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México, recta final

Hoy se realizará el tercer y último debate de la campaña presidencial en México / Foto AFP

 

 

Más de 98 millones de mexicanos están convocados a las urnas el domingo 2 de junio, la población más grande de hispanoparlantes del mundo. Es absolutamente seguro que una mujer resultará electa: o Claudia Sheinbaum, de 61 años, científica y académica, ex jefa de gobierno de la Ciudad de México, quien dará continuidad a la llamada «cuarta transformación» liderada por Andrés Manuel López Obrador (AMLO); o Xótchil Gálvez, ingeniera en computación también de 61 años, hija de una pareja otomí, pueblo indígena que habla una de las 67 lenguas de esa nación; exsenadora, es la candidata del Frente Amplio integrado por partidos de larga data como el PRI, el PAN y el PRD.

Las encuestas dan una amplia ventaja a Sheinbaum pero no definitiva. Los sondeos de opinión han registrado desde diciembre una reducción sostenida aunque lenta de la distancia que separa a una y otra candidatura desde 32 puntos a 20 puntos. El tercer competidor en discordia, el más joven, es Jorge Álvarez Máynez, internacionalista y diputado federal, que desde Movimiento Ciudadano intenta diferenciarse de la política tradicional que ve representada en sus dos oponentes. Tiene 7% de las preferencias y sobre él recaen las presiones del Frente Amplio para que sume su caudal electoral a Gálvez.

Este domingo los tres aspirantes a ocupar el Palacio Nacional, sede del Poder Ejecutivo mexicano, se enfrentaron en el tercer y último debate de la campaña por la presidencia que, quizás, ayude a que continué el trasvase de votos hacia la opción opositora, pero el tiempo es ya muy corto para que se pueda producir un revolcón electoral.

El historiador, ensayista y editor mexicano Enrique Krauze, director de la prestigiosa revista Letras Libres, escribió en estas páginas de El Nacional hace apenas unos días que el triunfo de Sheinbaum significaría la continuación del libreto populista encarnado por López Obrador.

El artículo de Krauze, más allá de pronosticar un resultado electoral, advierte del peligro en el que se encuentra la democracia mexicana porque, entre otras cosas, la probable victoria de Sheinbaum llevaría también “a aprobar el paquete de reformas que AMLO ha enviado al Congreso y con las cuales pretende acabar con la autonomía del Poder Judicial y desmantelar las dos principales instituciones que se han salvado de su implacable guillotina: el Instituto Electoral y el INAI (Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales)”. Un guión que se repite en otros países de la región y del otro lado del Atlántico.

La elección mexicana sucederá a la que este domingo se celebrará en República Dominicana. La agenda electoral regional la abrió El Salvador, con el triunfo apabullante de Nayib Bukele, no por ello para aplaudir, al alterar la disposición constitucional que prohíbe la reelección presidencial; y continuó con Panamá, donde se produjo la victoria de José Raúl Mulino, delfín político del expresidente Ricardo Martinelli, quien no pudo competir por estar condenado por lavado de dinero.

El 28 de julio es la elección venezolana, que se desarrolla en un ambiente atípico, de persecución e incertidumbre, por las arbitrariedades mayúsculas cometidas desde el poder establecido desde hace un cuarto de siglo. El ciclo electoral concluirá el 27 de octubre con los comicios presidenciales en Uruguay, la democracia mejor valorada de América Latina. La buena noticia, y nada menor, es que América Latina elige votar en lugar del idioma de la fuerza y la imposición.

 

 

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