Ciencia y Tecnología

Mi vecino, un volcán

MIRAMUNDO por Gabriel Rumor

 

 

 

Un pollo es sacrificado en ofrenda ritual a los dioses en el monte Bromo, Indonesia.

Un pollo es sacrificado en ofrenda ritual a los dioses en el monte Bromo, Indonesia.

En 1936, bajo el volcán (así titularía después una amarga novela), vivió en Cuernavaca el escritor británico Malcolm Lowry. Tenía 27 años en el periodo más duro de una existencia que tuvo escasísimos momentos de felicidad. Más como metáfora de los demonios íntimos responsables de su muerte temprana, quizás por suicidio, que por la vecindad con el majestuoso Popocatépetl.

Como él, 800 millones de personas, casi la décima parte de la población mundial reside hoy a una distancia de hasta cien kilómetros de alguno de los 1.900 volcanes catalogados como activos en 86 países y territorios.

El Krakatoa sigue activo

El Krakatoa sigue activo

Por numerosas y legítimas razones: la fertilidad de los suelos y la protección que la roca volcánica impermeable ofrece contra las inundaciones; las aguas termales, excelentes para  baños de salud y el calentamiento de las viviendas, y su condición de imán turístico que provee el ganapán de quienes prefieren al hambre los riesgos de las faldas del Etna, del Kilahuea, el Fuji, el Orizaba, el Ngorongoro o el Santorini.

El monte Fuji según Hokusai

El monte Fuji según Hokusai

Así que es fácil imaginar las consecuencias de una explosión como la del Krakatoa en Indonesia, que en la mañana del 26 de agosto de 1887 se escuchó hasta en Australia, a 3.500 kilómetros, arrojando cenizas a una altura de ochenta kilómetros que oscurecieron el cielo y causaron crepúsculos espectaculares en los siguientes meses en cada rincón del planeta.

Y, sin embargo, como en tiempos remotos,  seguimos empecinados en codearnos con un  monstruo, familiar del folklore azteca y la pintura japonesa, respaldados por la ciencia moderna para coexistir en toda la armonía admitida por la naturaleza.

Visitantes al Parque Geológico Volcánico de Ulan Hada, foto Chinadaily.

Visitantes al Parque Geológico Volcánico de Ulan Hada, foto Chinadaily.

Porque, además, juega un papel fundamental en el equilibrio de la atmósfera y la existencia de la vida sobre la Tierra, pues sin el vulcanismo desaparecería el gas carbónico, absorbido por el plancton oceánico…

Por ejemplo, en el museo volcánico natural de Ulan Hada en la región autónoma china de Mongolia Interior, donde los turistas trajeados como astronautas visitan el parque geológico y observan  en primer plano las formas de la montaña y experimentan la magia de la naturaleza.

O en países que cabría asociar con un enfoque más bien displicente de las catástrofes telúricas, hasta verse forzados a una toma de conciencia y un cambio ejemplar de actitud, bien distantes de la guachafita y la resignación; como Colombia, donde se reporta hora tras hora el cambio en la actividad de algunos de los volcanes activos, que mantienen en alerta a los expertos del Servicio Geológico nacional.

Una experiencia fascinante, foto Chinadaily.com.cn

Una experiencia fascinante, foto Chinadaily.com.cn

La catastrófica erupción del Nevado del Ruiz, en noviembre de 1985, que dejó más de 25 mil víctimas y la imagen de la niña Omaira Sánchez atrapada sin remedio por el aluvión que sepultó los departamentos de Caldas y Tolima, fue la clarinada de un cambio de actitud y el inicio de un monitoreo que desde entonces se ha concretado en una red de modernos observatorios  en Manizales, Pasto y Popayán.

Igual que los restantes países andinos, Colombia bordea el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico, donde chocan varias placas tectónicas, así que la posibilidad de un fenómeno volcánico está siempre latente – sobre todo en el monte Puracé, ahora en estado de alerta naranja- dentro de un paquete de medidas de concientización ciudadana que hace de la nación sudamericana un caso ejemplar en el continente e incluso a escala mundial.

Nevado del Huila, Foto Servicio Geológico Colombiano

Nevado del Huila, Foto Servicio Geológico Colombiano

Pilotos de la Fuerza Aérea entrenados para la misión, sobrevuelan diariamente los volcanes y nevados más activos en helicópteros especiales equipados con cámaras infrarrojas, susceptibles de detectar cualquier cambio y transmiten la información a los organismos vinculados con la prevención en las zonas aledañas que, entonces, según la gravedad del caso, expiden alertas de peligrosidad e impiden el acceso de los vecinos.

Observatorio Volcanológico de los Andes del Sur en la ciudad de Temuco. Foto Soy Chile

Observatorio Volcanológico de los Andes del Sur en la ciudad de Temuco. Foto Soy Chile

Integran la Red Nacional de Vigilancia Volcánica en tiempo real de la mitad de los 92 volcanes considerados geológicamente activos, desde el Observatorio Volcanológico de los Andes del Sur en la ciudad de Temuco y, lo más importante, avanzan campañas de difusión mediante charlas y ferias para hacer de la población colombiana una de las mejor preparadas para los momentos críticos.

Que siempre llegarán, según dan testimonio los habitantes de Tokio y Santiago de Chile acostumbrados a danzar al ritmo de los terremotos o las islas caribeñas que casi se van volando cada año en brazos de los huracanes. Y es que  tal es el precio de cohabitar en un planeta vivo y en permanente evolución con vecinos de tan mala leche.

Varsovia,  julio de 2024.

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