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Michael Pettis, El economista punk de Pekín«: Muchos chinos me dicen que habrían votado por Trump. Culturalmente, conectan con los conservadores»

«Muchos chinos me dicen que habrían votado por Trump. Culturalmente, conectan con los conservadores»

                                                        Fotografía: Nelson Ching

Nadie conoce China mejor que este profesor norteamericano de la universidad de Pekín, y por eso políticos y empresarios occidentales buscan su consejo. Además, su pasión por la música punk-rock lo ha convertido en una figura clave en la escena indie de la capital china. Hablamos con él de guerras comerciales y garitos con un ‘gin-tonic’ en la mano.

En un rincón del casco antiguo de Pekín, entre callejuelas laberínticas, se encuentra la casa de Michael Pettis, una figura que desafía cualquier etiqueta. Economista, profesor y mentor de la escena musical independiente china, Pettis ha hecho de esta ciudad su hogar durante más de dos décadas. Aquí, bajo la sombra de un granado en su patio, habla sobre economía global con la misma pasión con la que recomienda una buena banda de punk.

Pettis comenzó su carrera en Nueva York como banquero de inversión. Pero su curiosidad por los mercados emergentes lo llevó a China, donde desde hace más de veinte años es profesor en la prestigiosa Universidad de Pekín, la Harvard china. Allí enseña ciencias financieras a una nueva generación de economistas, muchos de los cuales luego ocupan posiciones clave en empresas y en el Gobierno.

 

«¿Por qué las familias chinas no consumen? Nadie lo sabe. Algunos dicen que están a la espera. Quieren mantener su pólvora seca para ver qué hace Estados Unidos»

 

Sin embargo, Pettis no solo es un economista respetado; también es un apasionado de la música punk. Fundador del emblemático sello discográfico Maybe Mars, ha sido mentor de bandas locales que han llevado el sonido underground chino a los escenarios internacionales. En la planta baja de su casa, jóvenes músicos y creativos chinos trabajan entre guitarras y equipos de grabación mientras Pettis nos ofrece un gin-tonic aromatizado con los frutos de su granado.

XLSemanal. A Donald Trump le gustaría borrar China del mercado estadounidense. ¿Cómo han recibido los chinos su victoria?

Michael Pettis. Sorprendentemente, muchos de mis conocidos chinos me dicen que habrían votado por Trump. Es bastante popular aquí. Culturalmente, los chinos están más cerca de los conservadores de Estados Unidos. No conectan con lo woke o los debates transgénero. La inclinación hacia Trump es producto de un sentimiento, más que por la economía o geopolítica.

XL. Trump quiere imponer aranceles del 60 por ciento a los productos chinos. ¿Qué peligros ve en una guerra comercial?

M.P. Estados Unidos absorbe alrededor del 50 por ciento del superávit comercial mundial, y la mitad de ese superávit lo produce China… y creciendo. Ahora, Estados Unidos está decidido a importar menos y producir más. Me parece correcto, pero que estos dos países avancen en direcciones opuestas tiene implicaciones globales.

XL. Si Trump aumenta los aranceles, las empresas chinas buscarán otros mercados. ¿Qué significa esto para Europa?

M.P. Si los chinos exportan más y los estadounidenses importan menos, alguien tendrá que tomar el relevo de Estados Unidos. Y no serán los países en desarrollo, que no pueden permitírselo. Eso deja en el tablero a Japón, la India y Europa. Los europeos están muy preocupados. Y tienen motivos para estarlo.

XL. ¿Qué quiere decir?

M.P. China podría seguir inundando los mercados europeos con productos baratos para apoyar su crecimiento interno. Esto ya se está viendo.

 

 

alternative textTrato cordial. Donald Trump y su esposa, Melania, con el presidente chino, Xi Jinping, y su esposa, Peng Liyuan, durante su visita oficial a China, en 2017.

XL. Las administraciones locales chinas tienen una enorme deuda por sus inversiones en infraestructuras. Pekín ha anunciado un programa de reestructuración de esa deuda por un valor de 1300 millones de euros. ¿Qué quiere decir todo eso?

M.P. Que las deudas de los gobiernos locales que antes estaban ocultas aparecerán en la contabilidad oficial. De esta manera, el riesgo de una crisis financiera puede reducirse.

XL. ¿Cuál es la ventaja?

M.P. Hasta ahora ha habido una especie de banca en la sombra. A menudo, un Gobierno local no pedía préstamos él mismo, sino que fundaba una empresa que era la que se endeudaba. Pero ¿por qué un banco debería seguir concediendo nuevos préstamos a esa empresa? Bueno: porque cuadros influyentes llamaban a los empleados del banco local y les decían: «No se preocupen, presten el dinero». No hay nada formalizado, no hay garantía de reembolso. Ni siquiera está claro que la deuda figure en los libros del banco. Pekín trata de limpiar todo esto.

 

«Si Estados Unidos importa menos, China podría inundar Europa con productos baratos para sostener su crecimiento interno. Es preocupante»

 

XL. Muchos economistas, incluido usted, opinan que China necesita activar el consumo privado. ¿Por qué los hogares chinos han dejado de comprar?

M.P. No lo sabemos con seguridad. Algunos dicen que los chinos simplemente están a la espera. Quieren mantener su pólvora seca para ver qué hace Estados Unidos. Van a ahorrar el dinero por si lo necesitan más adelante.

XL. ¿China puede caer en deflación?

M.P. El riesgo es real. Esto se debe a la débil demanda. Si habla con los propietarios de medianas empresas chinas, le dirán que solo pueden vender a pérdidas en China.

XL. ¿De qué le servirá a China que salgan a la luz deudas ocultas?

M.P. Habrá más información. La inestabilidad financiera es resultado de las malas decisiones de inversión y de la incertidumbre. Recuerde la crisis de las hipotecas en 2008…

XL. … entonces había altos niveles de impagos en el mercado hipotecario estadounidense.

M.P. Y todo el mundo decía que las sumas involucradas eran una broma, demasiado pequeñas para ser significativas para Estados Unidos o para el mundo. Y, sin embargo, desencadenó una crisis financiera mundial porque creó una gran incertidumbre.

 

 

alternative textAlternativos. El local de música punk y rock de Pettis en Pekín, el D22.

 

 

XL. Esto también es un problema para las empresas extranjeras, que se ven obligadas a tener los precios muy bajos si quieren vender en China.

M.P. Así es.

XL. ¿Invierte en acciones chinas?

M.P. Tengo cero, nada. Durante muchos años trabajé en bolsa. Y siempre decíamos que lo más difícil de ser trader es separar emocionalmente tu análisis de tus propias inversiones. Lo mismo se aplica al economista. Yo creo en eso.

XL. Antes trabajó en Wall Street.

M.P. La idea era ir a China dos años y volver. Eso fue hace casi 23 años.

XL. Y todavía está aquí.

M.P. Fue muy divertidoChina acababa de unirse a la Organización Mundial del Comercio. En mis primeros diez años aquí, Pekín era uno de los lugares más interesantes del mundo. Inmediatamente recibí una oferta de una de las universidades más importantes.

 

«Pekín quiere ser un centro cultural como Nueva York o Londres, pero tiene un dilema: no les gustan los artistas»

 

XL. Primero estuvo en la Universidad de Tsinghua y después fue a la de Pekín. ¿Cómo ha cambiado la universidad china?

M.P. Es difícil imaginar lo difícil que es para un estudiante que te acepten en Tsinghua o en la Universidad de Pekín. En algunas provincias, solo uno de cada 50.000 estudiantes tiene las notas necesarias. Tengo alumnos excepcionales, sin duda los más brillantes de China. Pero su perfil ha cambiado. Cuando comencé, entre ellos había niños de granja. Hoy en día, casi ningún niño rural llega a estas universidades porque sus padres no pueden pagar las clases particulares. Mis alumnos provienen principalmente de las clases media y alta. Muchos ya no son tan optimistas como antes, cuando todo parecía posible en China.

XL. ¿Cuándo acabó el optimismo?

M.P. La covid lo ha acelerado todo: los problemas económicos, el nerviosismo, el pesimismo.

XL. Los estudiantes denuncian a sus profesores cuando dicen algo ‘inapropiado’. ¿Hay que tener cuidado?

M.P. No he tenido ninguna experiencia así. Pero todos los que viven en China prestan atención a cómo dicen las cosas. Yo también. En mis conversaciones con políticos estadounidenses, siempre digo que nuestro problema es nuestra balanza comercial, no con China. Y, antes de criticar algo sobre China, critico primero algo de Estados Unidos. A nadie le gusta que los extraños se quejen de cómo hace uno las cosas.

XL. ¿Confía usted en todas las cifras que se publican en China?

M.P. No. Por ejemplo, el producto interior bruto, en el que todo el mundo se fija, es un punto de referencia completamente diferente en China que en Estados Unidos o Europa.

XL. ¿Por qué?

M.P. Por ejemplo, la construcción de un puente. En las economías capitalistas, si alguien construye puentes que nadie necesita acaba arruinado. En China, cualquiera que sea políticamente importante o cree muchos empleos puede perder dinero y aun así obtener nuevos préstamos. El economista húngaro János Kornai lo describió con una fábrica de calzado en la Unión Soviética. Cuando sus zapatos pasaron de moda, en lugar de cerrar la fábrica, la producción continuó. Los zapatos se amontonaban en un campamento.

XL. ¿Cuáles serían esas fábricas de calzado en la China actual?

M.P. Los gigantescos proyectos de infraestructura, por ejemplo. China tiene la mejor infraestructura del mundo: el 70 por ciento de todas las rutas de trenes de alta velocidad están ubicadas aquí. Algunas tienen sentido y son rentables, por ejemplo, entre Pekín y Shanghái. Pero también hay alta velocidad en zonas donde no se justifica esa inversión.

XL. Es profesor de finanzas, pero también una figura en el mundo cultural de esta ciudad.

M.P. Cuando estaba en la escuela de negocios, dirigía un club en el East Village de Nueva York. En Pekín vi que todos los músicos chinos padecían complejo de inferioridad. Para ser considerados buenos, tenían que sonar como bandas americanas o británicas y cantar en inglés. Eso era una tontería. En 2005 fui a un concierto en Pekín donde la gran banda china P.K. 14 hacía de telonera de un grupo de mierda de Bélgica. ¡Debería haber sido al revés! Así que dije «basta, abriré mi propio club donde solo actuarán músicos chinos».

XL. Su club D22 fue legendario en Pekín. Lo cerraron en 2012 porque había demasiados turistas. ¿Qué lo hacía tan especial?

M.P. Todos los músicos entraban gratis, bebían gratis… y podían traer a su novia o novio.

XL. ¿Qué pasó?

M.P. Con el tiempo políticamente se volvió más difícil. La Administración hizo limpiar el centro. Quería hacer la ciudad más presentable, más tiendas Gucci y esas cosas. Las galerías de arte, bares de mala muerte y discotecas tuvieron que desaparecer.

XL. La triste historia de la gentrificación.

M.P. Pekín quiere ser un lugar cultural importante como Nueva York. Lo que aquí nadie entiende es que Nueva York o Londres son ciudades culturales importantes no porque allí haya anfiteatros u orquestas sinfónicas, sino porque los jóvenes artistas jodidos se mudan allí y hacen locuras. Ese es el dilema: Pekín quiere ser un centro cultural, pero no les gustan los artistas.

© Der Spiegel

 

 

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