“Mi meta es recuperar la democracia en Venezuela”. Entrevista a María Corina Machado
Figura destacada de la oposición venezolana, María Corina Machado comparte algunas de sus ideas para un país en quiebra y dividido.
María Corina Machado (Caracas, 1967) encabeza las encuestas para un improbable pero no imposible proceso electoral limpio en Venezuela. La ingeniera industrial con trayectoria empresarial y pieza clave de Súmate, una organización que trabajó en pro de unas condiciones electorales fiables en la primera década de este siglo, perdió su curul de diputada al denunciar la situación de Venezuela ante la Organización de Estados Americano (OEA) y decidió fundar su propia organización, Vente Venezuela. Tiene prohibido salir del país y ha sido inhabilitada para participar como candidata a cargos de elección popular. Fuertemente atacada por la Revolución bolivariana e incómoda, incluso, para sectores opositores, María Corina Machado es una importante lideresa liberal en el escenario de la crisis de la democracia en América Latina y en el contexto de la dictadura de Nicolás Maduro.
Se te califica de ultraderecha, al estilo de Jair Bolsonaro, Nayib Bukele y Javier Milei.
Soy liberal y Vente Venezuela, la organización política que dirijo, pertenece a la Internacional Liberal. Mi meta es recuperar la democracia en un país sometido a una mafia criminal en el poder, que califica de derecha y de fascista a cualquiera que se le oponga, independientemente de su definición ideológica. En favor de la pluralidad política es indispensable una mayor seriedad en estos asuntos. Lamentablemente, la hegemonía de la izquierda (democrática o no) en centros académicos, medios de comunicación y el mundo de la cultura no ayuda a desmontar esta idea sin fundamento dentro y fuera de Venezuela.
Lo que pasa es que provengo de la burguesía, soy ingeniera industrial con trayectoria empresarial y he tenido posiciones muy firmes respecto a la índole antidemocrática y criminal de la Revolución bolivariana y a las equivocaciones del liderazgo opositor. Una investigación seria sobre mi trayectoria, valores y propuestas echaría por tierra esa idea absurda de que soy de ultraderecha. Promuevo las libertades económicas, las libertades políticas y los derechos humanos; también un Estado pequeño pero fuerte, capaz de gestionar bienes públicos como la educación y la salud, no solamente la justicia y la seguridad personal. Trabajo arduamente para que ningún ciudadano sea injustamente tratado por razones que tienen que ver con el género, la raza, la religión, la orientación sexual, la identidad de género o la preferencia política. Libres e iguales ante la ley, con políticas dirigidas a hacer efectivos los derechos si es necesario. Acepto como necesario el aborto en caso de violación, malformaciones o peligro para la salud de la madre, pero sé que es un tema candente que hay que discutir con todos los sectores en favor y en contra.
¿El cambio climático es una mentira de la izquierda?
Considero los hechos científicos que son demostrables, los hechos factuales con los que vivimos cada día. Debemos ir a procesos de transición energética con el desarrollo de una energía cada vez más limpia, acompañada de procesos de captura de carbono económicamente factibles que permitan la rentabilidad del negocio petrolero. No se pueden prohibir las fuentes más baratas de energía ni oponerse a un crecimiento económico sostenible que permita superar la pobreza. ¿Cómo podemos aprovechar todo el potencial de producción de hidrocarburos con mecanismos que protejan el ambiente? Se puede, la ciencia está trabajando duro. Las definiciones izquierda-derecha me hacen ruido como liberal y sobre todo respecto a este tema: ha sido un gobierno de izquierda el que ha impactado el ambiente más que cualquier otro en la historia de Venezuela. Por ejemplo: los lagos de Valencia y Maracaibo están contaminadísimos, se pierde gas como para surtir a una país como Colombia, y el Arco Minero, un proyecto orientado a la explotación de oro y coltán, es un desastre ambiental, por no hablar de la penetración de bandas criminales en la región.
¿Cuál es el papel de la empresa privada en tu visión de país?
Vamos a trabajar con el sector privado venezolano y extranjero en favor de una mejor vida para la población. Por ejemplo, el capital privado debe acompañar al Estado en la resolución de los graves problemas de abastecimiento de agua y electricidad. La gente está pagando de manera informal precios absurdos; llegan a pagar 18 dólares por mil litros de agua transportada en camiones cisterna. Escucho constantemente a las bases de la sociedad: no quieren regalos, quieren buenos servicios, y están dispuestos a pagarlos a empresas que compitan entre sí evitando cualquier forma de monopolio. La bolsa de comida de mala calidad y entregada de manera irregular, si es que se entrega, no significa nada para personas en la pobreza que quieren trabajar y emprender, además de buena educación y salud para sus hijos.
En mis conversaciones con sindicalistas de la zona de Guayana, tan rica en la época del florecimiento de las industrias básicas como el hierro y el aluminio, la coincidencia es unánime: prefieren trabajar en una empresa privada. Y prefieren un gobierno que garantice la seguridad en una zona en la que han crecido exponencialmente la trata de blancas, el tráfico de órganos, el asesinato, el narcotráfico y la prostitución infantil, por no hablar de la infame y antiecológica explotación del Arco Minero. Son las duras lecciones de vivir con una inflación de cinco cifras, sin servicios públicos eficientes y un desabastecimiento brutal, en el contexto de un Estado atravesado por el crimen organizado que, para colmo, desprecia a los trabajadores y ha sometido al escarnio a sectores tan importantes como el de la educación pública en todos sus niveles.
¿Vente Venezuela y Vox son familia, políticamente hablando?
No, estamos en distintos lugares del espectro político. Ciertamente, tengo amistades en Vox. Amistades no significa coincidencia absoluta; simplemente, Vox se ha pronunciado en favor de la democracia en Venezuela, a diferencia de tantas organizaciones políticas de izquierda. No tiene nada de malo establecer lazos con demócratas liberales de diverso signo, al estilo de Cayetana Álvarez de Toledo u otros líderes. Al contrario, la pluralidad es esencial e inherente al pensamiento liberal. En política, las alianzas deben ser amplias; tengo buenas relaciones con la socialdemocracia, el caso de Felipe González, y guardo un gran respeto por Ricardo Lagos; también por Michelle Bachelet, aunque haya cuestionado algunas de sus actuaciones como Alta Comisionada de los Derechos Humanos (ONU). En cuanto a Estados Unidos, he tenido contactos con demócratas y republicanos. Mientras jueguen dentro de las reglas de la democracia, bienvenidos los apoyos.
¿Aliada del trumpismo y promotora de una invasión militar a Venezuela?
Todavía se dice que yo lo que quería es que bombardearan Caracas, entre otras mentiras. No es cierto, solo insistí en que los gobiernos aliados debían cercar al gobierno de Maduro con absoluta contundencia para obligarlo a celebrar elecciones y a parar las violaciones masivas a los derechos humanos.
Promoviste La Salida, junto con Leopoldo López y Antonio Ledezma. ¿Responsable de la inmolación de estudiantes universitarios en las protestas del año 2014?
Después de las elecciones del 2013 no se vislumbraba una alternativa a la hegemonía absoluta del chavismo. Comenzaron las protestas en medio de una situación económica que se deterioraba sin remedio; fue el gobierno el que persiguió, mató y torturó a quienes se atrevieron a enfrentarse a sus designios hegemónicos, no los líderes de La Salida. Denunciamos la naturaleza absolutamente antidemocrática del régimen, lo cual molestó a sectores de la oposición empeñados en ignorar aquello de lo que ahora nadie duda. Sumisión o violencia parecieran las únicas alternativas cuando no lo son; se trata de un proceso de acumulación de fuerzas en el que la protesta pacífica es necesaria.
Te acusan de voluntarismo, de no poder llevar a cabo tus objetivos al no tener los medios para hacerlo.
Sí, lo mismo me decían cuando aseguraba que el régimen es una estructura criminal y que nosotros no íbamos a poder salir de este sistema creyendo que es un sistema democrático. También me decían radical cuando denunciaba la deriva autoritaria del gobierno; extremista cuando señalé que es una mafia criminal; y belicista porque he hablado de construir fuerzas. Yo sigo pensando exactamente lo mismo: el poder no cambiará de manos hasta que se creen los incentivos reales para que se produzcan las fracturas dentro de la coalición dominante y se terminen de alinear todos los factores interesados en una misma dirección. Lo que pasa es que cuando se dice que hay que construir fuerzas, se confunde con la promoción de la violencia. La violencia es el instrumento de los que no tienen fuerza moral y política para influir en aquellos individuos y factores que son cruciales para que se dé un cambio político, llámese cuadros del chavismo, militares o sectores interesados fuera y dentro de Venezuela.
La revolución te inhabilitó por quince años para participar como candidata en cargos de elección popular. ¿Por qué te empeñas en seguir en la carrera de las elecciones primarias?
Al día siguiente de ganar las primarias tendré la capacidad de negociar dentro y fuera de Venezuela, siguiendo la estela de las victorias que hemos obtenido. Se decía que era imposible que se celebraran unas primarias y tenemos ya una fecha, el 22 de octubre. Se decía que no podrían llevarse a cabo sin el Consejo Nacional Electoral y sí se puede, con la sociedad civil al frente. Se negaba la posibilidad de que los venezolanos residenciados en el exterior pudiesen votar y se logró. Se trata de una sucesión de luchas. Nosotros no tenemos fecha para las elecciones presidenciales del 2024 ni sabemos quiénes van a votar en esa elección, cómo se va a monitorear ni si va a haber o no haber observación electoral. Tenemos por delante meses de trabajo. No voy a renunciar a las primarias a favor de un candidato de “consenso” que le agrade al gobierno, cuyo único objetivo es el de quedarse en el poder. Cuando hablo de ir hasta el final me refiero a la disposición intelectual, física, emocional y espiritual necesaria para instaurar una democracia.
¿Antifeminista?
Claro que no, soy liberal; además, provengo de una familia de cuatro hermanas y mi madre nos crio para superar todos los obstáculos y lograr todo aquello que nos propusiéramos independientemente de nuestro género. Estudié ingeniería y recuerdo perfectamente haber recibido clases en salones con setenta y cinco alumnos, de los cuales apenas cinco éramos mujeres. He navegado siempre a contracorriente y cuando comencé mi carrera empresarial entendí que ser mujer significaba un límite, por no hablar de lo accidentada que ha sido mi carrera política, a lo largo de la que se me ha dicho en repetidas oportunidades que las bases de la sociedad venezolana jamás confiarían en una mujer como presidenta de la república, mucho menos si proviene de la burguesía. Imposible olvidarme de la desigualdad de género, sobre todo en el caso de una sociedad matricentrada como Venezuela, en la que tantas han tenido que criar solas a sus hijos con grandes dificultades. Cómo no voy a plantear estos temas como aspirante a la presidencia teniendo la plena consciencia de la desventaja que significa, por ejemplo, ser una madre adolescente pobre.
¿Es cierto que arrasarías con el chavismo de llegar al poder?
Las bases del chavismo están conmigo, tal como atestiguan las encuestas y mis giras por el país, pese a la violencia y las amenazas. Sé que en una transición hay que hacer concesiones respecto a los factores de poder en favor del bien mayor de la democracia, pero hay un límite: los crímenes de lesa humanidad y la corrupción descarada y desmedida. Cuando instauremos la democracia negociaremos con todos los interesados para garantizar no solo los derechos políticos de la población, chavistas incluidos, sino las condiciones jurídicas que atraerán las inversiones y permitirán el desarrollo de empresas de todos los tamaños y de un gran movimiento de emprendedores. En cuanto a los aliados internacionales del gobierno –Cuba, Rusia, China– no tienen solo ideología, tienen intereses; lo mismo vale para las empresas que quieren cobrar sus deudas y con las que llegaremos a acuerdos sensatos. Respecto a Estados Unidos, es un cliente insustituible para nuestro petróleo; es doloroso que Venezuela no pueda aprovechar la coyuntura energética actual a cuenta de la destrucción de Petróleos de Venezuela (PDVSA), destrucción que no tiene nada que ver con las sanciones internacionales, como quiere vender la propaganda del gobierno.
¿Por qué una persona tan racional se presenta en actos políticos como una lideresa moral que conduce una batalla espiritual contra el mal? Muy derechista, dirían algunos.
Me dejo llevar por la conexión emocional, lo cual es nuevo para mí, una mujer que preparaba minuciosamente sus intervenciones en público y que pensaba que dejarse tocar y abrazar era una maniobra populista. Ya no, es un privilegio tener una conexión profunda con la gente, la cual quiere trabajar y gobernar su propia vida, está llena de ideas y quiere recuperar a sus hijos, quienes han tenido que emigrar con todas las desventajas posibles. El mensaje central de mi campaña es reunificar a los venezolanos con sus familias y reunificar al país. Me han criticado cuando digo que militares y policías lloran en mi presencia: qué quieres que haga un hombre o una mujer al que su familia le reclama que pasan necesidades tremendas a cuenta de servir a un gobierno como el de Maduro. Me dicen derechista porque hablo de una lucha espiritual, una lucha que significa recuperar un sentido ético orientado por los valores liberales de la igualdad, la libertad y los derechos humanos. Me cuestionan por contar que la gente reza; sí, la gente reza, son evangélicos y católicos que se aferran a la fe religiosa porque no tienen más nada. En todo caso, soy una firme partidaria del Estado laico.
¿Por qué quieres ser presidenta de un país en quiebra, penetrado hasta la raíz por el crimen organizado, con un enorme sector de trabajadores del Estado en la mayor de las penurias y un sistema de pensiones destruido que ha dejado a una población mayor de cuarenta años sin jubilaciones a futuro y en el presente?
Las élites venezolanas de distinto signo ideológico, con las excepciones del caso, menosprecian a la sociedad al considerarla una simple masa que espera las migajas del Estado para subsistir, como si la única razón de sus vidas fuera el estómago. Se equivocan, lo sé porque he recorrido las zonas más pobres y deprimidas del país y hablo con gente en gran estado de necesidad que quiere una mejor vida, un mejor país, un futuro para sus hijos. Creo en el potencial de estas personas.
¿Por qué quiero ser presidenta de Venezuela? Porque es nuestro país.