Esa sería la pregunta. ¿Significa un cambio o el interés inmediato? Yo tengo la sensación de que estamos en un escenario inadvertido, quizás por esa necesidad de verse el ombligo en plena crisis. Pero vamos más allá. Yo creo que hay una mutación de valores en el mundo. Esos valores no solamente están vinculados al quehacer diario, al entorno inmediato, sino a la capacidad de verme en otras culturas. Hay una mutación en los valores del tiempo, que no sólo es tecnología, sino expectativas de vida. Ahora se habla de Alzheimer, entre otras cosas porque el promedio de vida en países como Francia o Alemania es superior a 80 años. Hay una mutación en la forma de convivir con diferentes sociedades y a distinta velocidad. Otro elemento de esa mutación es la diversidad de creencias, algunos dirán que es el viejo New Age. No. Tiene que ver con la capacidad de sentirte quien soy y para donde voy y en eso hay un individualismo que dificulta enormemente la capacidad de hacer comunidad. Es decir, esa mutación tiene algo implícito: la incapacidad para establecer, tanto alianzas como compromisos. La globalización nos quita arraigo, nos quita seguridad.

¿Ahora añade más incertidumbre a la que ya tenemos?
Por supuesto. Yo creo que hay tres factores: Incertidumbre es una realidad. Se acabó el tiempo de las recetas, entre otras cosas, porque la realidad es muy cambiante. Por ejemplo, ya no hay recetas para las clases sociales, hay infinidad de variables y no puedes decir que hay un elemento en común en cada una de ellas. Desconcierto es otra realidad. Son tan rápidos los cambios que te dejan sin respuestas. A los que estamos huérfanos de hijos, porque están viviendo fuera, ¿Qué nos queda? ¿El Facebook, Skype? ¿Pero eso es lo mismo que poder abrazarnos? Incredulidad es el tercer elemento. Se acabaron las bases sólidas, absolutas, toda certidumbre es relativa. Es un mundo fascinante. Plantea un reto que tenemos que asumirlo. Todos. Desde la tercera edad, pasando por los jóvenes, hasta los niños.

Individualismo y capacidad para hacer comunidad son dos extremos que se autoexcluyen. Sin comunidad, no hay vida humana. ¿Cómo se compagina eso?
Mi experiencia me lleva a la conclusión de que el espíritu de comunidad del venezolano es muy relativo. Responde a tareas, a asignaciones. Yo encuentro una magnifica movilización para construir una escuela. Pero no encuentro quien se encargue de la escuela después. Los multihogares. Nosotros llegamos a 380.000 niños con 850 organizaciones civiles. ¿Por qué desaparecieron en seis años? ¿Por qué no los defendieron cuando eran hechura de ellos? Claro, una sociedad que pasó de 14% de población urbana a 95%  en 80 años, pues el espíritu de comunidad es muy relativo. Y eso fue posible sin conflictos, sin guerras, gracias al petróleo. Comunidad implica confianza, vinculación con el otro, complementación. Pero al venezolano no le gusta que le invadan su espacio. El espíritu de comunidad viene de civilidad que, a su vez, viene de normas colectivas valoradas y aceptadas.

¿Por qué no los defendieron? ¿Por qué eso significaba empoderar a la gente y eso podría ser peligroso? ¿Por qué alguien decidió cambiar el modelo? ¿Por qué eso significaba construir normas y eso no le interesaba al poder? ¿Qué fue lo que ocurrió?
Yo tengo la impresión de que ahí funcionó esa creencia de que a mí me lo dan porque yo me lo merezco. Pero no hubo la contraparte, esto es propio y yo lo asumo y yo lo peleo y yo lo defiendo, porque es mío. Nunca estuvo presente el concepto de riqueza social, pero sí el clientelismo. Y ahí tiene una gran incidencia el hecho de que la sociedad civil en Venezuela, a diferencia de otros países de América Latina, surge de arriba hacia abajo. Y no al revés. Surgieron los problemas con los incapacitados, creaste organizaciones que se ocuparan de ellos, ¿pero quién las financiaba? El Estado. Sí, vamos a hacer desarrollos urbanos, ¿pero quién los financia? El Estado. La civilidad es la existencia del otro, que puede ser diferente a ti, pero puede tener metas o aspiraciones comunes. Y yo tengo que acomodarme, mutuamente, a esas aspiraciones.

¿Por qué menospreciamos el logro? ¿Por qué nos resulta tan perturbador?
No sólo el logro, sino el reconocimiento. Aquí se muere alguien y al año se acabó, cambian el nombre de las calles, no hay un reconocimiento de la secuencia de los hechos. En mi vida pública se daba una condecoración el 1 de mayo al reconocimiento social. No sé si todavía se hace, y yo recuerdo haber llevado 12 casos de personas que habían dedicado su vida a recuperar a personas de la prostitución, a recuperar personas discapacitadas, a generar alternativas de producción y, por supuesto, me decían pero en esa acción no está involucrado ningún ministerio. ¡No, pero pertenecen al país! ¿Y eso no lo ves? Civilidad implica aceptar corresponsabilidad. Y en Venezuela eso no ocurre, empezando por el poder. Yo elijo presidente, pero no le pido rendición de cuentas. Al revés, me acomodo para ver por donde entro.

¿No cree que la política está en deuda con la democracia?
Ambas, la política está en deuda con la democracia y la democracia está en deuda con la política. Una democracia exige debate. Exige aceptar que es una forma de construir y de transformar una sociedad y la política es el arte de hacer posible esas transformaciones. Si desconoces el potencial de ambas, no tienes más que una parálisis y la búsqueda de la autocracia, porque no podemos negar que la autocracia da seguridad. Aquí tenemos que aprender a caminar con la complejidad, con las dificultades. Venezuela tiene un gran poder. Es un país que no tiene los cortes sociales cerrados. Nosotros tenemos posibilidades, pero tenemos que tener muy claro la necesidad de reconocernos y de apoyar un liderazgo, en el sentido de apoyar iniciativas y reconocerlas.

Está liquidado el tema de las soluciones simples, el tema de las respuestas fantasiosas, la noción de una riqueza infinita.
Sí, pero el hecho de que las soluciones son complejas, ¿significa que no se pueden abordar? Para nada. Yo lo que no quiero es recetas. Por eso reivindiqué el debate. Tú tienes que debatir en el país. Yo creo que hay que volverse a comprometer con la política y con la historia que nos toca vivir. Yo creo que Venezuela tiene que refundarse. Hay que refundar las instituciones. Hay que refundar la justicia, pero también hay que comprometerse con las alternativas.

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